La contaminación
en China, un problema complejo y global
Como quedó demostrado en la reciente Cumbre en París,
reducir las emisiones de carbón del gigante asiático ya es una prioridad
mundial. Historia del fenómeno ambiental y su preocupante impacto. Por Néstor
Restivo y Gustavo Ng AFP
Desde el aeropuerto Pudong de Shanghái hasta el centro
–distancia que equivale a la que va desde el aeropuerto de Ezeiza hasta el
Obelisco–, se tarda 7 minutos a 300 kilómetros por hora en el Maglev, el tren
de levitación magnética. De esa ciudad a Nanjing, vieja capital del país –donde
el gobierno argentino compró a la empresa CSR los vagones para el tren San
Martín–, se demora una hora y media en el tren bala, que también alcanza esa
velocidad. Y el mismo tren de Nanjing a Beijing, la capital, a más de 1000
kilómetros de distancia hacia el Norte, toma cuatro horas por el mismo medio.
En todos esos recorridos –o en el que va de Shanghái al puerto de Ningbó, uno
de los más grandes de la RPCh, a un par de horas por una autopista que incluye
un puente interminable sobre el mar, el segundo más largo del mundo–, se
observa una sucesión inagotable de fábricas y barrios construidos o
construyéndose, centrales que escupen humo sin problema y un cielo polucionado
que no deja ver el sol la mayoría de los días, salvo cuando cambia el viento,
por unas horas.
La contaminación es
uno de los costos más visibles de la industrialización de vértigo que China logró
en de dos a tres décadas, un proceso que a otras potencias les llevó dos siglos.
Los sitios nombrados están al este de la RPCh, sobre el mar,
o un poco hacia adentro, como Beijing, en una amplia franja de unos 300 a 400
kilómetros que serpentea de Norte a Sur. Ahora las industrias –en general las
pesadas, metalmecánicas y siderometalúrgicas, que están al norte y hacen aún
más contaminante el aire– se están mudando hacia el interior para dejar que las
ciudades de la costa que miran al Mar de China –las más conocidas, como las
mencionadas, y otras, como Shantou, Xiamen, Shenzhen o Cantón– se dediquen al
comercio, los servicios y la alta tecnología.
Ese fenómeno acelera otro de notable récord en China: la
urbanización. La mudanza masiva lleva unos veinte millones de personas cada año
del campo a las ciudades (una Argentina por bienio). Ahí, dicen algunos en
China, se abre otra oportunidad para Argentina: la venta de tecnología y
know-how agropecuario al gran país asiático, ya que habrá menos campesinos
labrando la tierra y se demandarán insumos y servicios para producciones más
intensivas.
Pero aquí interesa hablar de la contaminación china, el
costo que pagó por su frenética industrialización.
En el sitio de Internet ZaiChina, Daniel Méndez escribió
recientemente que los chinos se fueron acostumbrando en los últimos años a
cambiar su rutina diaria dependiendo de un número: el que indica el grado
contaminante del aire. "Si está en 50, conviene aprovechar para salir a la
calle y hacer actividades al aire libre. A partir de 200, más de uno decide
ponerse una máscara y no hacer deporte. Si sobrepasa los 300, es probable que
los niños no salgan del aula en los recreos. Cuando llega a 500, muchos deciden
encerrarse a cal y canto en sus casas", escribió.
Así como en otros países se pregunta por la temperatura o la
humedad, en muchas ciudades chinas conversan por la concentración de partículas
PM 2,5 en el aire, las más perjudiciales para la salud humana. Mientras en
otros países el tema está presente pero en la prensa y en debates científicos,
en muchas ciudades chinas es materia de habla corriente. En Beijing, dice
Méndez, es difícil encontrar a una persona que no tenga un smartphone con
alguna aplicación para determinar el grado de contaminación del aire. Es un
dato rápido de corroborar si uno hace amigos en China; casi todos los tienen.
China, se sabe, es uno de los países con mayor emisión de
CO2 del mundo, aunque ha hecho esfuerzos por limitarlo, sin por ello aceptar
del todo las críticas de los países industrializados, que lo hicieron antes y
en parte lo siguen haciendo. Estados Unidos comparte con China el binomio más
contaminante del planeta, y entre ellos pulsean cuando se debate el tema a
nivel mundial (como en Kioto, con su protocolo de 1997 –del cual Estados Unidos
se retiró durante la presidencia de George W. Bush–, o en foros científicos más
recientes). En 2015 comenzaron a negociar bilateralmente.
El presidente Xi Jinping, en marzo de 2015, dijo que se
sancionará "con mano de hierro a cualquier infractor que destruya la
ecología o el medio ambiente, sin excepciones". Pidió a los chinos que
protejan la ecología y el medio ambiente como si estuviesen "cuidando sus propios
ojos y vida". Y sostuvo: "Proteger el medio ambiente es asegurar los
medios de vida. La contaminación ambiental es una lacra para la calidad de vida
del pueblo y un problema que pesa sobre su corazón".
Para ese año, la meta de reducción de la intensidad de
dióxido de carbono fue de al menos 3,1%. Uno de los puntos por resolver es el
consumo de carbón, del cual China es primero a nivel global. El gobierno se
comprometió a reducir el consumo del mineral en más de ochenta millones de
toneladas hasta 2017 y en más de ciento sesenta millones de toneladas hasta
2020 con medidas de eficiencia dentro del plan 2015-2020 del Ministerio de
Industria y Tecnología de la Información.
La contaminación del suelo (el Ministerio de Medio Ambiente
indicó que el 16% de las tierras del país estaba contaminado en 2014), del agua
(60% del agua subterránea de China está demasiado contaminada para ser bebida
sin un tratamiento previo) y del aire se ha mantenido como uno de los asuntos
candentes en las sesiones anuales del máximo órgano legislativo y del máximo
órgano asesor político de China, en la órbita del partido gobernante. China
declaró una "guerra contra la contaminación" en 2014 y pidió unas
normas más enérgicas para las industrias contaminantes. "Problemas como
los agujeros en la administración, una débil conciencia pública y una falta de
supervisión aún existen", detalló recientemente un miembro de la Academia
de Ciencias de China, Qin Dahe, quien sugirió elaborar una planificación de
largo plazo con el foco puesto en la promoción de técnicas ecoló- gicas.
Ciertamente, pese a los esfuerzos oficiales, el problema subsiste y llevará
muchos años erradicarlo o controlarlo, llevándolo a niveles más aceptables.
En 2015, el documental Bajo la cúpula, de la periodista Chai
Jing, puso en debate a escala nacional este drama, hasta el punto de que el
gobierno restringió su difusión, por la exhibición fuertemente explícita del
tema y la polémica que se armó en su alrededor.
"Todo lo que necesitás saber sobre China", de
Néstor Restivo y Gustavo Ng (Paidos). TOMADO DE INFOBAE DE AR
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