Si cuidas la
naturaleza, cuidas la democracia Patricio Segura
La primera pregunta que a muchos viene a la mente es ¿qué
tiene que ver el medioambiente con la democracia?
Existe cierta adhesión generalizada a creer que los sistemas
democráticos sólo se sustentan en procesos políticos. Que para tener una
democracia robusta basta con reformar el sistema electoral. O que la democracia
se relaciona exclusivamente con la actividad partidaria.
Al contrario, desde la sociedad civil se entiende que el
sistema democrático se fortalece no sólo a través de las tiendas políticas, sino
también con una multiplicidad de mecanismos sin los cuales éste se desvirtúa.
Libertad de expresión y libertad de prensa son los más recurridos, sin embargo
existen otros menos reconocidos, pero igual o más importantes: transparencia y
control de la relación política-dinero, educación garantizada para la
ciudadanía, erradicación del clientelismo, igualdad de oportunidades para la
difusión de programas e ideas, revocatoria de mandato, voto programático, entre
otros ámbitos fundamentales.
Son preceptos cada día mejor entendidos y asimilados por la
ciudadanía, y ya no causan tanta sorpresa cuando alguien los plantea. No en
todos los casos, por cierto. Existen aún sectores a los cuales complica esto de
que la ciudadanía tenga tantos derechos, no se deje representar tan fácilmente
y quiera monitorear a los mandatarios en todo momento, y no cada cuatro u ocho
años. Pero si uno quiere ir más allá para entender cuán sensible
es la democracia a otros ámbitos, la cosa se complejiza. Por ejemplo, su
relación con la sustentabilidad ambiental. La primera pregunta que a muchos
viene a la mente es ¿qué tiene que ver el medioambiente con la democracia? Hay dos ejemplos originarios del debate socioambiental que
son paradigmáticos. Uno de ellos, el de los megaproyectos. HidroAysén pretendía instalar en la provincia Capitán Prat
entre 5 mil y 7 mil trabajadores en su peak de construcción, calculado en un
período de cinco años desde el eventual inicio de las obras. Como ya sabemos,
gran parte de ellos serían externos a la región de Aysén. Según el malogrado
último censo, la provincia Capitán Prat presentaba al año 2012 un total de
4.060 habitantes, desde recién nacidos hasta ancianos. Es decir, Endesa y
Colbún pretendían prácticamente doblar la población en un corto período de
tiempo. Pero ese impacto poblacional no sólo podía tener los
comúnmente reconocidos indeseados efectos sociales. La democracia local también
se vería distorsionada. Para entenderlo es preciso contar con algunas cifras:
el alcalde de Tortel, Bernardo López, salió electo en 2012 con 222 votos,
Patricio Ulloa de Cochrane con 952, y Roberto Recabal de O’Higgins con 129. Con
miles de trabajadores dependientes de una sola empresa, está claro el nivel de
incidencia que tendrían los ejecutivos de HidroAysén en los procesos
electorales locales. Esto, tanto por la presión a los actores políticos
actuales por el caudal de votos en juego, como por el proceso de postulación de
gente de su confianza a los cargos de representación popular. Aunque no crea,
ya ocurrió en Alto del Carmen donde la secretaria de Barrick Gold llegó a ser
alcaldesa de la comuna. Un segundo punto es que un medio ambiente sano es vinculante
con la democracia. En su obra “Rebasados (Overshoot)”, el autor William R.
Catton explica claramente cómo las democracias sólo son exitosas y pueden
cumplir con las expectativas humanas cuando existe un volumen y calidad de
recursos naturales al alcance de todos. En la medida de que haya exuberancia de
estos para cada individuo, nuestras instituciones pueden funcionar en
propiedad, de otra forma se irá instalando la ley de la selva o el sálvese
quién pueda. Las dictaduras, cuando son apoyadas por sectores mayoritarios y no
sólo producto de la imposición de unos pocos, se basan en ello. Más de alguien podrá decir que esto es una falacia, si
miramos a países como Estados Unidos o los europeos, que en general se
considera poseen sistemas políticos altamente democráticos a pesar de su
sobrepoblación. Suponiendo que es así,
eso es posible porque a pesar de haber superado la capacidad de carga de sus
propios territorios físicos, ésta es aumentada artificialmente a través de dos
mecanismos esenciales: Primero, producto de la sobreexplotación de la
naturaleza, esencialmente gracias a la energía fósil que extraen de la tierra.
Esto, en el fondo, es comerse la energía del sol depositada durante millones de
años en el subsuelo, robándole tales ahorros a las especies y humanidad del
futuro. Lo decimos sin considerar la contaminación que se produce en el
proceso. Y, en segundo lugar, lo logran a través de la ocupación virtual de
territorios fuera de sus límites. Cuando se comen una manzana de Sudamérica, en
el fondo están consumiendo el agua, el aire limpio y la energía del sol que cae
sobre este continente.
Al día de hoy este análisis se hace urgente. Donde no sólo la discusión sobre lo natural
es lo pertinente, sino también el sentido ético de hacer en común, de la
solidaridad contemporánea e intergeneracional. Porque si queremos una
democracia duradera, debemos poner atención a los procesos electorales de
distribución del poder –algo fundamental, por cierto- y también a otras
variables fundamentales.
Transitar hacia una sociedad renovable y sustentable es el
piso básico para la estabilidad de los sistemas políticos del futuro. TOMADO DE
QUINTO PODER POR SUGERENCIA DE ENVIO DE BOLETIN
GAL DE CHILE
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