POR PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA
Un robot espacial se posará sobre un cometa
Lo hará hoy, tras más de diez años de viaje interplanetario
a 450 millones de kilómetros de la Tierra. Tiene el tamaño aproximado de un
frigorífico y pesa unos 100 kilos. A la velocidad de la luz, los datos enviados
a la Tierra mediante señal de radio tardarán 28 minutos y 20 segundos en llegar
al centro de operaciones de la ESA.
Por Luis Torres de la Llosa, de AFP-NA
Un robot científico se posará sobre un cometa este
miércoles, por primera vez en la historia de la conquista espacial y tras más
de diez años de viaje interplanetario a 450 millones de kilómetros de la
Tierra.
Si todo sale como está previsto, el módulo de exploración
Philae se separará de la sonda espacial europea Rosetta y se posará en el
cometa 67P/Churyumov-Geramisenko.
Desde el 6 de agosto pasado, la sonda no habitada Rosetta se
desplaza a escasos kilómetros del cuerpo celeste, acompañándolo en su
desplazamiento a medida que se aproxima al Sol.
El módulo Philae permitirá explorar directamente el núcleo
del cometa, es decir la parte sólida que por el efecto de la radiación solar
genera la “coma” o cabellera y deja una cola visible de gases y polvo.
El cometa se encuentra actualmente viajando entre las
órbitas de Júpiter y de Marte. Mide unos cuatro kilómetros de diámetro, con una
forma irregular, semejante a la de un pato de juguete para la bañera.
A causa de su tamaño reducido, el cometa apenas genera
fuerza de gravedad, por lo que será suficiente un leve impulso mecánico desde
la sonda Rosetta para lanzar la operación de aproximación de Philae: siete
horas de lenta caída libre que alcanzará la velocidad de un metro por segundo
en el momento del impacto.
El descenso comenzará a las 08H35 GMT de este miércoles y se
espera que hacia las 16H00 GMT del mismo día se tengan las primeras
informaciones del contacto con el cometa.
A la velocidad de la luz, los datos enviados a la Tierra
mediante señal de radio tardarán 28 minutos y 20 segundos en llegar al centro
de operaciones de la Agencia Espacial Europea (ESA) en Darmstadt, Alemania.
Posibles sorpresas
Repleto de instrumentos de observación, Philae carece de
sistema de desplazamiento autónomo, tiene el tamaño aproximado de un
frigorífico y pesa unos 100 kilos.
La superficie del cometa está cubierta de polvo, su
temperatura es de unos 70 ºC bajo cero y nada garantiza la ausencia de
imprevistos. Se desconoce con qué se va a topar exactamente el robot y si la
superficie del cometa será blanda como ceniza o dura como la roca o el hielo.
El lugar en la superficie del cuerpo celeste escogido para
posar al módulo fue bautizado como Agilkia, un nombre que hace referencia al
Antiguo Egipto, al igual que Philae, la isla del Nilo donde estaban los
jeroglíficos que permitieron descifrar la piedra de Rosetta.
Se trata de una zona no exenta de trampas, con cientos de
rocas de entre 50 cm y 50 metros de diámetro y pendientes superiores a los 30º,
por lo que el módulo tiene un 18% de probabilidades de caer en un lugar
impropio.
Los instrumentos de observación de Philae comenzarán a
operar durante la caída y el robot enviará imágenes del periplo incluso antes
de posarse.
A lo lejos, la sonda Rosetta vigilará el comportamiento de
su módulo de exploración y tendrá la capacidad de corregir ligeramente la
posición de caída.
Para evitar que rebote sobre la superficie del cometa,
Philae está dotado de un sistema de arpones en las patas destinados a asegurar
su amarre inmediato. Pero nada garantiza que no termine hundiéndose en una
superficie que finalmente resulte ser demasiado blanda.
Sembrando vida
entre los planetas
El contacto en el
espacio se producirá tras una odisea de más de una década y 6.400 millones de
kilómetros de recorrido interplanetario, que costó 1.300 millones de euros.
El viaje espacial
iniciado en marzo de 2004 empezó con la sonda sobrevolando varias veces Marte y
la Tierra para tomar impulso utilizando la fuerza gravitacional de los planetas
y así ganar velocidad.
Luego tuvo un período de hibernación que le permitió ahorrar
energía, antes de ser “despertada” nuevamente desde la Tierra al aproximarse a
su objetivo.
Los cometas son agregados de polvo y hielo primordial,
escombros restantes del proceso de formación del Sistema Solar ocurrido hace 4.600
millones de años.
Por eso Philae intentará analizar directamente con sus
instrumentos esta “bola de nieve sucia” y descifrar las claves para comprender
cómo los planetas se formaron alrededor del Sol.
Una de las teorías, conocida como la hipótesis de la
“panspermia”, es que los cometas, al interactuar con la Tierra, ayudaron a
sembrar la vida en ella, al traerle agua y moléculas orgánicas.
Si todo sale bien, Rosetta y su robot seguirán enviando
información cuando el cometa esté en el punto de su trayectoria más cercano al
Sol, en agosto de 2015.
Luego se anticipa que bajo el efecto del polvo y las
proyecciones deje de escrutar los secretos del cuerpo celeste y se dé por
finalizada la misión. UN ROBOT ESPACIAL
SOBRE UN COMETA
Explorará la misteriosa materia orgánica
El robot Philae buscará un misterioso Grial: las claves para
comprender la aparición de vida en la Tierra. El otro gran interrogante
consiste en saber si una parte del agua en la Tierra proviene de los cometas.
Por Pascale Mollard-Chenebenoit, de AFP-NA
El robot Philae, si logra este miércoles posarse en el
núcleo del cometa Churyumov-Guerasimenko, se pondrá de inmediato a la búsqueda
de un misterioso Grial: su oscura materia orgánica, que podría encerrar las
claves para comprender la aparición de la vida en la Tierra, explicó el
astrofísico Francis Rocard.
El objetivo del robot es practicar perforaciones en el suelo
tras posarse en la superficie del cometa.
Las muestras serán analizadas in situ por el propio robot.
Más allá del desafío técnico que constituye el aterrizaje inédito de un robot
sobre un cometa ¿qué es lo que crea tanta expectativa?
“Los cometas son los objetos más primitivos del sistema
solar. Vivieron la inmensa mayoría de sus vidas muy lejos del Sol”, explicó a
la AFP Rocard, responsable del programa Rosetta del Centro Nacional de Estudios
Espaciales.
“La materia que los
compone no se calentó, y por esa razón no se modificó”, agrega Rocard. “O sea
que guardamos en el congelador durante casi 4.560 millones de años la materia
original que formó los planetas, los asteroides...”
Para los científicos, los cometas presentan un doble
interés: “En el sistema solar, son los objetos más ricos en gases congelados,
siendo el agua uno de ellos, y el más abundante”.
“Podrían haber contribuido a aportar agua a la Tierra”,
señala Rocard.
“Los cometas son también los objetos más ricos en carbono,
cuya parte refractaria -es decir la que permanece en estado sólido a la
temperatura actual del cometa, que es de -70ºC-, presenta una forma molecular
desconocida”.
“Estas cadenas carbonadas complejas nos interesan porque se
necesita una química orgánica compleja para fabricar la vida”, recuerda Rocard,
que tiene 57 años y trabaja desde hace 20 para el programa Rosetta.
“Los cometas pudieron aportar estas macromoléculas a nuestro
planeta y contribuir de esta forma a la emergencia de la vida”.
Caldo de cultivo
La Tierra, que apareció hace decenas de millones de años
tras la formación del Sistema Solar, recibió un bombardeo masivo de cometas y
asteroides, que sólo se detuvo 600 millones de años después de su nacimiento.
“A partir del momento en que mejoraron las condiciones y que
el agua se estabilizó en estado líquido, la caída de cometas pudo haber
sembrado los océanos con moléculas complejas”.
“Pudo generar el caldo de cultivo favorable a la síntesis de
moléculas orgánicas complejas. El material de los cometas, ya de por sí rico,
pudo reaccionar en medio líquido. Y constituir una bioquímica prebiótica
(preludio a la aparición de la vida) que formó las primeras membranas y
finalmente las primeras células y la vida”, declara Rocard.
Ya en 2006 la sonda Stardust había traído de regreso polvo
de cometas que contenía glicina, un aminoácido, el “ladrillo” elemental de las
proteínas.
El otro gran interrogante consiste en saber si una parte del
agua presente en la Tierra no proviene de los cometas.
“Se piensa que el agua terrestre, producida por una
desgasificación primitiva del planeta, fue impulsada durante gigantescos
impactos, especialmente el que creó la Luna”, explica el científico.
Esta agua primitiva habría luego desaparecido. Y el agua
actualmente presente en la Tierra tendría en realidad “un origen exterior
resultante del bombardeo masivo tardío (late heavy bombardement) que se produjo
hace 3.900 años”.
Los cometas, ricos en agua, pudieron así contribuir a
aportar agua a la Tierra, pero sin duda también los asteroides.
“Vamos a intentar aportar respuestas gracias a Rosetta y
Philae, midiendo la relación entre el deuterio (isótopo del hidrógeno) y el
hidrógeno presentes en el cometa, y comparando luego esa relación con la de la
Tierra”.
El espectrómetro Rosina de Rosetta se encargará de los
cálculos. Sin embargo, los resultados no serán fáciles de descifrar, advierte
Rocard, porque se sabe de antemano que esta relación entre el deuterio y el
hidrógeno (D/H) varía de un cometa a otro.
Según Rocard, “no cabe la menor duda de que los resultados
de Roseta y Philae van a mejorar el conocimiento acerca de los cometas y
contribuir a comprender mejor los procesos que permitieron pasar de la química
del carbono a la biología”. Tomado de el litoral de ctes ar
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