Nuestra mesa, víctima
silenciosa del cambio climático Cada vez más latinoamericanos están modificando
su dieta en función de los granos que han sobrevivido la degradación del suelo
Foto Un agricultor en Chimaltenango, Guatemala. / MARÍA
FLEISCHMANN
El nuevo éxito de
taquilla Interestelar, de Christopher Nolan, describe un futuro sombrío donde
ya no se puede cultivar otra cosa que no sea maíz. La influencia de la
actividad humana ha alterado el clima con tanta fuerza que la mayoría de los
granos no resisten las inclemencias del viento, de la lluvia o de la sequía. Tal
vez el escenario que describe esta película no sea tan lejano ni tan
alternativo como pensamos. Cada vez más latinoamericanos están modificando su
dieta en función de los granos que han sobrevivido la degradación del suelo o
las inundaciones, y otra gran parte se ha quedado sin la base de su
alimentación básica: la última sequía en Centroamérica puso al borde de la
hambruna a dos millones de personas. El impacto más directo es en países como
Paraguay o Nicaragua donde hay muchas familias auto consumidoras"
Los vaivenes del clima también pueden dejar sin trabajo a
muchos pobladores. A nivel macroeconómico, el impacto no es menor: el sector de
la agricultura da empleo a casi el 20% de la población en Latinoamérica y el
Caribe y representa el 21% del PIB regional.
1. No todos los shocks climáticos afectan de igual manera En
el Caribe, en Centroamérica y México los huracanes, las tormentas tropicales y
los vientos son los eventos climáticos que más afectan a los cultivos. El
fuerte viento afecta a los cultivos de coco y banana cuando se caen de los
arboles, dice Arias. Contrario a lo que se piensa, no necesariamente un huracán
genera pérdidas de las tierras, a menos que lleve consigo mucha lluvia.
Por otra parte, existen ciertos eventos aislados que afectan
a algunos pobladores. Según Arias, “una caída de granizo o una helada en zona
montañosa pueden afectar solo a un grupo pequeño. En América Latina hay mucho
microclima.”
2. La sequía, la peor
de todas
Los recursos de emergencia en general llegan tarde, no se
entrega lo suficiente para compensar las pérdidas" Sin embargo, hoy en
día, todo el mundo coincide en que la sequía es el evento que más castiga a la
región: desde Centroamérica, hasta Brasil, llegando a Argentina hay problemas
relacionados con la falta de lluvias, asegura Arias.
El experto comenta que la sequía no se da solo por algunas
horas o días, sino que pasa por etapas que implican meses. La última sequía del
Noreste brasilero se extendió por cuatro años. “Al cambiar de forma marginal a
incremental, la sequía no llama la atención hasta que la situación no da para
más y entonces se requiere de mecanismos de alerta temprana diferentes al de
fenómenos como inundaciones o huracanes”.
3. Los más pobres, en
la primera línea de combate Lo cierto es que ante estos escenarios, los
ingresos de los más pobres caen. Y si la producción baja, los alimentos cuestan
más caros. “Muchos agricultores que venden sus productos en el mercado se
benefician porque le sacan más provecho a ese producto, que está más caro, pero
muchos estudios indican que, por ejemplo, las sequías aumentan el nivel de
pobreza”, sentencia Arias. “El impacto
más directo es en países como Paraguay o Nicaragua donde hay muchas familias
auto consumidoras, diferente a la estructura de un pequeño productor en
Argentina o del sur de Brasil donde venden la mayor parte de lo que cultivan”,
resume. “Al no poder producir, estas familias rurales se quedan sin alimentos
para comer y, además, tienen que salir a comprar alimentos a precios más
elevados. Es un doble shock y son a los primeros a los que hay que ayudar.”
4. Sí, se pueden
prevenir las consecuencias del cambio climático De acuerdo a Arias, en la
actualidad los Gobiernos tienen dos mecanismos de gestión de riesgos. Uno es
mitigar el evento antes de que ocurra: mejores sistemas de riego, capacitar al
productor para un mejor drenaje de sus parcelas, invertir en investigación para
semillas resistentes, por ejemplo, plantas que consumen menos agua.
Otra forma es la respuesta a través de recursos de
emergencia, muy comunes en la región. Cuando hay una sequía o inundaciones se
aprueban recursos extraordinarios y de emergencia para los más vulnerables y
pobres. Sin embargo, esto no siempre funciona. “Los recursos de emergencia en
general llegan tarde, no se entrega lo suficiente para compensar las pérdidas y
el reparto muchas veces no es objetivo”, dice Arias. “Además, crean un
desincentivo para que se adopten mejores prácticas en las que el mismo gobierno
está invirtiendo”.
5. Y sí, hay
soluciones para evitar las pérdidas
“El clima está cambiando. Y esos eventos que hoy ya producen
grandes pérdidas e impacto en la pobreza serán cada vez más frecuentes y más
intensos”, anticipa Arias. “Hay que reestructurar una ayuda de emergencia previa.
Que el productor sepa qué va a recibir, cuándo lo va a recibir, y que entre en
un proceso de planificación que suceda antes del evento”. En este caso, Arias
se refiere a una forma transferencias condicionadas para el sector agrícola
como Procampo de México donde el productor recibe 100 dólares por hectárea y
este pago les permite reestructurar y diversificar su producción. “Y cuando hay
desastres se aumenta el pago. Es un refuerzo en momentos de emergencia”,
resume. Otra herramienta se trata de los intercambios financieros o swaps. Por
ejemplo, cuando hay un exceso de lluvia que afecta a la ciudad los productores
agropecuarios se benefician porque llenan sus reservas de agua, se transfieren
recursos de un programa que beneficia al campo a otro que beneficie a la
comunidad. Por otra parte, en México, Perú y Brasil los Gobiernos ofrecen
seguros agropecuarios para eventos catastróficos para cubrir los hogares
rurales más vulnerables, opción también disponible para los productores. María
Victoria Ojea es productora online del Banco Mundial enviado en red foroba
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