Arsénico, un
tóxico que se expande en la agricultura argentina
Pese a ser una
problemática que lleva un siglo de estudios, la contaminación con arsénico
continúa siendo un tema de preocupación en el mundo, por su impacto sobre la
salud humana. En Argentina, las investigaciones al respecto no sólo involucran
a químicos, geólogos e hidrólogos, sino que ahora también ocupan a los
agrónomos, puesto que gran parte de la superficie agrícola del país es
susceptible de ser regada con aguas contaminadas.
Investigadores de
la facultad de Agronomía estudian cómo impacta este elemento en los cultivos
por su presencia en los suelos y en el agua de riego. “Son pocos los grupos que
enfocan la problemática desde el punto de vista agrícola”, señaló a Argentina
Investiga Raúl S. Lavado, director del Instituto de Investigaciones en
Biociencias Agrícolas y Ambientales (INBA), de la facultad de Agronomía y el
Conicet, cuyo equipo de investigadores trabaja en el estudio de la dinámica del
arsénico en el suelo y su efecto sobre cultivos, en especial la soja, y en
distintas formas de aumentar la resistencia de las plantas a este elemento
tóxico.
El origen más
generalizado del arsénico es natural; se encuentra en materiales geológicos
ricos en este elemento y en actividades volcánicas. Es tóxico para la salud
humana y animal y afecta a muchos países, principalmente en Asia. Por ejemplo,
muchos habitantes de la India no sólo beben agua contaminada con arsénico, sino
que además se alimentan con cultivos, como el arroz, irrigados con agua que
contiene elevados niveles de este elemento. La ingesta de pequeñas cantidades
de arsénico puede causar efectos crónicos por su acumulación en el organismo y
hasta puede llegar a ocasionar envenenamientos graves cuando la cantidad
ingerida es cercana a los 100 mg. También se le atribuyen al arsénico propiedades
cancerígenas.
La situación se
repite en Argentina, aunque en menor escala, donde la contaminación natural
está difundida en casi todas las provincias con ambientes áridos y semiáridos
(y también en algunas con clima húmedo), debido a la presencia de rocas ricas
en arseniatos, que son disueltos por el agua subterránea y distribuidos por
otras regiones. “Así, se registran suelos agrícolas contaminados por el riego
por aspersión, y otras zonas marginales que sufren contaminación de origen
geoquímico, por ascenso capilar de capas freáticas ricas en este elemento”,
explicó Lavado.
Los estudios se
concentran, principalmente, en el efecto del arsénico sobre el cultivo de soja,
cuya producción se duplicó en las últimas dos décadas y hoy es cultivada no
sólo en tierras agrícolas tradicionales, como la región Pampeana, sino también
en suelos marginales y zonas semiáridas, donde aparecen problemas de origen
geoquímico natural en las aguas, que pueden afectar el desarrollo normal del
cultivo.
“Las plantas
exhiben síntomas de toxicidad cuando se encuentran expuestas a concentraciones
elevadas de arsénico. No obstante, por suerte, la mayor parte de los cultivos
de granos muere antes de acumular niveles excesivamente tóxicos”, dijo Lavado,
y detalló que el equipo de investigadores, compuesto por Carolina Bustingorri,
Federico Spagnoletti, Viviana Chiocchio y Ana Muzlera, analiza la manera de
reducir el efecto negativo sobre el desarrollo del cultivo, a través de
elementos antagónicos, como el fósforo, o de organismos que controlan la
absorción del tóxico, como las micorrizas.
“Encontramos que
la soja es afectada tanto por el arsénico presente en el suelo, como por el
contenido en el agua de riego aplicada por aspersión, aunque tolera niveles
relativamente elevados de arsénico y no tiende a acumularlos en los granos. Un
resultado extraño que hallamos es que si bien altos niveles de arsénico afectan
negativamente a la planta, al mismo tiempo le confieren una alta resistencia a
la sequía”, sostuvo el investigador.
Por último,
señaló que evalúan el problema a nivel de planta, en condiciones controladas y
en macetas. Próximamente esperan iniciar la etapa de campo, que permitirá
considerar los resultados a nivel del cultivo.
Rodolfo Zibell
Subsecretaría de
Relaciones Institucionales -Universidad de Buenos Aires
Enviado por Osvaldo
Pimpiganato
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