viernes, 21 de febrero de 2014

MATEN A SANDINO - a 80 años de la orden


El pacto de sangre para matar a Sandino
La reunión terminó a las siete de la noche. Los presentes procedieron a firmar el documento. El texto no dejaba explícita la decisión tomada ese 21 de febrero de 1934. El documento sería conocido en la historia de Nicaragua, como “El Pacto de Sangre” o “La muerte del César”. Era la sentencia de muerte del general
Augusto C. Sandino - POR Roberto Sánchez Ramírez Foto tomada el 2 de febrero de 1933. Hubo intercambio de fotos. Esta es la que le dedicó el General Sandino a Somoza García. Actualmente se encuentra en el archivo del Centro de Historia Militar del EN.
La reunión terminó a las siete de la noche. Los presentes procedieron a firmar el documento. El texto no dejaba explícita la decisión tomada ese 21 de febrero de 1934. El documento sería conocido en la historia de Nicaragua, como “El Pacto de Sangre” o “La muerte del César”. Era la sentencia de muerte del general Augusto C. Sandino.
Un año antes, el 2 de febrero de 1933, se había firmado el Convenio de Paz, en la Casa Presidencial de la Loma de Tiscapa. Fue ratificado por el general Sandino y el presidente Juan Bautista Sacasa. Como un gesto de buena voluntad, se habían tomado una foto abrazados, el general Sandino y el Jefe Director de la Guardia Nacional, General de Brigada, Anastasio Somoza García. Intercambiarían las fotos con sus respectivas dedicatorias. La de Sandino a Somoza se guarda en el Centro de Historia Militar del Ejército de Nicaragua.
Un año después, en febrero, el general Sandino llegó a Managua. La situación estaba muy tensa entre él y Somoza García. El grupo de guerrilleros se hospedó en casa del profesor Sofonías Salvatierra Avilez, Ministro de Agricultura y Trabajo, situada de la Iglesia de El Calvario media cuadra abajo. Al atardecer del día 21, se marcharon a Casa Presidencial, los generales Sandino, Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor, y don Gregorio Sandino López. El profesor Salvatierra esperaba en la Presidencial. Quedaron en la casa, el coronel Sócrates Sandino Tiffer y el coronel Santos López.
El Pacto de Sangre
Somoza García, en la tarde del día 21, había visitado al Ministro de los Estados Unidos de América, Arthur Bliss Lane. Antes convocó a una reunión en su despacho. A las seis de la tarde, Somoza García regresó. Estaban reunidos militares de toda su confianza: Gustavo Abaunza, Samuel Santos, Alfonso González Cervantes, Lizandro Delgadillo, Francisco Mendieta, Policarpo “El Coto” Gutiérrez, Carlos Tellería, Diego López Roig, Federico Davidson Blanco, José A. López, Ernesto Díaz, Abelardo Cuadra Vega, César Sánchez y Carlos Zelaya. Además, Camilo González Cervantes, empleado civil del Campo de Marte, años después, alto militar.
Somoza García les planteó el plan de matar a Sandino. Les dijo que contaba con el apoyo incondicional de Bliss Lane. Ordenó al capitán Mendieta que redactara un documento de aceptación y compromiso. Este documento estuvo desaparecido. Misteriosamente, apareció años después una copia, en la que se leen las firmas de los presentes en la reunión, menos la de Somoza García. Éste se reunió después solo con Delgadillo, Gutiérrez, López y Davidson Blanco. A continuación se marchó al Campo de Marte a un recital de la declamadora peruana, Zoila Rosa Cárdenas.
Detención y muerte
Alrededor de las diez de la noche terminó la reunión en Casa Presidencial, luego de una cena. Subieron al automóvil asignado al ministro Salvatierra, en la parte delantera, el conductor Francisco Rodríguez, los generales Umanzor y Estrada. En el asiento trasero, el general Sandino, su padre don Gregorio y el profesor Salvatierra. Bajaron por la entonces llamada Avenida Central, a corta distancia les seguía Maruca, hija del presidente Sacasa. Al llegar cerca de la Imprenta Nacional, fueron detenidos por el sargento Juan Emilio Canales, conocido como “Cabuya”. Observaron la detención Maruca y el taxista, Manuel Saravia.
Fueron conducidos a El Hormiguero, donde los separaron. En un sitio quedaron don Gregorio y el profesor Salvatierra. En otro lugar los generales Sandino, Umanzor y Estrada. Avisado por su hija de la detención, el presidente Sacasa llamó por teléfono, solicitando le comunicaran con Somoza García, pero no fue atendido. Después de algunas consultas, Somoza García ordenó que se procediera con el plan aprobado. Subieron a los prisioneros en el camión G.N. 1. Los custodiaban el capitán Delgadillo, el sub teniente Carlos Eddie Monterrey, más una patrulla de soldados, entre ellos el sargento Rigoberto Somarriba y el cabo Alfonso Delgado.
Tomaron en dirección hacia el aeropuerto Xolotlán, donde está ahora la Dirección de Migración y Extranjería. En Los Guanacastes, propiedad de Camilo González Cervantes fueron bajados del camión, cerca de la colonia Tenderí, en la actualidad frente a un centro de compras. Los alinearon, hubo un breve diálogo, seguidamente les dispararon. El primero en hacerlo fue “Chale” Monterrey. Simultáneamente atacaron la casa del profesor Salvatierra, matando a Sócrates y al niño Juan Ramón López e hirieron a Rolando Murillo, yerno de don Sofonías, quien falleció a los pocos días. Escapó herido el coronel Santos López. Afortunadamente la esposa de don Sofonías, Dolores, su hija María Celina y su nieta María Lourdes, se encontraban en Masatepe.
Los cadáveres fueron llevados al extremo noreste de la pista, donde está la Central de Policía “Ajax Delgado”. Canales cargó el cuerpo del general Sandino. En el sitio estuvo el Hospicio Zacarías Guerra y luego las instalaciones de los marinos norteamericanos. Un grupo de presos comunes abrieron una fosa. Posteriormente fueron asesinados. El operativo contó con una patrulla de soldados, bajo el mando de los oficiales Ernesto Díaz Medina y Fernando Balladares Lacayo. Los cuerpos fueron ultrajados, presentaban golpes en los testículos. Los despojaron de sus prendas y después los lanzaron a la fosa común.
El general Sandino presentaba orificios de bala cerca de la tetilla derecha, en la sien izquierda con salida en la derecha, en la mitad del plexo y el ombligo, la cara la tenía cubierta de sangre. Al general Umanzor le penetraron varias balas en el temporal derecho, tenía heridas en otras partes. El general Estrada recibió cuatro balazos en el pecho. El coronel Sandino Tiffer presentaba el cuerpo acribillado y el niño López, un balazo en la cabeza. Ninguna de estas muertes fueron asentadas en el Registro Civil de las Personas de Managua.
Sacados y quemados
En 1944, hubo levantamientos populares en toda Centroamérica en contra de las dictaduras militares. En julio, en Nicaragua, Somoza García estuvo a punto de renunciar y marcharse del país. Logró mantenerse, renunciando a la reelección. Temió que se localizaran los restos de Sandino y se convirtieran en un símbolo de lucha. Para entonces, en el año 1935, Abelardo Cuadra Vega, en cartas a su hermano Luciano, había revelado detalles de lo acontecido el 21 de febrero y el lugar donde se encontraban los cuerpos de los asesinados.
Somoza García ordenó hacer desaparecer los restos. Fueron exhumados por una patrulla al mando de Monterrey y Canales. Los llevaron a la hacienda Santa Feliciana, propiedad del dictador, situada al sur de la laguna de Tiscapa, al lado de donde se construyó la micropresa, conocida como de Los Gauchos. Quemaron los restos y las cenizas fueron esparcidas en ese mismo lugar. Todo lo anterior me fue relatado personalmente por Monterrey en 1980. Fueron testigos de estos hechos: Luis Somoza Debayle, José R. Somoza, los hermanos Francisco y Horacio Aguirre Baca. Esta versión fue confirmada por el general Gustavo Abaunza, Jefe del Estado Mayor de la G.N, en el gobierno del presidente Sacasa.
En febrero de 1933, en una entrevista periodística, el general Sandino dijo: “Esta guerra había que hacerla como se hacen todas las guerras, y hubo balas y sangre. Quede esa sangre como un tributo rendido a la libertad de Nicaragua y que ni una gota más se vuelva a derramar entre hermanos”. Como una premonición había dicho: ‘‘Nosotros iremos hacia el sol de la libertad o hacia la muerte; y si morimos, nuestra causa seguirá viviendo. Otros nos seguirán’’.
A 80 años de su asesinato, el general Augusto C. Sandino está declarado Héroe Nacional. Es un parámetro para medir la nacionalidad nicaragüense. Junto con Rubén Darío, es la máxima expresión de nuestra identidad.
Sombra imperial cubrió de impunidad el crimen
Arthur Bliss Lane llegó a Nicaragua en 1933 para desempeñar el cargo de Ministro de los Estados Unidos de América. Recién se habían marchado los marines. Quedaba el sustituto de las fuerzas de ocupación, Anastasio Somoza García, en su calidad de Jefe Director de la Guardia Nacional, nombrado por obra y gracia del anterior Ministro, Mathew E. Hanna.
Al margen del presidente de la República, doctor Juan Bautista Sacasa, se creó un contubernio entre Bliss Lane, Somoza García y el expresidente, general José María Moncada Tapia. El 21 de febrero de 1934, Bliss Lane fue visitado por ambos. Somoza García tenía pendiente una reunión en su oficina del Campo de Marte. Cuando regresó al atardecer dijo a los presentes que el ministro norteamericano le había dicho que el gobierno de Washington respaldaba y recomendaba la eliminación de Sandino.
Después del ataque a la casa del profesor Sofonías Salvatierra, se llevaron los cadáveres de Sócrates Sandino Tiffer y del niño Juan Ramón López, hijo de casa de la familia Salvatierra Sotomayor. La cuadra entre El Calvario y una popular cantina llamada El Abanico, situada sobre la calle 15 de Septiembre estaba cerrada, custodiada por guardias nacionales al mando de Policarpo, “El Coto”, Gutiérrez y Federico Davidson Blanco.
Llegó Camilo González Cervantes y se llevó unos papeles y una buena cantidad de oro. Pasadas las once de la noche se apareció Bliss Lane. Penetró en la casa. Observó el desorden y la sangre en el piso. Miró con indiferencia el cuerpo de Rolando Murillo, el yerno de don Sofonías, quien se desangraba en el suelo, sin que nadie le auxiliara. A los pocos días falleció.
En su obra “Sandino o la tragedia de un pueblo”, don Sofonías Salvatierra relata que como a la una de la madrugada del día 22, llegó a El Hormiguero Bliss Lane y le condujo junto con don Gregorio Sandino López a la sede diplomática norteamericana. A petición de don Sofonías los trasladó a la Casa Presidencial. Más tarde acompañaría a varios miembros de la delegación del general Sandino para que se marcharan por vía aérea hacia El Salvador. Tal fue el poder demostrado por Bliss Lane durante los trágicos sucesos.
Abelardo Cuadra Vega, uno de los participantes en el crimen, en su libro “Hombre del Caribe”, cuenta que unos ocho días después de los asesinatos, se encontró a Bliss Lane en el despacho de Somoza García. Al parecer habían estado brindando con finos licores. Bliss Lane estuvo como ministro hasta 1936, cuando el régimen somocista se entronizaba hasta ser derrocado el 19 de julio de 1979, luego que el día 17 se había marchado Anastasio Somoza Debayle, el último marine. TOMADO DE NUEVO DIARIO DE NICARAGUA 

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