LOS SUELOS PRODUCEN CINCO VECES MÁS CON ROTACIÓN DE CULTIVOS Un ensayo del INTA Paraná, Entre Ríos, determinó que esta estrategia de manejo protege los recursos naturales, favorece la infiltración del agua, previene la erosión y conserva los nutrientes
Un trabajo del proyecto Precop II del INTA (2009) comprobó que, sembrada sobre rastrojo de maíz, la oleaginosa rinde en promedio 600 kilos más por hectárea, comparado con un ciclo soja/soja. Así, podría aumentarse el área de siembra de maíz a 1,2 millones de hectáreas sin afectar la cadena sojera.
Según las estimaciones de la FAO, la tercera parte de las 2.000 millones de hectáreas de suelos productivos del mundo registran procesos degradatorios entre moderados y severos. “El problema radica en que aún no se comprende que la vida sobre la tierra depende, en gran medida, de las diferentes funciones cumplidas por la delgada capa de suelos: provisión de alimentos, uso sustentable del agua, conservación de la biodiversidad y control del clima global”, señaló el especialista.
Suelos argentinos, entre los más productivos del mundo
Comparada con el monocultivo de soja, la rotación de cultivos disminuye la pérdida de suelos de 5.000 a 1.100 kilos por hectárea por año, lo cual permite conservar nutrientes y quintuplicar la capacidad productiva. Los datos se desprenden de una investigación realizada por el grupo Recursos Naturales del INTA Paraná –Entre Ríos–, que además determinó que esa práctica reduce a la mitad la pérdida de agua por escurrimiento superficial.
Carolina Sasal, técnica de ese grupo, destacó la importancia de incorporar como estrategia la rotación de cultivos bajo siembra directa –maíz, trigo/soja– por considerarla “una práctica adecuada para proteger al suelo, favorecer la infiltración del agua y prevenir la erosión”.
De acuerdo con la investigadora de Paraná, “los monocultivos, aun bajo siembra directa, pueden generar una importante pérdida de suelo por erosión hídrica y disminuir la productividad debido a la pérdida de nutrientes y carbono”. De hecho, durante la última campaña, el monocultivo de soja registró pérdidas por escurrimiento de nitrógeno y fósforo de 18 y 6 kilogramos por hectárea, respectivamente, mientras que la rotación de cultivos redujo las pérdidas en un 30%. “Es importante –agregó Sasal– acompañar a la siembra directa con otras prácticas de conservación de suelos como la construcción de terrazas”.Un trabajo del proyecto Precop II del INTA (2009) comprobó que, sembrada sobre rastrojo de maíz, la oleaginosa rinde en promedio 600 kilos más por hectárea, comparado con un ciclo soja/soja. Así, podría aumentarse el área de siembra de maíz a 1,2 millones de hectáreas sin afectar la cadena sojera.
En un contexto mundial en el que se estima que la demanda de agroalimentos crecerá un 70% en los próximos 40 años, la producción sustentable y la conservación de los recursos naturales ocupan un rol clave.
“El suelo agrícola configura el soporte más sólido de la economía de nuestro país y conservarlo se torna imprescindible para garantizar el bienestar de todos los habitantes de la Nación”, expresó Roberto Casas, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN) del INTA, para quien es fundamental “reflexionar sobre la importancia de proteger nuestros suelos productivos, verdadera fábrica de alimentos”.Ambos técnicos aseguraron que “la siembra directa, desde su implementación en la década del 90, permitió mejorar la calidad de los suelos –mediante un control efectivo de la erosión–, incrementar la materia orgánica presente en función de la rotación de cultivos y mejorar el aprovechamiento del agua”.
Por su parte, el director del CIRN advirtió sobre el avance del monocultivo en reemplazo de las rotaciones tradicionales: “Esto tiene un impacto desfavorable sobre las funciones del suelo y la sustentabilidad del agroecosistema. Sólo se repone aproximadamente la tercera parte del total de los nutrientes extraídos por los granos”.Según las estimaciones de la FAO, la tercera parte de las 2.000 millones de hectáreas de suelos productivos del mundo registran procesos degradatorios entre moderados y severos. “El problema radica en que aún no se comprende que la vida sobre la tierra depende, en gran medida, de las diferentes funciones cumplidas por la delgada capa de suelos: provisión de alimentos, uso sustentable del agua, conservación de la biodiversidad y control del clima global”, señaló el especialista.
Suelos argentinos, entre los más productivos del mundo
Casas explicó que “es posible duplicar los rendimientos en los suelos de la región pampeana –ubicados entre los más productivos del mundo– mediante la implementación de tecnologías apropiadas”. Sin embargo, para que esto sea posible se debe adoptar un sistema de rotación de cultivos con inclusión de gramíneas –trigo, maíz y sorgo– que aseguren una cobertura de residuos permanente para el suelo y un balance positivo de la materia orgánica.
La fertilización balanceada también ocupa un rol importante: “Tiene que apuntar a la reposición de los nutrientes extraídos por las cosechas, contribuyendo a su vez a elevar el contenido de materia orgánica del suelo”, agregó el director.
Fuente: Prensa INTA
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