Naomi Klein sobre las
energías renovables: “Hay progreso, pero no porque los políticos sean tan
maravillosos sino porque están presionados” La ensayista reivindica
a Francisco por su lucha contra el cambio climático y responsabiliza de la
crisis ecológica al capitalismo. "El Papa tiene un liderazgo que no veo en
los políticos", sostiene con respecto a su compromiso medioambiental. Energía
Estratégica
Por Energía Estratégica Naomi Klein sobre las energías
renovables: "Hay progreso, pero no porque los políticos sean tan
maravillosos sino porque están presionados".Naomi Klein sobre las energías
renovables: "Hay progreso, pero no porque los políticos sean tan maravillosos
sino porque están presionados".
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FMI analizó acuerdo de cambio climático: tarifas al carbono
y recompensas por uso de energías renovables La escena cuenta simbólicamente
quién es, cómo actúa y de qué escribe la periodista Naomi Klein. Ocurre en
Montreuil, un suburbio de París, en un club barrial casi idéntico a uno de
nuestro conurbano: un sitio con tinglado, un escenario polvoriento y sillas
dispersas. Será triste el lugar, pero el estado de ánimo es alto y el humor
combativo: van a desnudar a una gran corporación, la Exxon Mobil, por hechos
que consideran criminales. Y, por eso, le van a hacer un juicio in absentia. La
empresa petrolera ha sabido desde los años ‘70 que la quema de combustibles
fósiles estaba provocando un efecto irreversible de calentamiento en la
atmósfera, pero ocultó esa información que habían recabado sus propios
científicos. En cambio, se dedicó a financiar un poderoso lobby negacionista,
que demoró por más de dos décadas un acuerdo global sobre cambio climático. Llaman
a declarar como testigos a representantes de naciones indígenas que llegaron de
lugares tan disímiles como Finlandia o las Islas Marshall para denunciar las
transformaciones desconocidas que están ocurriendo en sus territorios. Y
también a científicos como Jason Box, un glaciólogo que se pasa la mitad de su
vida midiendo el hielo en Groenlandia y que tiene todo el estatus de un rock
star en el movimiento ambiental. Con rostro serio, Klein hace las veces de
fiscal acusadora y los interroga con cierta postura histriónica y un papel en
la mano. Este rol que ahora personifica es el mismo que ejerce de forma
militante en sus libros y películas, que han contribuido a crear toda una
corriente de pensamiento sobre el capitalismo y la globalización. Klein
(Montreal, 1970) tiene un encantamiento con las organizaciones de base, por el
poder de la gente humilde organizada y autogestionada. Y un férreo desprecio
por el sistema económico que rige casi en el mundo entero. Sus dos primeros
libros (No Logo y La doctrina del shock) se ocupan de recalcar la futilidad de
la sociedad de consumo y las injusticias que crea un mundo interconectado por
el comercio. Recientemente, sumó a su obra Esto lo cambia todo: el capitalismo
contra el clima, un libro en el que se ocupa del desafío más difícil que
hayamos enfrentado: el cambio abrupto de las condiciones climáticas a escala
planetaria. A pesar de su retórica disruptiva, Klein es una mujer de rostro y
maneras refinadas. Nos encontramos lejos de Montreuil, en las coquetas oficinas
de su editor francés, en pleno barrio Latino de París. Todavía vibran los ecos
de la conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático que se llevó a
cabo en la Ciudad Luz. Klein mantuvo una mirada escéptica hasta el final del
proceso, aunque hubo un acuerdo de los gobiernos para mantener en caja el alza
de la temperatura en “muy por debajo de 2 grados” respecto de la era preindustrial,
o sea antes que se inventara el motor a explosión, que es el elemento que
permitió catapultar a la atmósfera niveles desconocidos para los ecosistemas
actuales de dióxido de carbono (CO2). “Si no hablás de castigos, los políticos
pueden decir lo que quieren. Pueden competir entre ellos por quién hace el
discurso más bonito, sin preocuparse por lo que significan las palabras”, le
dice a Viva.En este debate, ¿es la
sociedad civil, más que los gobiernos, la que marca el rumbo? Sí. Creo que
gran parte de lo que vemos es el resultado de la presión de la sociedad civil.
Por ejemplo, la transición energética en Alemania es el resultado de que el
país tiene uno de los movimientos ambientales más poderosos del mundo,
particularmente antinuclear, lo que empujó a que el gobierno, después del
desastre de Fukushima, acelerara la salida de la energía nuclear. Esto tiene no
sólo consecuencias locales sino también globales porque Alemania ha invertido
tanto dinero en energías renovables que, por ejemplo, ayudó a bajar los precios
de los paneles solares. Incluso China está bajo presión, aunque no es una
democracia y la sociedad civil allí esté limitada. Ha habido tanta bronca por
la contaminación del aire que el gobierno de Beijing se ve obligado a hacer más
de lo que querría. Hay progreso, pero no porque los políticos sean tan
maravillosos sino porque están presionados.
En su libro, Klein sostiene que si bien el capitalismo
desenfrenado ha provocado la situación ecológica que pone en riesgo nuestra
propia existencia como especie, esta crisis puede a la vez constituirse como
una oportunidad histórica para desarrollar un sistema económico más justo, en
el que se compatibilicen las necesidades del hombre con los límites de la
naturaleza. ¿Piensa realmente que el
cambio climático puede ser una oportunidad? Sí. Ya está pasando. Las
negociaciones de la ONU no son la única esfera donde el cambio sucede. Está
pasando porque la gente está demandando energías renovables comunitarias, y
porque están construyendo alternativas donde viven, y proponiendo políticas a escala
nacional. El hecho de que el precio de la energía solar haya bajado es una gran
ayuda. Klein subraya que el problema no es el CO2 en la atmósfera, sino el
sistema que lo produce. Dice esto a pesar de que no fue sólo el capitalismo el
dueño exclusivo de estos gases: la vieja Unión Soviética fue un festival de
catástrofes medioambientales. Pero es cierto que desde su caída, hubo un salto
de emisiones que aceleró como nunca los impactos de la crisis climática.
“Nuestro sistema económico está en guerra con la vida en la Tierra”, afirma
ella. “Podemos transformar nuestra economía para que sea menos intensiva en
recursos, y podemos hacerlo a través de vías equitativas, protegiendo a los más
vulnerables y haciendo que los más responsables soporten el grueso del costo de
la transformación. Tenemos ante nosotros una dura elección: permitir que las
alteraciones del clima lo cambien todo en nuestro mundo o modificar la
totalidad de nuestra economía para conjurar ese escenario”, dice en el libro.
“Ya es demasiado tarde para intentar evitar la llegada del cambio climático:
está aquí, junto a nosotros, y nos encaminamos hacia desastres crecientemente
brutales, hagamos lo que hagamos. Pero no es demasiado tarde para conjurar lo
peor y queda tiempo para que cambiemos a fin de que seamos menos brutales los
unos para con los otros cuando esos desastres azoten”. Klein es una conocedora
de la Argentina y pregunta muy intrigada por el cambio de gobierno. Estuvo aquí
poco después de la crisis de 2001 para realizar la película La Toma, contar su
visión del capitalismo y retratar el movimiento de empresas recuperadas,
entonces en auge. “Argentina siempre se anticipa. Por eso me interesa tanto”,
afirma. Conserva muchos amigos en el país, y a ellos –confiesa– les pidió
consejos cuando recibió una invitación muy especial, llegada desde el Vaticano.
Justo a ella, una mujer de origen judío, feminista, a favor del aborto, le
vinieron a tocar la puerta de parte de un señor llamado Jorge Bergoglio. Al
Papa lo admira particularmente por su encíclica Laudato Si, todo un tratado
moral sobre nuestra relación como especie con lo que llama la “casa común”: la
Tierra. “Obviamente estoy en desacuerdo con la Iglesia Católica. Pero creo que
la intervención del papa Francisco con la encíclica es increíblemente
importante, sobre todo cuando se refiere a la cultura del descarte”. La naturaleza ya está pegando gritos. Y
viene lo peor: vamos a tener cambios en los ciclos del agua, con severas
inundaciones y sequías, por ejemplo. ¿Estamos listos para aceptar nuevos
migrantes climáticos? No. Por eso creo que la encíclica de Francisco es
clave. El texto plantea la necesidad de una transformación de valores: si le
damos valor a la vida o no. Si tratamos a la Tierra y a los productos de
nuestra vida como elementos descartables, también tratamos a la gente de la
misma forma. Si dejás que las personas desaparezcan entre las olas, entonces es
fácil permitir que países completos desaparezcan debajo de las olas, como las
Maldivas. Entonces, ¿estamos listos? No. Un sistema económico que colisiona con
el cambio climático no sólo va a crear un planeta más caliente sino uno más
malo. Y si querés saber cómo va a ser, mirá a Nueva Orleans cuando azotó
Katrina. Eso fue el futuro. Eso es el cambio climático confrontado con
infraestructura abandonada, racismo institucional y la gente que es la víctima
convertida en villana, asesinada por vigilantes en las calles. Para mí esto
nunca fue una discusión sobre el estado del tiempo, sino una discusión sobre
nosotros. ¿Cuál fue su sensación cuando
recibió la invitación para ir a Roma? No me invitó el Papa sino el Cardenal
Peter Turkson. Pensé mucho sobre si tenía que ir o no. Y acepté porque siento
que necesitamos el movimiento más amplio posible. Yo sé que hay grupos a los
que no puedo llegar. Soy bastante buena en llegar a la izquierda, a la
progresía. Pero hay una pared que no puedo cruzar porque estoy identificada
justamente con ese sector. Me sentí muy inspirada en el Vaticano. Nunca he
visto a nadie trabajar tan duro como Francisco. Acaso no estés de acuerdo con
todo lo que hace, pero ha demostrado una calidad de liderazgo de la que
carecemos enteramente en la esfera política. Ese liderazgo de urgencia, ese
liderazgo del que el mundo depende.
Estamos en una
encrucijada… Por muchas razones. El proyecto neoliberal es un proyecto
zombie. Estamos en momentos en que estas políticas se están introduciendo sin
ningún fervor ideológico. Todo esto vino después de la crisis financiera de
2008, pero creo que en la Argentina empezó antes. Es por eso mi interés en la
Argentina. Nuestra película empieza con una escena que tiene un cartel que dice
“Vamos a donde va el resto del mundo”. A
la vanguardia de las crisis… Felicitaciones (risas). El neoliberalismo es
una ideología zombie que aún anda dando tumbos por ahí porque no hay vida en
él. Pero la verdad es que estamos en una encrucijada en la que la gente está
lista para creer en algo distinto. De hecho, hay hambre por creer en otra clase
de modelo. Yo creo en un sistema económico con bases ecológicas, y no en
recuperar al viejo socialismo controlado por el Estado. Se trata de evolucionar
a un nuevo modelo que empieza con los límites de la naturaleza y las
necesidades de la gente. Klein es miembro de 350.org, una organización fundada
también por otro periodista, Bill McKibben, que promueve –entre otras cosas– un
concepto novedoso de pelea contra el cambio climático: la desinversión. Se
trata de convencer a grandes y pequeños financistas de que los activos en
energías fósiles (carbón, gas y petróleo) son indeseables y no tienen futuro
económico porque en las próximas décadas se dejarán de usar. Y, por lo tanto,
no van a valer nada. Muchos le están prestando atención al asunto, que amenaza
convertirse en una moda. La ciudad de Copenhague, en Dinamarca, acaba de vender
sus posesiones en energías fósiles. El día que Klein hizo de fiscal en el
juicio de Montreuil estaba junto a McKibben, que también ejercía como acusador
de la Exxon. Ella cree realmente que hay que pasar a la acción por el cambio
climático, con hechos simbólicos, como éste, y cometiendo actos de
desobediencia civil también. Por ejemplo, se hizo arrestar frente a la Casa
Blanca para protestar por la construcción de un gigantesco oleoducto, llamado
Keystone XL, lo que fue un ícono de la lucha climática. ¿Qué impacto tiene el movimiento de la desinversión? Cuando ves
gente como Mark Carney, el gobernador del Banco de Inglaterra, hablando del
peligro para inversores que siguen poniendo dinero en un modelo de negocios que
tal vez ya no sea viable, ves el impacto. Pero la desinversión nunca puede ser
un reemplazo para las políticas de los gobiernos. Creo que hay que crear las
condiciones para capturar la rentabilidad de las petroleras y financiar una
transición de los combustibles fósiles a energías limpias. No creo que los
combustibles fósiles vayan a ser tan rentables por tanto tiempo. Estamos viendo
el ocaso de los días de esa gran rentabilidad. La energía no será el sector que
convierta a la gente en mega millonarios. Pero el capitalismo necesita de estos
grandes negocios. ¿Qué pasará? El argumento que hago en mi libro es que esta es
una oportunidad para tener un modelo económico más equitativo. Se puede hacer
suficiente dinero con las energías renovables como para sostener comunidades y
pagar salarios dignos. Pero no como para crear esa clase de exceso de capital,
con el que ha contado, por ejemplo, Exxon. Creo que es criminal hacer miles de
millones en ganancias. Fuente: Clarín. ENVIADO EN RED FOROBA
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