Las guardaparques: mujeres que se arriesgan para cuidar el
patrimonio natural
Viven en parques nacionales en zonas inhóspitas; comparten
su pasión por la biodiversidad y el medio ambiente; la soledad y el aislamiento
son dos de los mayores desafíos cotidianos
María José Lucesole
LA PLATA.- Sol Mut Coll, Gisela Muller y Catalina Martínez
trabajan en los rincones más inhóspitos de la geografía argentina: en La Rioja,
en Salta y hasta en la Antártida. Las tres son guardaparques nacionales.
Comparten la pasión por la naturaleza y la conservación del ambiente aun en las
condiciones más extremas.
Ellas, como todos los guardaparques nacionales que hoy
conmemoran su día, viven de manera trashumante con el objetivo de cuidar el
patrimonio natural.
A los 23 años, recién recibida, Sol Mut Coll se fue a vivir
aislada en el interior del Parque Nacional Lanín. "Nunca había vivido
sola. Y de pronto estaba en el medio del bosque. Tenía que entrar a incendios o
rescatar heridos en las montañas", relata. A lo largo de su carrera
profesional enfrentó retos como vientos fuera de control a bordo de una lancha
o el peligroso rescate de personas en los lagos del Sur.
"Los desafíos nunca me pesaron. Elijo el contacto con
la naturaleza", sostiene Sol Mut Coll, que en la actualidad está destinada
en el Parque Nacional Talampaya, que es patrimonio de la humanidad.
En el transcurso de 19 años de carrera, Sol Mut Coll formó
una familia con otro guardaparques, Marcelo, tuvo tres hijos y rotó por los
parques nacionales Lanín, Perito Moreno y Quebrada del Condorito. En 2009 fue
una de las dos primeras mujeres guardaparques en participar de una campaña de
verano en la Antártida.
Compartió ese hito con Catalina Martínez, que ahora está de
regreso en el continente blanco; se encuentra en las islas Orcadas. Llegó en
enero pasado, en una campaña que ya la tiene nueve meses separada de su hija.
"La soledad a veces pesa. Es duro saber que no se puede volver",
admite.
Su voz se siente relajada. "Es un privilegio estar en
este continente reservado a la ciencia y a la paz", dice desde una zona
donde la temperatura desciende hasta 27° C bajo cero y apenas un poco de musgo
verde corta el blanco absoluto de la nieve.
Catalina Martínez estudia a los pingüinos. La misión es en
condiciones extremas, dado que no se puede volver al continente hasta que
finaliza la campaña. "Cuando uno está decidido, todo es posible",
afirma.
Desde los 15 años tuvo claro que quería ser guardiana de la
naturaleza y nada la detuvo. Nacida en Punta Alta, provincia de Buenos Aires,
pasó por los parques nacionales Nahuel Huapi, Lanín y Laguna Blanca antes de
llegar a la Antártida.
Catalina Martínez puso su esfuerzo. Como todos los
aspirantes que pasan por la escuela de capacitación, tuvo que aprender a
manejar motores de explosión, motores de dos tiempos, cables, antenas... Todas
las herramientas para tener autonomía en situaciones adversas y de extrema
soledad.
"Hay que estar preparados para vivir en la naturaleza
más extrema", sostiene. Y añade: "A veces la distancia o la soledad
pesan. Para mí, es un enorme placer".
Gisela Muller también es agente de conservación. Estuvo
destinada en los parques de Iguazú, Lihué Calel, Calilegua, Nahuel Huapi,
Baritú y Mburucuyá, antes de regresar a Baritú. Nunca le pesó andar por todo el
territorio nacional. "Este trabajo es privilegiado. Te da la oportunidad
de vivir en los mejores lugares de la Argentina", afirma.
Georgina Carattoni Di Paoli es aspirante a guardaparques y
anhela tener una vida tan apasionante como la de Sol, Catalina o Gisela.
Estudia en la Coordinación de Capacitación de la Administración de Parques
Nacionales en Embalse, Córdoba. Es una de los 30 que pronto egresarán para
formar este cuerpo de guardianes de la naturaleza.
"Hay que tener una enorme vocación para sortear el
ingreso", dice Georgina Carattoni Di Paoli. El proceso de selección para
ingresar en la institución incluye pruebas de natación y de flotación,
mantenimiento de vehículos y medidas de seguridad, capacidad de conducción en
diferentes terrenos, manejo de equinos y evaluación del perfil psicológico.
En los próximos meses se abrirá una convocatoria para
seleccionar 30 aspirantes. Los 216 guardaparques nacionales que hoy tiene el
país no son suficientes para custodiar las 46 áreas protegidas, pese a que
existen otros 302 guardaparques de apoyo y 315 brigadistas.
El Gobierno se comprometió a duplicar en los próximos años
la superficie de áreas protegidas, acompañado por un cuerpo de guardaparques
acorde con este nuevo escenario.
Hoy, la Administración de Parques Nacionales, presidida por
Eugenio Bréard, celebrará los 83 años de la ley que dio nacimiento a la
actividad con un acto en Iguazú, el parque nacional más visitado de la
Argentina.
Sol Mut Coll
Foto: LA NACION
"Nunca antes había vivido sola. Y de pronto estaba en
medio del bosque. Los desafíos nunca me pesaron. Elijo el contacto con la
naturaleza"
Destinos: Lanín, Perito Moreno, Quebrada del Condorito y la
Antártida
Catalina Martínez
Foto: LA NACION
"Hay que estar preparados para vivir en la naturaleza
más extrema. A veces la distancia o la soledad pesa, pero para mí es un enorme
placer"
Destinos: Nahuel Huapi, Lanín y Laguna Blanca
Gisela Muller
Foto: LA NACION
"Éste es un trabajo privilegiado, te da la oportunidad
de vivir en los mejores lugares de la Argentina"
Destinos: Iguazú, Lihué Calel, Calilegua, Nahuel Huapi y
Mburucuyá
Los números de la
actividad
216 Guardaparques
Es la cantidad total que hay en nuestro país, de los cuales
56 son mujeres. A esa dotación se suman 302 guardaparques de apoyo y 315
brigadistas
46 Áreas protegidas
Distribuidas en todo el país, desde el primer parque
nacional, el Nahuel Huapi, de 710.000 hectáreas, creado en 1934 porque el
perito Francisco P. Moreno legó esa superficie para ese fin
30 Aspirantes
En los próximos meses, se abrirá una nueva convocatoria para
interesados en convertirse en guardaparques, ya que el Gobierno prevé duplicar
las superficies protegidas TOMADO DE LA NACION DE AR
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