Wwoofing: una nueva,
y muy distinta, manera de viajar Una organización internacional con presencia
en más de 100 países propone recorrer el mundo intercambiando trabajo en
granjas orgánicas por alojamiento y comida; en la Argentina ya hay más de 160
chacras que brindan este tipo de experiencia Por Teresa Sofía
Buscaglia |
El Bolsón. En la
Granja Valle Pintado, Belén Frieria pone en práctica la agricultura
biodinámica. En el establecimiento que dirige junto con Alex Edleson tienen una
extensa lista de espera de Wwoofers. Foto: LA NACION / Teresa Sofía Buscaglia y
mercedes Herrán
"Hace dos años, mi prima Terry me habló de una forma
diferente de conocer un país, trabajando en establecimientos de agricultura
orgánica en muchos lugares del mundo. Cuando me gradué en la universidad, entré
en la página de Wwoof International y elegí la Argentina. Quería conocer
América del Sur, amo la naturaleza y algún día quiero tener mi propio
establecimiento en Connecticut, donde vivo, para dedicarme a la producción de
miel. Aprendí muchísimo durante estos meses acá", cuenta la norteamericana
Lauren O'Neill, de 23 años, que viajó con una amiga y desde octubre recorre la
Argentina, Uruguay y Chile siguiendo una ruta de granjas y chacras que las
reciben como voluntarias. Wwoof viene de World Wide Opportunities in Organic
Farms (Oportunidades internacionales en granjas orgánicas), una organización
internacional que abarca más de 100 países, y que invita a trabajar y vivir en
establecimientos que desarrollen actividades sustentables: permacultura,
construcción viva, alimentos orgánicos y un estilo de vida en armonía con el
entorno natural que los rodea. Wwoof viene de World Wide Opportunities in
Organic Farms (Oportunidades internacionales en granjas orgánicas), una
organización internacional que abarca más de 100 países, y que invita a
trabajar y vivir en establecimientos que desarrollen actividades sustentables El
intercambio es trabajo en la granja por casa y comida, no hay dinero de por
medio. La idea nació en Londres, en 1971, cuando Sue Coppard, una secretaria,
invitó a unos compañeros a una granja orgánica en las afueras de la ciudad. La
pasaron tan bien que repitieron la experiencia y más personas quisieron
participar. Armaron una organización que llamaron Working Weekends on Organic
Farms (Trabajando los fines de semana en granjas orgánicas) y con el tiempo
cambiaron su acrónimo al actual, que los identifica mejor. La mayoría de los
voluntarios son jóvenes, graduados universitarios, que quieren hacer una
experiencia viajera diferente de la de los mochileros que paran en hostels y se
mueven con paquetes turísticos diseñados para ellos. Los que lo eligen buscan
conocer las culturas de las sociedades que visitan en forma más profunda, en
una convivencia en la que se construyen lazos más sólidos y en donde el
intercambio es más espiritual que monetario. Nyasha Weinberg es británica,
tiene 24 años y trabaja como empleada gubernamental en Londres. Quería visitar
el país de Borges y Sabato, y aprender el español en contacto con la gente.
Está muy comprometida con el estilo de vida sustentable y en Yporá, un
establecimiento en la segunda sección de las islas del Delta, pudo aprender
sobre construcción en adobe y agricultura orgánica.
"Como Wwoofer uno se queda por largos períodos y hay oportunidad
para desarrollar relaciones humanas más profundas y duraderas. Los hostels
generalmente están ubicados en el centro de grandes ciudades y no permiten
conocer el país por dentro, como yo lo conocí. Estuve en una isla en el Delta,
uno de los lugares más hermosos que haya visitado, y nunca lo hubiera
encontrado si no hubiera sido por Wwoofing, ya que no está en la lista de las
«10 cosas para hacer» que presentan las guías de turismo", reflexiona. En
marzo retornará a Londres para seguir trabajando como maestra, pero desea
volver a la Argentina cada dos años, visitar Yporá y ver cómo avanzan las obras
que se realizan allá. Sueña con construir un lugar parecido en su país. El
sistema de Wwoofing funciona de manera muy simple: el voluntario accede a la
página web de la organización, completa un formulario y paga anualmente una
suma cercana a los 38 dólares para acceder a toda la información que cada país
le ofrece para contactar a sus granjeros y agricultores asociados. Una vez que
se pone en contacto con el que elige, acuerda libremente cuándo y cuánto tiempo
establecerse y qué deberá llevar, así como las condiciones del lugar y las
reglas de convivencia que tengan.
Los voluntarios deberán trabajar de 4 a 6 horas en el
establecimiento a cambio de casa y comida. Andrew Strange es el Director de
Wwoof Internacional, tiene una pequeña oficina en Nueva Zelanda y trabaja
solamente con tres personas más. Es granjero orgánico, igual que su mujer, que
fue criada en una chacra Wwoof. Ambos desean que todos conozcan el estilo de
vida en lugares así. Él describe una relación de mucha libertad de acción entre
las partes, lo que les permite alargar o acortar los tiempos de estadía. Pero
no deja de remarcar que en caso de mala conducta les llega la denuncia por la
página web y comienzan una investigación que puede llevar a la desvinculación
de algunas de las partes. "Hay cerca de 11.000 granjas alrededor del
mundo, la mayoría autosustentables. Algunas hacen mucho esfuerzo para
sostenerse económicamente y este tipo de intercambio es muy bueno para
ellas", aclara. En el país no hay oficina, sólo se contactan por la página
web y allí se establece la comunicación con los anfitriones.
El espíritu que une a todos los wwoofers entrevistados por
LA NACION es el mismo: conocer la Argentina en profundidad, compartiendo con la
gente su día a día, aprendiendo nuestro idioma y nuestra cultura. Hay 160
granjas y chacras desparramadas por todo el territorio e invitan a las más
diversas experiencias. La Patagonia concentra la mayor cantidad de lugares,
seguida por Mendoza, Salta y Buenos Aires. La pampa húmeda no deja de
deslumbrar a aquellos que vienen con la mítica imagen de los infinitos amaneceres
y atardeceres en llanuras sin fin, así como la sorpresa de encontrarse con uno
de los deltas más bellos del planeta. Estas imágenes abundan de a miles en las
redes sociales de todos los que quieren mostrarle al mundo estos paraísos que
descubren viajando y que no están en las clásicas fotos de las agencias de
turismo. Yporá. Los wwoofers que se
hospedan durante varios meses en el Delta, en un ámbito construido para
realizar talleres y retiros, quedan deslumbrados con la belleza del Paraná y de
sus islas. Foto: LA NACION / Fotos de Teresa Sofía Buscaglia y Mercedes Herrán
En Chascomús, provincia de Buenos Aires, Gabriel Logarzo,
junto con su compañera y otros amigos más, construyó Apakacha ("la tierra
de acá"), un espacio de formación holística, con cabañas de construcción
natural y donde se dictan talleres de diferentes saberes y religiones. Tienen
constantes visitas de wwoofers que vienen a aprender sobre huerta orgánica,
cocina vegana y construcción viva. Muchos de ellos se han quedado más de lo
planeado porque disfrutan de la cotidianeidad como una celebración diaria, cuyo
momento más importante es el almuerzo y el intercambio de experiencias. La
gente de la ciudad también se va acercando lentamente a esta nueva propuesta
cultural. "El pueblo de Chascomús nos recibió muy bien. La presencia de
los wwoofers en la vida social de la comunidad es llamativa y enriquecedora.
Ellos aprenden nuestro idioma y nosotros aprendemos lo que ellos nos vienen a
mostrar. La actividad empieza temprano con yoga y meditación a las 7 AM,
desayuno a las 8 y luego comienza el trabajo, coordinado semanalmente por
alguno de nosotros, hasta las 13, cuando nos reunimos a almorzar. Luego de una
siesta, trabajamos unas horas más y, luego, el descanso. No he tenido problemas
jamás porque si hacemos las cosas desde la intención positiva, desde el amor,
todo se va integrando", describe Gabriel, que en este momento cuenta con 4
wwoofers: Luigi Galiazzo, de Italia, Bruno y Mónica Figueiredo, de Brasil, y
Charlie Thäsler, de Alemania. La filosofía Wwoof está claramente unida a una
filosofía que se opone al consumismo, no sólo porque la base económica que lo
sustenta es un trueque de trabajo físico y enriquecimiento espiritual, sino
porque los lugares en los que los anfitriones los albergan están construidos
con valores que defienden un estilo de vida sustentable, en el que la relación
entre el hombre y la naturaleza sea de respeto y agradecimiento, no de
utilitarismo y abuso. El consumo de alimentos se realiza de acuerdo con su
época de producción y la geografía del lugar. Su elaboración es en forma natural
(la mayoría de los granjeros son vegetarianos, veganos o crudiveganos). Todo
esto busca alejar lo tóxico de nuestra alimentación diaria y la idea es
propagarlo para que se haga hábito en todos los que quieran aprender a
alimentarse en forma más natural y sana.
Diferente es el caso de Juan Laso, fundador de Las Tierras
de Avalon, en Canning, provincia de Buenos Aires. Con una familia en
"construcción" (cuatro niños que van de los 6 años al mes de vida),
el espacio construido se va ampliando constantemente y la ayuda de los wwoofers
es fundamental: ellos aprenden de agricultura y construcción, además de
disfrutar de un intercambio cultural intenso, y él con su familia va avanzando
con el proyecto comunitario, abierto a todo aquel que quiera acercarse. Yporá. Cédric Allain (a la izquierda),
francés, de 23 años, atraviesa junto con un compañero de viaje el ambiente
boscoso del Delta, donde vivió experiencias gratificantes y diferentes de lo
que conocía. Foto: LA NACION / Fotos de Teresa Sofía Buscaglia y Mercedes
Herrán
Inés Lopez Crook, junto con su familia, construyó Yporá, en
las islas del Delta, un lugar que lentamente servirá para encuentros, talleres,
retiros y hospedaje con fines educativos. Uno de los muchos wwoofers que ya
pasaron por allí es Cédric Allain, un francés de 23 años, que dejó su máster en
finanzas en París para hacer un viaje lo más lejos posible de Francia. Había
conocido el Wwoofing en Nueva Zelanda, pero su experiencia no había sido buena.
En la Argentina, en cambio, destaca lo mucho que aprendió junto a Inés y su
familia durante los tres meses que se quedó con ellos. "Tuve una
experiencia maravillosa. Encontré mucha gente interesante, aprendí mucho y viví
en plena naturaleza. En Nueva Zelanda mi experiencia fue muy mala. No había
intercambio ni comunicación. Lo viví más como un trabajo gratis que como una
experiencia de aprendizaje", describe. Como todo sistema, el Wwoofing
también tiene sus sombras. Cedric vivió algo que es un riesgo posible dentro de
las buenas intenciones que encierra esta modalidad de viaje: el abuso de los
anfitriones en lo que exigen de los voluntarios y las malas condiciones de
vivienda, aseo y alimentación que puedan ofrecerles. Hay distintos foros que
informan sobre estas cosas para denunciar los casos que trasgreden las normas
tácitas de este encuentro entre ambas partes. Lo importante es informarse muy
bien sobre el lugar en el que uno se va a establecer y buscar la opinión de
wwoofers que ya hayan pasado por allí. Otro de los riesgos de la falta de
información es tomar esta vivencia como algo fácil, liviano, una forma
"alternativa" de hacer turismo. Es una vivencia que requiere mucha
fortaleza física, tolerancia y respeto por la diversidad cultural. El Wwoofer
va a vivir a la casa de una familia que le abre las puertas de su hogar y que
eligió vivir en armonía con la naturaleza, generalmente con un estilo de
alimentación sana y con prácticas religiosas diversas. Es importante saber
respetar esto y no agredir con costumbres o miradas diferentes de cómo hacer
las cosas.
En el camino a un mundo más armonioso, con más conexión
entre la gente, con menos impacto ambiental, el Wwoofing es un paso, un avance
que permite que todos aquellos que quieran vivir en comunión con el medio
ambiente y con su entorno social puedan encontrarse a lo largo y ancho del
planeta. Así la comunidad se agrandará. "Piensa globalmente, actúa
localmente", planteó en 1915 Patrick Geddes, un activista que en su libro
Ciudades en evolución ya planteaba una forma diferente de pensar la vida
urbana. Un siglo más tarde, la humanidad empieza a sentirla más posible. Tomado
de la nación de ar
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