El progreso y el
pesimismo, por Ian Vásquez
Nunca en sus cientos de miles de años de historia ha vivido
la humanidad tan bien. (Foto
referencial: Karen
Zárate / Ian Vásquez Instituto Cato
En poco más de una semana empieza en Lima la gran
conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. Será un foro en
que los participantes se declararán alarmados por el peligro medioambiental que
vive el planeta y por la necesidad urgente de medidas oficiales por salvaguardar
la humanidad.
El mensaje será consistente con la idea, muy difundida, de
que el mundo está empeorando en un sinnúmero de aspectos, y probablemente en
general. Independientemente de lo que uno piense sobre el cambio climático, ese
pesimismo choca con la realidad. Nunca en sus cientos de miles de años de
historia ha vivido la humanidad tan bien. Y las últimas tres décadas han
generado un progreso sin precedentes, especialmente para el mundo en
desarrollo.
El profesor Steven Pinker, de la Universidad de Harvard, uno
de los más destacados psicólogos del mundo, documenta que a nivel global, toda
forma de violencia ha caído notablemente en los últimos dos siglos, produciendo
el mundo más pacífico que hasta ahora ha conocido la humanidad. Y aun así, las
encuestas muestran que la gente piensa que el mundo se ha vuelto mucho más
violento.
Casi cualquier indicador –mortalidad infantil,
alfabetización, pobreza, esperanza de vida, acceso a tecnología, nutrición,
etc.– ha mejorado en los países pobres de manera inédita en las últimas
décadas. Si todo está mejorando, ¿por qué tanto pesimismo? Según el profesor
Pinker, se debe a sesgos emocionales y cognitivos que los medios acentúan.
Las personas tienden a sentir las malas noticias y las
pérdidas de manera más aguda y por un período más extendido, por ejemplo, que
las buenas noticias. Durante casi toda la historia evolutiva de los humanos, el
costo de no reaccionar adecuadamente a una posible amenaza era muy superior al
costo de sobre-reaccionar. En un mundo más seguro y próspero, esos costos han
cambiado, pero nuestra manera de pensar no tanto. Pinker dice que esto implica
que nuestra psicología actual es más sensible al peligro de lo que debía ser.
Hay una percepción que comparten muchos y esa es aquella de
que ya no estamos viviendo en los buenos tiempos. Es un espejismo que la gente
ha manifestado durante la historia humana. Esto también implica confundir
cambios en la vida de uno con lo que ocurre alrededor de uno. A la medida que
envejecemos y maduramos, nos volvemos más sensibles a los defectos del mundo y
a posibles amenazas a la vez que asumimos más responsabilidades. La vida se nos
dificulta en el plano individual, pero eso no quiere decir que empeora el
mundo.
Pinker dice que, además, la psicología de la gente hace que
compita por la autoridad moral. Los que critican son considerados más
moralmente comprometidos que los que justifican. La gente también se identifica
con “tribus morales”, de manera que hay razones poderosas por las cuales la
gente piensa que el mundo está empeorando.
La brecha entre la percepción y la realidad del estado de la
humanidad tiene explicaciones cognitivas. Una es que las cosas más memorables
aparentan ser más probables. Y lo negativo y catastrófico es memorable. Por eso
la gente se preocupa mucho más por accidentes aéreos, que son muy poco
probables, que por las electrocuciones, que son mucho más comunes.
Dado que la prensa reporta las malas noticias y muy poco las
buenas noticias –porque eso es lo que vende mejor– se magnifican todavía más
las percepciones negativas que la gente suele tener acerca del mundo en el que
viven.
A la hora de evaluar la condición de la humanidad, sus
retos, posibles amenazas y respuestas a ellas, es prudente tener muy en mente
los sesgos psicológicos que según Pinker explican un exceso de pesimismo en el
mundo de hoy. Tomado de el comercio de Perú
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