A 42 Años Del Golpe
Caty: la monja francesa que acompañó al campesinado
correntino durante la dictadura
La religiosa llegó en 1974 a la localidad correntina de
Perugorría y acompañó la lucha de las familias campesinas, muchas de ellas
organizadas en las Ligas Agrarias. Fue perseguida por el terrorismo de Estado
que en 1977 la desapareció. Su caso es
conocido internacionalmente y fue parte de la primera sentencia dictada en el
país contra la Ex Esma que condenó a 16 represores, entre ellos al ex marino
Alfredo Astiz que hoy integra la lista de genocidas con posibilidad de salir de
la cárcel.
Alice Domon, o mejor conocida como "Caty"
Cartas de la hermana Caty a su familia. Extraído del
libro "Historias chiquitas que cuentan la historia grande" -
Compiladora Mabel Irene Fernández.
Por Melisa Vega (@_melijota)
Alice Demon o simplemente “Caty”, llegó a la Argentina en 1967. Es francesa y parte de
la Congregación de las Misiones Extranjeras de París. En 1974 se instaló en el
interior de Corrientes para trabajar en el campo. Vivió con diferentes familias
campesinas y, como tantos otros, fue víctima del terrorismo de Estado de 1976.
A 42 años del golpe, Caty integra la amplia lista de personas desaparecidas.
Ana Olivo, ex presa política correntina, rearma la
historia de la hermana y la comparte con ellitoral.com.ar. La recuerda con
mucho amor, dice que “era una más” entre ellos. Trabajó en el campo, con las
plantaciones de tabaco que producían en esas épocas, pero también ayudando con los niños y niñas.
Vivió un tiempo con la familia Olivo en Perugorría pero
después se mudó a una escuelita en Vaca
Paso que “sólo la usaba para ir a dormir”. Según relata Ana, el resto del día la monja trabajaba con la
tierra o con las mujeres en otras tareas. Dice que la hermana era muy alegre,
decidida y conversadora. Compartía la doctrina religiosa con los campesinos
mientras trabajaban y les enseñaba a rezar el rosario. Ellos en cambio, le
enseñaban a hablar guaraní o andar en caballo. Siempre le preguntaba por qué
había dejado Francia para estar con ellos, pero tenerla les alegraba mucho.
Junto con Ana y otros compañeros de la zona, Alice
mantuvo una fuerte vinculación con las Ligas Agrarias, un movimiento campesino
que buscaba la reivindicación de los productores rurales y fue perseguido y
desarticulado por la dictadura militar.
Ella, invitaba a las reuniones que se hacían en la casa de los Olivo.
Nunca dejó de lado sus creencias, la palabra cristiana siempre estuvo presente
en sus conversaciones con los jóvenes que acompañaba, y para eso "no era
necesario ningún ritual".
Su compromiso era tal que cuando secuestraron a Juan
Antonio Olivo, viajó junto a los familiares a Buenos Aires. “Ella era madrina
de mi hermano y con mi mamá y mi cuñada fueron al Ministerio de Interior y
Relaciones Exteriores a denunciar su desaparición”, recuerda Ana. Al mismo tiempo, Alice empezó a
ser perseguida por los militares, por lo que decidió no volver a Corrientes.
Estando en la capital, se unió a la comisión de madres de
desaparecidos y trabajó junto a Azucena Villaflor y otras fundadoras de las
Madres de Plaza de Mayo. En algunas de las cartas publicadas en el libro
“Historias chiquitas que cuentan la historia grande”, compilado por Mabel Fernández
(2016), Alice le explicaba a su familia
de Francia lo que pasaba en Argentina y lo comparaba con “una guerra”.
Durante ese tiempo trabajó como empleada doméstica y
además cuidó, junto a Léonie Duquet, otra monja francesa, al hijo del dictador
al mando Rafael Videla, que tenía una discapacidad.
Por su militancia en las Ligas, Ana también fue
perseguida por la dictadura por lo que debió exiliarse del país e irse a
México. Recuerda que la religiosa la acompañó hasta el último momento en el
Aeropuerto de Ezeiza y estando allá siempre se escribían cartas. Alice, era
como una hermana de sangre para ella.
Astiz: un represor con posibilidad de volver a su casa
Tanto Ana como “Caty”, conocían bien al represor Alfredo
Astiz, quien durante esos años se hizo llamar “Gustavo Niño” para ser un
infiltrado en los organismos de derecho humanos y sacar información.
“Cuando estábamos en México exiliados junto a mi esposo,
Sergio Tomasella, Astiz participaba de
las reuniones que hacíamos con las familias exiliadas. Decía que tenía un
hermano desaparecido. Al tiempo no apareció más”, recuerda Olivo.
Con esa misma historia y el nombre falso, el represor
circulaba por la Iglesia La Cruz donde se encontraba Alice junto a Léonie. Fue
él mismo que tiempo después, entregó a las hermanas a los militares quienes las
secuestraron y trasladaron al Centro de Mecánica de la Armada (ESMA) donde
fueron torturadas.
Desde ese entonces, no se supo más nada de ella. “Fijate
lo cruel que es este terrorismo de Estado para llegar a estas cosas”, dice Ana entre llantos. En tanto los restos
de Duquet, fueron identificados en el 2005 donde se confirmó que fue víctima de
los “vuelos de la muerte”.
Alfredo Astiz, fue condenado a prisión perpetua en el
2011 y de nuevo el año pasado por el Tribunal Oral Federal N° 5. Hoy integra la
nómina de genocidas que podrían volver a sus domicilios por su estado de salud.
“Pienso en mi hermano, en la hermana y me da mucha
impotencia saber que esta gente que cometió tantas atrocidades pueda estar
libre. Tienen que cumplir lo que dictó la Justicia y también el pueblo”, se
lamenta Ana quien a 42 años del golpe, sigue sin encontrar a su hermano, y a
Caty, a quien siempre la sintió parte de la familia.
Por la Memoria, Verdad y Justicia- TOMADO DE EL LITORAL DE
CTES AR
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