La aplicación de pruebas educativas motorizó polémicas a
pesar de que se trata de una herramienta de uso habitual en otros países al
permitir una mejor definición de las políticas. Entre las evidencias que
explicitan estas mediciones aparece que mientras la inversión en educación
aumentó, el aprendizaje de los alumnos decreció. Esto demuestra que, más
prioritario que seguir aumentando el presupuesto educativo, es cambiar los
estilos de gestión de las escuelas.
Se realizó una jornada nacional de evaluación de la calidad
educativa para todos los alumnos de 6° grado de la primaria y del último año de
la secundaria y una muestra representativa de los alumnos en los niveles
intermedios. El objetivo es conocer el funcionamiento del sistema educativo en
base a logros y desafíos pendientes de aprendizajes, así como de los factores
que inciden en el proceso educativo. De esta manera, se podrá tomar decisiones
de política educativa más pertinentes.
Grupos de sindicatos docentes, padres y alumnos plantearon
resistencia a la idea de evaluar aprendizajes. Si bien no tuvieron incidencia
decisiva, resulta paradójico que se cuestione una herramienta que es de rutina
en otros países y que en la Argentina se viene aplicando desde hace
muchos
años.
Dado que existe un amplio consenso sobre la importancia de
la educación, los esfuerzos no deberían malgastarse en cuestionar las
evaluaciones sino en maximizar su uso para mejorarla. En este sentido, es muy
importante observar la correspondencia entre lo que se invierte en educación y
los resultados que se obtienen. Según datos del Ministerio de Educación y la
prueba PISA de la OECD surge que en Argentina:
La inversión pública en educación básica (inicial, primaria
y secundaria) en el año 2000 ascendía a 3,6% del Producto Bruto Interno (PBI).
Este indicador en el año 2012 aumentó al 4,4% del PBI.
En el mismo período (2000 – 2012), el porcentaje de jóvenes
de 15 años de edad que tiene capacidades insuficientes de lectura creció desde
44% a 54%.
Estos datos muestran que se asignaron crecientes recursos
públicos a educación pero los resultados fueron decepcionantes. Que la
inversión crezca por encima del PBI significa que la educación se priorizó por
sobre otras finalidades. Sin embargo, la calidad empeoró, al punto que más de
la mitad de los jóvenes no tiene capacidades de lectura. Así como resulta
positivo que la sociedad reconozca el valor de la educación, y esto se plasme
en ingentes recursos para su financiamiento, resulta muy desalentador que este
esfuerzo de inversión no se plasme en mayores niveles de aprendizajes de los
alumnos.
Un factor que explica estos resultados es que una parte
importante del mayor gasto en educación se volcó a una masiva contratación de
docentes sin dirigir esos recursos a mejorar la calidad de la enseñanza. Desde
el año 2006, cuando se sanciona la actual Ley de Educación Nacional, hasta el
año 2015 la cantidad de cargos docentes al frente de alumnos creció un 26%,
mientras que la matricula en escuelas estatales creció apenas un 2%.
Actualmente, hay 1 cargo docente al frente de alumno por cada 15 alumnos
matriculados en las escuelas estatales. La abundancia de docentes poco
capacitados y motivados no favorece los aprendizajes. Por eso, en lugar de polemizar
sobre la conveniencia de aplicar las pruebas se debería profundizar el análisis
de sus resultados para delinear las reformas que hacen falta en los estilos de
gestión de las escuelas a fin de mejorar la calidad.
Otro punto clave es clarificar los roles de cada
jurisdicción. Tan positivo es que la Nación impulse la evaluación educativa
como negativo que avance sobre funciones de las provincias. Que la Nación se
aboque a construir o mejorar escuelas, definir salarios y pagar parte de ellos,
o comprar y distribuir material didáctico es una modalidad retrógrada e
ineficiente. Con este manejo centralizado, se promueve la mala asignación de
recursos. Se incentiva la discrecionalidad y se legitima que los funcionarios
locales se desentiendan de los problemas sustantivos. Viajar a Buenos Aires,
para congraciarse con los funcionarios nacionales a los fines de conseguir
"ayudas", pasa a ser tanto o más importante que destinar esfuerzos a
mejorar la calidad de la gestión local.
Las evidencias sobre la falta de correlación entre inversión
en educación y aprendizajes de los alumnos son contundentes y sugerentes. En
lugar de seguir bregando por aumentar los presupuestos públicos, la meta más
prioritaria y desafiante es introducir reglas que lleven a un mejor uso de los
recursos educativos existentes. Tomado de envio de asi somos de cor ar
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