OTRA MIRADA SOBRE LA
VIOLENCIA Y LA INSEGURIDAD
“DE ENERO A ENERO LA PLATA ES DEL BANQUERO”
Violencia e inseguridad,
se han constituido en una de las grandes preocupaciones ciudadanas, también de
investigadores, funcionarios políticos, educativos y policiales, con gran
repercusión en los medios de comunicación.
La gente siente miedo, se angustia y desespera en la búsqueda
de soluciones para un problema que no comprende, y que lo tiene como potencial
víctima de la irracionalidad de inadaptados, y la falta de respuesta por parte
del Estado.
En la creencia de que algunas iniciativas pueden colaborar
para superar este mal trago, los vecinos exigen legítimamente, más policías,
más equipamiento y cámaras de vigilancia; se enrejan, ponen alarmas
comunitarias o individuales; concurren a marchas, reuniones con funcionarios
políticos o policiales, firman petitorios exigiendo leyes más duras, menos
permisividad de los jueces en las excarcelaciones y todo aquello que cada uno
pueda imaginar.
Pese a esas acciones, estudios y propuestas, las soluciones
se hacen más ilusorias y lejanas, y la inseguridad se expande por todo el cuerpo
social.
En paralelo, las distintas jurisdicciones del Estado, los
dirigentes y las bancadas políticas se inculpan mutuamente, transformando a la
cuestión en un botín de las miserias políticas, cuando no electorales.
Salideras, motochorros, robos y palabras del mismo tenor
pasan a engrosar nuestro léxico diario y se constituyen en motivo de las
charlas cotidianas, ocultando los verdaderos males que nos aquejan, como son
los ajustes, tarifazos e injusta acumulación de la riqueza.
Los expertos exponen sus diagnósticos, las unidades
académicas confeccionan mapas del delito y el Estado anuncia reformas legales,
policiales, procedimentales y todas las que quiera imaginar, sin que nada
cambie.
¿Qué ha pasado en unos pocos años, para que la violencia se
haya desmadrado de la forma que lo ha hecho? ¿Qué maldición bíblica ha caído
sobre nosotros para que ocurra tal transformación?
Muchos se hacen los idiotas.
Rara vez en el debate sobre esta problemática, se pone en el
centro del mismo, las razones que provocaron este descalabro; menos se intenta
mostrar la relación directa entre el juego y el incremento de la criminalidad.
Desde que en el país se difundieron las salas de juego,
prohijadas por el Estado nacional, provincial o municipal, en acuerdos con
empresas extranjeras y nativas, los índices delictuales no han parado de
crecer.
Ello no es una rareza o una anomalía imprevista, ya que toda
la bibliografía al respecto, deja patente la relación lineal, constante y
estrecha entre juego y delito.
Quienes por acción u omisión convalidaron estas políticas,
sabían o deberían haber sabido de las consecuencias lamentables de sus
decisiones, pero se hicieron y siguen haciéndose los idiotas y nos quieren tomar
por tales.
Basta como ejemplo, investigaciones de la Universidad de
Illinois EE.UU., determinaron que en un periodo de 20 años las ciudades
estadounidenses que cuentan con casinos aumentaron en 44% su índice delictivo.
(1)
El diario New York Times, señala que en Delta Town, a partir
del establecimiento de casinos, no se erradicó la pobreza ni ha mejorado el
nivel de vida; en cambio sí subió la criminalidad en esa área. Un análisis en
Nueva Zelanda, estableció que si se abren casinos en las zonas urbanas de ese
país la criminalidad aumentaría un 52%.
“Atlantic era el
lugar número 50, en los Estados Unidos en materia de seguridad. A 3 años de que
se autorizó el juego pasó del 50 al primer lugar en materia de inseguridad”.
(2)
Estos datos, son un espejo en donde nadie quiere mirarse,
sobre todo en una ciudad con índices delictuales altos, al que hay que darle
una respuesta.
Mientras muchos se rasgan las vestiduras y hacen oír sus
catilinarias contra este flagelo, poco hacen para desarmar el huevo de la
serpiente, causante del problema y cada día se involucran más en las
actividades conjuntas con las salas de juego o intentan reducirles gabelas.
Existe una sociedad
en la que unos programan, difunden, hacen planes, carreras, obras y otros ponen
la plata, lo que es un decir, ya que a la misma la pone la pobre gente que
juega.
Estos juegos, lejos están de ser un divertimento, encierran
un nivel de tensión y crispación muy alto, que sumado a la frustración de la
pérdida económica, disparan la violencia a escalas peligrosas. Todos los días
jóvenes y sectores de menores recursos van a dejar en esas salas sus magros
ingresos y deben volver a sus casas con los bolsillos flacos, el ánimo por el
piso y la desesperación a flor de piel. En ese contexto, el aumento de la
delincuencia es un daño colateral, que nadie quiere afrontar y menos desterrar.
“Casino, pues, en el
sentido italiano: un gigantesco enredo, un desmadre que, más que contaminar al
sistema, lo retrata. Un sitio donde quienes pretenden ganar unos cuantos pesos
-los ciudadanos- son meros peones al servicio de quienes en verdad se
enriquecen: quienes otorgan las concesiones, los dueños de éstas (con
frecuencia otros políticos) y el crimen organizado que lava su dinero o cobra
"derecho de piso". “En su banal atrocidad, simboliza la falta de
auténticas políticas sociales, la desvergüenza de quienes deben vigilar los
centros de juego, la hipocresía en la política sobre las adicciones, la
impunidad y la irresponsabilidad de una clase política que, ni siquiera frente
al deterioro socioeconómico, político, y moral que representa este hecho, deja
de lado sus intereses para concentrarse, por una vez, en el interés común.”(3)
Si algún funcionario o candidato habla de combatir el delito
y no se refiere al juego, no le crea nada, por cuanto nada se logrará sino no
se controlan estos salas.
Ricardo Luis
Mascheroni - docente
Ref:
1.- “Casinos: Efectos sociales negativos y ludopatía”, Dr.
Juan Martín Sandoval De Escurdia, Investigador Parlamentario en Política Social
y la Lic. María Paz Richard Muñoz, División de Política Social, Cámara de
Diputados de México;
2.- HERNANDEZ, Oscar, “Beneficios y perjuicios de los
casinos”, Televisa, 09-11-07, Mex.
3.- Jorge Volpi, “El casino y sus metáforas”, - Reforma -11
Sep. 11.
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