Bolivia Referéndum y extractivismo. Joan Martínez Alier
Tras el referéndum de Bolivia En América Latina la
izquierda, a pesar de tener muchos héroes de la justicia ambiental, no los
reconoce como suyos. Es lo que sucede con Evo Morales, Dilma Rousseff, Rafael
Correa o con Cristina Kirschner. Que a Santos, presidente de Colombia, no le
gusten los ecologistas me parece normal. Que en Honduras, Perú o México el
gobierno los persiga, también. ¿Pero que ellos, presidentes progresistas, los insulten y no
los reconozcan? Últimamente esos gobiernos nacional-populares
de América del Sur han preferido perder votos ecologistas y de izquierda antes
que aceptar que sus políticas extractivistas estén equivocadas.
"Extractivismo" se usa aquí como lo usan Gudynas, Svampa, Acosta :
una entusiasta política de exportación de productos primarios. Esos gobiernos
han atacado y atacan las ideas y las organizaciones del ecologismo popular. En
Bolivia el vice-presidente Alvaro García Linera se ha destacado en esta línea. Cristina
Kirschner perdió las elecciones sin tan siquiera pronunciar una palabra amable, aunque fuera a cambio de
unos pocos votos, hacia quienes en Famatina se oponen a la minería de oro a
cielo abierto, y sin reconocer la tarea de Andrés Carrasco y de las Madres de
Ituzangó en la denuncia de los daños a la salud por la fumigación con glifosato
en los cultivos de soya transgénica. A los ecologistas populares, no hay que
darles ni agua o en todo caso que sea agua contaminada. La mayor parte de los
votos contra Evo Morales y García Linera el 21 de febrero de 2016 los aportó
sin duda la derecha, bastante racista. Los partidarios del "sí" a la
reelección fueron en promedio más de izquierda y apoyan un gobierno, el de Evo
Morales, que es totalmente excepcional en la historia de Bolivia. Evo Morales y
García Linera se quedaron a pocos puntos del triunfo, algo menos de un 3 por
ciento. En este estrecho margen,
¿podemos atribuir una pérdida de votos de 2 por ciento a la arrogancia del
vice-presidente García Linera y a sus terribles insultos a los ecologistas por
la carretera del TIPNIS?; ¿tal vez otro 2 por ciento por haberse negado Evo
Morales a reconocer abiertamente su paternidad y actuar legalmente en
consecuencia, como cualquiera debe hacer sea obispo o presidente?; ¿y pongamos
otro 2 por ciento en la cuenta de la alarma por el cambio en la coyuntura
económica? Sin esos votos perdidos, el
gobierno hubiera ganado. En el campo ambiental, el neoliberalismo no será mejor
que el progresismo. Lo primero que ha hecho Macri en Argentina es dar más
ventajas a la exportación de soja y a las multinacionales mineras, suprimiendo
las “retenciones” (impuestos) a la exportación. El nuevo presidente de
Argentina se encamina por una senda sin futuro tanto o más extractivista que su
predecesora. Pero, ¿de dónde les viene a los "nac-pops" esta inquina
anti-ambientalista que comparten con los "neo-libs"? Hace 25 años que
me lo pregunto. El volumen de la extracción de materiales y también el de la
exportación aumento cuatro veces, en América Latina en conjunto, desde 1970 al
2008. Y se ha mantenido muy alto. Sin embargo, la balanza comercial (en dinero)
de Argentina, Colombia, Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador ha presentado saldos
negativos. Se exporta mucho (en toneladas) y sin embargo no se cubre el costo
de las importaciones. Esto no sólo conlleva más endeudamiento sino también más
extractivismo, a fin de cubrir el déficit, con lo cual entramos en una espiral
perversa. Bolivia entró en 2015 en déficit de la balanza comercial, el primero
tras doce años de saldos positivos. Se une en esto a casi todos los países
sudamericanos. El fracaso económico en 2014-16 de las políticas extractivistas
exportadoras es general. Lo mismo da que los gobiernos sean “neo-libs” o
“nac-pops”.
El nacionalismo popular sudamericano cometió un grave error
político al menospreciar la crítica de los post-extractivistas como Alberto
Acosta, Eduardo Gudynas, Maristella Svampa. Esta crítica tiene cuatro puntos
principales: la economía extractiva exportadora alcanza volúmenes físicos sin
precedentes y por tanto conduce como nunca antes a la destrucción de
ecosistemas y ataca la supervivencia de los habitantes locales; esta economía no es sostenible físicamente;
esta economía lleva a un déficit democrático, al imponer autoritariamente
decisiones gubernamentales conjuntamente con empresas nacionales o
multinacionales, criminalizando a los ambientalistas y prohibiendo en la práctica
las consultas populares; esta política económica, en fin, no es sostenible
económicamente porque el exceso de exportaciones puede llevar a un derrumbe de
los precios. Difícilmente habrá otra época de tanta alegría exportadora
primaria como la que hubo en Sudamérica hasta hace poco - sin que Alicia Bárcena y la CEPAL
advirtieran nada en contra. Es urgente que, de una vez, la izquierda
latinoamericana se vuelva ecologista. www.sinpermiso.info, TOMADO DE ENVIO EN
RED FOROBA
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