EL DIAMANTE CARIBEÑO
EN SU LABERINTO Corn Island. Uno de los más llamativos destinos turísticos del
Caribe nicaragüense se enfrenta a la escasez de agua, a la contaminación y al
reto de garantizar
la energía Andrea Müller | El turismo representa la principal fuente de
ingresos para los isleños.
Hace varios años, en el paraíso de Nicaragua apareció un
tubo misterioso. En una playa de Little Corn Island un isleño encontró un
enorme caño de color negro, de unos 500 metros de largo y de un material
robusto. Poco tiempo después, varios hombres que se dedicaban a la
pesca de langosta empezaron a cortar pedazos del hallazgo valioso para
construir jaulas de pesca. Pero el corte del tubo produjo mucho aserrín, que
cayó a las aguas turquesas alrededor de la isla caribeña y las tiñó de color
negro. La contaminación por estos residuos --que ahora se sabe eran
de plástico-- empezó a preocupar a la gente y al gobierno comunal de Little
Corn Island. Así decidieron que debían tomar medidas para resolver el
problema. Hoy se puede decir que el tubo misterioso marca el inicio de varias
iniciativas en la isla para salvar el medio ambiente y preservar las riquezas
naturales que abarca este destino turístico con fama mundial. Y aunque no parezca a primera vista, los habitantes de la
isla, que tiene una extensión de tan solo tres kilómetros cuadrados, están
enfrentando varios retos. Siempre están vinculados al crecimiento del turismo y
de la población. EL SUAMPO SECO La escasez de agua potable es actualmente una
de las preocupaciones más graves y, al mismo tiempo, es un hecho de una pintura
irónica: se le ofrece al turista extranjero y nacional todas las delicias del
mundo, por ejemplo, ensalada con aceite de oliva y balsámico de Italia,
mientras las tuberías de las casas comunitarias están por secarse.La “isleta”,
como los locales suelen llamar a su bella tierra, está ubicada a unas 45 millas
frente a la costa Caribe de Nicaragua y, lógicamente, está rodeada de agua salada.
La principal fuente de agua potable para los 855 habitantes es un suampo
(ciénaga) con una extensión de 17 hectáreas en el medio de la isla. Esta fuente
también nutre los pozos de los hoteles, donde en la temporada alta hasta 400
turistas pasan sus vacaciones. Este humedal es crucial para la vida en Little
Corn Island; sin embargo, estuvo a punto de secarse hace dos años. El
coordinador del gobierno comunal de Little Corn Island, Winston Downs, se
acuerda: “Cuando yo tenía ocho años, no podía cruzar la isla caminando de un
lado a otro. Tuve que nadar porque todo era suampo. Hace dos años, durante los
meses de marzo y abril, uno atravesaba la isla sin mojarse los zapatos. Lo
único que faltaba era que las venas secas jalaran el agua salada”. Por suerte,
los isleños lograron evitar la catástrofe a última hora, con el apoyo del
Programa de Pequeñas Donaciones (PPD), una iniciativa medioambiental de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y financiamiento del Fondo para el
Medio Ambiente Mundial (GEF, por su sigla en inglés). La coordinadora nacional
del PPD, Lilliam Jarquín, explica: “Llegamos a la isla a causa del tubo
misterioso, porque el gobierno comunal nos pidió ayuda. Allí vimos que esto era
solo un caso particular y que en la isla estaba todo el tema de la
contaminación y la pérdida de recursos naturales”. Y poco después, bajo la
coordinación del gobierno comunal, los comunitarios de Little Corn Island se
organizaron y empezaron a limpiar el humedal. Sacaron la maleza que lo invadió
y que absorbía una gran cantidad de agua. También libraron la cuenca del
sedimento que se acumulaba. El objetivo del proyecto, que todavía no ha
terminado, es recuperar más de 3 millones de litros de agua cada año. Ahora que
ya reaparece el agua entre los mangles, regresan también varios animales que
huyeron por falta de alimentación. Winston Downs asegura: “Ahora vuelven las
garzas, las tortugas y
también las iguanas, que casi ya no las tuvimos”. TRABAJOS
PENDIENTES Pero todavía queda mucho trabajo, afirma Lilliam Jarquín, del PPD. Según
ella, con los recursos financieros del proyecto, se pueden limpiar solo dos o
tres hectáreas de las 17 que tiene el suampo. “Como lo dice el nombre, el
Programa de Pequeñas Donaciones maneja fondos pequeños. Para la recuperación de
los humedales en esta isla, tenemos un presupuesto de 21,000 dólares. Nuestro
objetivo es que mucha gente se involucre al trabajo y que ellos sigan limpiando
cada año. Nosotros solo ayudamos a que ellos mismos puedan solucionar el
problema”, explica. Asimismo, dice que todavía no hay suficiente gente
participando, pero que cada vez son más personas las que se empeñan porque ven
un objetivo común. Jarquín añade: “A pesar de ser un lugar pequeño, hay todavía
habitantes que no saben de la problemática o que no quieren involucrarse. Estos
proyectos significan siempre un cambio de cultura y demandan un proceso
paulatino de sensibilización”.
¿ADÓNDE LLEVAR LA BASURA?
Al contrario del problema del agua potable, las soluciones
de otros desafíos están todavía en su infancia, confirma Winston Downs. Un tema
de mucho peso es la basura. “Comenzamos a separar la basura en la isla, pero
las botellas de plástico siguen siendo un problema”, aclara. Los residuos
sólidos se colectan y se depositan en un lugar en la isla donde un monte crece
sin fin. Existen iniciativas voluntarias de algunos negocios y también un
proyecto que se llama Gestión Integral y Sostenible de Residuos Sólidos en la
Región Autónoma del Atlántico Sur de Nicaragua, Gisres.
Este proyecto también lo ejecuta el PNUD y es financiado por
el Fondo Multilateral de Inversiones, Fomin, del Banco Interamericano de
Desarrollo, BID. El objetivo es mejorar el manejo de la basura en las alcaldías
de Corn Island, Bluefields y El Rama. Sin embargo, según Downs, los planes de
sacar toda la basura de la isla y llevarla al continente todavía no se han
concretado.
Hasta hoy solo cuatro restaurantes y hoteles no usan las
botellas plásticas. Uno es el ecolodge Beach & Bungalow, del norteamericano
Scott Smith. “La basura es un problema grande en la isla. Nosotros tratamos de
hacer todo lo posible para minimizar el impacto negativo de nuestros
huéspedes”, asevera. Por eso, Smith no vende botellas de plástico, pero
purifica el agua y ofrece a los turistas rellenar sus botellas. Además, los
residuos del hotel se transportan cada sábado por barco a tierras continentales
del Caribe nicaragüense, en vez de depositarlos en el monte de basura en la
isla. Scott añade que se colecta el agua de lluvia en un pozo para que después
sea utilizada en los baños de las cabañas. Según el norteamericano, el reto más
grande es despertar consciencia. “Y eso, tanto de la gente local como de los
turistas”, recalca. “El turista piensa que hay abundante agua en la isla y no
se da cuenta de que casi cada día muchas casas de la comunidad se quedan sin
agua, porque no tienen una reserva como nosotros”, manifiesta Scott. Y sigue
diciendo que algunos turistas hasta se quejan de que en su hotel haya una
manera muy agresiva de educar a la gente. Por ejemplo, cuando se les pide
ahorrar agua para ducharse. De acuerdo a Downs, del gobierno comunal, también
la sensibilización de los isleños sigue siendo una tarea. Él observa que “el
cuido del medio ambiente por parte de los mayores es mucho más grande que el de
los menores de edad. Son difíciles de controlar y no permiten que los adultos
les digan cómo tienen que comportarse”. “Por eso vamos con los jóvenes a
limpiar el suampo y la playa, para que aprendan que es importante cuidar los
recursos que tenemos”, revela. Un paso decisivo para reducir la cantidad de
residuos sólidos en la isla fue cuando dejaron de usarse bolsas de plástico en
los negocios. La resolución, que entró en vigor este febrero, se aplica por
etapas. Por ahora, los negocios son obligados a vender las bolsas a un precio
de entre 5 a 10 córdobas. La meta es que para finales de este año ningún
negocio venda más bolsas. EL PROBLEMA DE LA ENERGÍA Después del agua y la
basura, existe el tema de la energía. “Nuestra energía viene de una planta, se
produce a base de diesel”, asevera Downs y dice que pagan el precio más alto en
toda Nicaragua. Por eso, en la isla hay luz solo durante 15 horas al día. Los
habitantes no podrían pagar las 24 horas. “Para una casa con dos o tres bujías
y un televisor, la energía cuesta 500 córdobas al mes”, realza Downs. El
coordinador del gobierno comunal concluye: “Con todos los retos que tenemos,
sabemos que la
sobrepoblación nos puede afectar más. Si no controlamos el
número de gente, no vamos a tener agua ni energía, sino solo montes de basura”.
Por eso, la autoridad comunal tomó varias medidas para controlar la población y
con eso garantizar un turismo sostenible en Little Corn Island. Por ejemplo, es
prohibido traer a cualquier persona de afuera para trabajar en un negocio,
primero se contratan a los nativos. Y hasta finales del año 2016, no será
permitido a ningún extranjero abrir un nuevo negocio. “El turismo que infla es
algo que no queremos. Eso solo exprime la naranja y queda la basura”, matiza
Downs cuando describe el equilibrio sensible en su tierra. “Cuando alguien me
pregunta si hemos pasado el límite (contesto) sí, lo hemos pasado. Un estudio
del año 1982 dice que el manto acuífero no alcanza para más de 300 personas en
Little Corn Island. Ahora tenemos más de 800”, lamenta. Por su parte, Simon
McCrew tiene una pulpería y se preocupa por el futuro del paraíso del Caribe.
Para él, sería importante que la isla no solo dependa del turismo. “Pero esto
ya es muy difícil”, añade. Critica que lo único que interesa en la isla sea el
turismo y opina que “se debe hacer algo para implementar otras fuentes de
trabajo. Solo con el turismo no vamos a tener desarrollo”. Según McCrew, mucha
gente que no tiene trabajo solo espera los días sábado para que llegue el
carguero con alimentos y otros bienes. Como cargadores, los isleños distribuyen
los productos en los diferentes lugares de la isla.
“Antes la pesca era buena, ahora casi no hay langostas y por
eso el mar ya no da trabajo”, asegura McCrew, que en su fisonomía la seriedad
toma relevancia. Él está convencido de que se apoya demasiado a los negocios de
los extranjeros y que falta un control de las condiciones de trabajo en sus
establecimientos. “Pero parece que los extranjeros pagan a la gente del
gobierno y todo queda debajo de la carpeta”, concluye McCrew. De todos modos, él ve también la otra cara del turismo: “Yo
sé que los hoteles son una fuente de trabajo para la mayoría de aquí”. EL RETO
DEL TURISMO SOSTENIBLE Para que la gente local se beneficie más del turismo, el
gobierno comunal pide que ellos mejoren sus negocios. El objetivo es que los
nativos puedan brindar servicios mejores a precios más altos y así competir con
los negocios de los extranjeros. “Está claro”, dice Downs, “que para eso se
necesitan avales para la gente local”. En ese sentido, lamenta que en la isla
no exista un banco que pueda proveer préstamos. En total, la meta es que el
turismo en la isleta se desarrolle aún más y al mismo tiempo sea sostenible. A
Scott Smith, del hotel Beach & Bungalow, le gusta la idea porque los
mochileros son los turistas que hacen más daño: “Los turistas que tienen un
presupuesto bajo y se alojan en los hostales más baratos, muchas veces no se
preocupan por el medio ambiente”. Scott dice que el mochilero gasta en promedio
40 dólares al día cuando viaja por Nicaragua, mientras que el huésped de su
hotel gasta 200 dólares. ¿Qué quiere decir Scott con eso? “Tienen que llegar a
la isla por lo menos 5 mochileros para que dejen el monto de dinero que deja un
solo turista en nuestro hotel ecológico. Aquí, no todo tipo de turista causa el
mismo impacto”, asegura. Los restos del tubo misterioso todavía se encuentran
en la isleta. Caminando por el sendero del muelle hacia el sur, pasando los
restaurantes y bares, se observa que los pescadores hoy utilizan el tubo como
rampa de carga. Al final, se ha encontrado una forma más sostenible de reciclar
este hallazgo de plástico. TOMADO DE NUEVO DIARIO DE NICARAGUA
No hay comentarios:
Publicar un comentario