domingo, 20 de marzo de 2016

LA MEJOR MAESTRA DEL MUNDO

 Las invencibles rosas del desierto Fernanda Sández Es la rosa de Jericó. O la flor de la resurrección, como también se la llama. Crece en el desierto y cuando el sol la achicharra y la vuelve una madeja espinosa, ella se lanza a rodar. Hasta que algo parecido a un milagro (una lluvia) la enciende entera. Y si por ventura vuelve a llover, la rosa desprenderá sus semillas. Con los días, volverá a secarse y a rodar, pero no importa. Ya ha resucitado. Ya es miles. Ya es invencible. Hanan al Haroub, palestina, acaba de ser elegida como la "Mejor Maestra del Mundo 2016". Cuando el papa Francisco pronunció su nombre, supo que había ganado el premio y un millón de dólares para seguir educando en la paz a niños nacidos, criados y arrasados por la guerra. Consciente de que a niños así de excepcionales no se les puede enseñar de un modo convencional, desarrolló un método basado en juegos y situaciones que les permiten aprender a resolver los conflictos sin agresión. En su escuela, los conflictos han descendido desde que algunas de sus ideas comenzaron a rodar, como la rosa del desierto. Ana Zabaloy es maestra de la A a la Z y tal vez por eso, aunque acaba de jubilarse, sigue hablando de la escuela rural n° 11 de Areco, en la que trabajó por años, como si fuera su familia. Allí, en medios de campos fumigados a repetición y a lo largo de todo el año está "su" escuelita, con "sus" chicos adentro. "Están envenenando el viento", le advirtió un día un nene, apenas olió el aire contaminado. Cuando Ana salió al patio, una ráfaga de 2-4 D (uno de los herbicidas que se usó durante la guerra de Vietnam en la Operación Ranch Hand) le tocó la cara. Tuvo una hemiparestesia (la mitad de la cara le quedó paralizada por días), pero también una certeza: había que hacer algo. Le sugirieron que ella y sus chicos se fueran. "Son tan poquitos que mejor se van al pueblo a estudiar", dijeron. Ella supo entonces que esa escuelita ahí, plantando bandera en medio del campo, era el último trozo de Estado para esos veinte nenes a la deriva. Ana diseñó un proyecto escolar sobre medio ambiente, y sobre lo que les pasa a las personas y a los animales expuestos a los plaguicidas. Los chicos investigaron, dibujaron, hicieron. La escuelita está, todavía hoy, saturada de hermosas mariposas de tela. Armaron además un jardín con plantas que atraen a las mariposas reales. Aunque sin premio, Ana es también la mejor maestra del mundo. Como Hanan, como tantas otras, enseña a sus niños la única lección que de veras importa: que ellos también cuentan, aunque sean poquitos y estén allá en el horizonte. Que el camino no es la violencia, sino la educación. La voluntad de estar. Y que todo puede ser de otro modo, aun en el desierto. TOMADO DE LA NACION DE AR FOTO DEL FACE Dubai Cares

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