La década ganada en Perú.
En diez años redujo a la mitad la pobreza y duplicó el tamaño de su economía
MARTÍN BURBRIDGE Buenos Aires
El país que más ha crecido en América Latina luce tasas
realmente fuera de lo común, con 14 años de elevado crecimiento, baja
inflación, reservas crecientes, un sistema financiero saneado y un exitoso
proceso de integración con sus vecinos. Pero no todas son rosas en este ciclo
que recuerda en algunos aspectos a los 90 en la Argentina.
En estos tiempos en que se celebran las décadas ganadas,
vale la pena echarle un vistazo a lo que ha logrado Perú en estos últimos diez
años, porque sus estadísticas son bastante impactantes, tanto desde el punto de
vista macroeconómico como financiero y social. A tal punto que el país se ha
convertido en el líder de crecimiento de toda América Latina, con resultados
como haber reducido a la mitad el nivel de pobreza y haber duplicado el tamaño
de su economía en tan sólo una década.
El secreto del éxito peruano reside en una extraña
combinación de factores, entre los cuales se pueden incluir una coyuntura
internacional positiva, políticas públicas que beneficiaron la inversión y la
iniciativa privada y, lo más exótico del caso peruano, una clase política que
fue capaz de vencer prejuicios ideológicos para convertirse en la más
pragmática de la región. Esto permitió la obtención de consensos mínimos en
materia de políticas de Estado, algo que probablemente sea la condición más
importante aunque no suficiente de este éxito económico.
En ese sentido, llama la atención cómo lograron modificar
sus puntos de vista los dos últimos presidentes (Alan García y Ollanta Humala,
actualmente en ejercicio), quienes hicieron un giro de 180 grados en su forma
de ver el rol del Estado en la economía. García tuvo una primera presidencia
durante la segunda mitad de los años 80, la cual estuvo signada por un fuerte
intervencionismo público, pero que terminó desembocando en una severa crisis
hiperinflacionaria (similar a la de la Argentina de 1989) y la mayor caída del
PIB peruano en 50 años. En cambio, cuando en 2006 inició su segundo mandato,
abrazó el pragmatismo y mantuvo muchas de las políticas económicas de su
predecesor en el cargo (Alejandro Toledo), alcanzando parte del espectacular
crecimiento económico de esta última década (Perú se convirtió en una
extraordinaria historia de éxito, afirmó Barack Obama en 2010).
Y en cuanto a Humala, a quien García derrotó en 2006, era
considerado un extremista en materia de intervención del Estado (Tenemos que
defender nuestro país de la globalización, afirmó durante la campaña) que
lideró un golpe militar falllido en 2000, pero que llegado el momento de tomar
el poder, también abjuró de su fe socialista y se volvió tanto o más pragmático
que su antecesor. El Perú cambió y yo con él, afirmó el actual presidente,
uno de los impulsores de la Alianza del Pacífico, bloque comercial formado
por Perú, Colombia, Chile, México y Costa Rica que está negociando crear un
mercado de libre comercio, proceso de integración en el que el Mercosur quedó
rezagado.
Reducir el nivel de la pobreza del 54% al 27% en una década
(tres millones de peruanos dejaron de ser pobres para formar parte de la clase
media), mientras que los salarios crecían al 6% anual y la economía se
duplicaba de tamaño (se espera un crecimiento del 6,3% en 2013) no son cosas de
todos los días. Las estadísticas también muestran que de 1991 a 2011 (dos
décadas), el PIB por habitante se multiplicó por cuatro (de u$s 1.500 a
u$s6.000).
Números que impactan
Las causas de este círculo virtuoso tienen que ser buscadas
en una excepcional coyuntura internacional, gracias al formidable incremento de
la demanda de commodities por parte de China (Perú es hoy el tercer mayor
destino mundial de la inversión extranjera directa en minería, según
PriceWaterhouseCoopers), pero también en las políticas aplicadas, que
fomentaron la inversión privada (en 2012 cayó un 3,6% la actividad de fusiones
y adquisiciones en toda América Latina, excepto en Perú, donde creció más del
10%).
Las políticas de Estado que se mantuvieron a pesar de los
cambios de gobierno fomentaron el liberalismo económico (al estilo de los años 90
argentinos), con incremento de reservas internacionales (por la apreciación del
nuevo sol, la moneda peruana) y baja inflación. La llegada de IED también
potenció este crecimiento que ya lleva 14 años y el desarrollo de un mercado de
capitales (gracias también a la creación de un sistema de jubilación privada,
similar al que existió en la Argentina hasta 2008). El optimismo que hoy se
vive en la población lo marcan las encuestas: la mitad de los peruanos cree que
su país se convertirá en desarrollado antes del año 2025, según un estudio de
la consultora CCR.
Muchos economistas hablan del milagro peruano, pero a la
luz de otros casos anteriores en la región (como por ejemplo el milagro
argentino de los 90) conviene ser más cautos.
La comparación con la Argentina de la Convertibilidad no es
casual, más allá de que la moneda peruana no esté anclada al dólar. Porque la
contracara de este fabuloso crecimiento son algunas de las debilidades de aquel
modelo argentino.
En primer lugar, su excesiva dependencia de los commodities
(en el caso de Perú, minerales) puede generar problemas una vez que se revierta
el actual ciclo alcista. Pero además, la dependencia de la minería (representa
75% de las exportaciones) está generando problemas sociales relacionados con la
contaminación de las áreas explotadas; tampoco ha permitido reducir la brecha
de desigualdad socioeconómica, la cual se mantiene amplia entre las ciudades de
la costa (que sí aprovecharon el boom económico) y la población rural (si en
Lima hay solamente un 7% de viviendas sin agua potable, en la región más pobre
del país alcanza al 80%).
Para que el modelo se sostenga en el tiempo, hará falta
invertir más en educación y en mejorar las infraestructuras, que a la larga
impulsan la competitividad y el crecimiento sustentable. El ejemplo fallido de
la Argentina de los 90 puede servir para evitar el mismo desenlace.
Tomado de 5 días de Paraguay
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