lunes, 5 de agosto de 2013

PEZ REGENERA TEJIDO CARDÍACO podría ayudar en infartos

 Un pez que regenera su corazón podría salvarnos de morir por infarto
Científicos investigan el asombroso corazón de los peces cebra, que tiene una capacidad única para recuperarse de lesiones
Los peces cebra con sus rayas características. (Agencia Materia)
En Madrid, a cientos de kilómetros de la playa más cercana, es difícil estar rodeado por 15.000 peces, pero la bióloga Nadia Mercader se pasa así los días. Ella y su equipo son, literalmente, unos rompecorazones. El Consejo Europeo de Investigación les acaba de conceder 1,5 millones de euros para que en los próximos cinco años destruyan el corazón de cientos de peces cebra de su acuario.
Mercader, del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), tiene la conciencia muy tranquila. Los peces cebra, unos animales de unos cuatro centímetros con el cuerpo surcado por rayas, muestran un comportamiento prodigioso. Al cortar la punta de su minúsculo corazón con unas tijeras, el órgano se vuelve a regenerar, incluso cuando son adultos. “Es una capacidad que se pierde en los mamíferos, pero se mantiene en el pez cebra”, explica Mercader. Los peces con el corazón partido y regenerado viven el mismo tiempo que los ejemplares que no reciben el tijeretazo.
En 2011, el grupo dio un paso más allá y mostró que los peces cebra también pueden sobreponerse a un infarto de miocardio brutal. Los investigadores aplicaron nitrógeno líquido, a una temperatura cercana a 200 grados bajo cero, en el corazón de decenas de estos animales de laboratorio originarios de países asiáticos como India y Pakistán. La herida generada, a la que Mercader llama “criolesión”, es lo más parecido a un infarto que se puede conseguir en un pez: las células mueren y se forma una cicatriz.
En el caso de un ataque al corazón de un ser humano, es un coágulo el que tapona la llegada de sangre a una zona del órgano, provocando la muerte del músculo. El ataque cardíaco deja una cicatriz para siempre que dificulta el normal latido del corazón, dejándolo débil y susceptible a un fallo total. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud, en 2008 murieron 17,3 millones de personas por un infarto, ya fuera cerebral o de miocardio.
COPIAR A LA NATURALEZA
Lo sorprendente es que, tras el falso infarto a base de nitrógeno líquido, el corazón del pez cebra es capaz de reabsorber la cicatriz y de regenerarse. En la cafetería del CNIC, Mercader muestra espectaculares imágenes de uno de estos corazones: “Al cabo de 130 días la lesión desaparece”.
“Queremos entender cómo ocurre este proceso en la naturaleza y queremos copiarlo, con la idea de extrapolarlo en humanos a largo plazo”, señala la bióloga. Como mostró el genoma del pez cebra, publicado en marzo, esta especie y los seres humanos compartimos el 70% de la información genética y más del 80% de los genes responsables de enfermedades. Identificar los genes que permiten al pez cebra borrar la cicatriz de un infarto y regenerar su corazón permitiría intentar activar estos genes en ratones y en cerdos de laboratorio, con la vista puesta en futuras terapias para personas.
Un tratamiento para regenerar el corazón humano está todavía muy lejos, si es que alguna vez llega a existir, pero hay esperanza. A comienzos de este año científicos de EEUU consiguieron, mediante la inyección de un cóctel de sólo tres genes, reprogramar las células de las cicatrices generadas por infartos en ratones. Las cicatrices se convirtieron, parcialmente, en músculo saludable.
De momento, es sólo una prueba de concepto. “La teoría es que si sufres un infarto, durante la operación tu médico puede inyectar estos tres genes dentro del tejido de la cicatriz y convertirlo en músculo otra vez”, explicaba en un comunicado Todd Rosengart, cirujano del Colegio Baylor de Medicina, en Houston (EEUU).
Hace dos años, otro equipo de investigadores demostró que las crías de ratón podían regenerar su corazón tras una lesión. Los científicos, encabezados por el biólogo molecular Eric Olson, de la Universidad de Texas, amputaron el 15% del corazón de los ratones un día después de que nacieran. Tres semanas más tarde, el músculo del órgano se había recuperado. Los ratones habían construido corazón nuevo. Sin embargo, esta capacidad desaparece en los mamíferos adultos. Una persona apenas puede recambiar cada año el 1% de las células de su músculo cardiaco, un ritmo insuficiente para reparar una lesión. Los seres humanos tenemos mucho que aprender de los peces cebra.

Tomado de el comercio de Perú 

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