Seguimos ignorando las
catástrofes climáticas
Por Osvaldo Nicolás
Pimpignano
La fundación de ciudades
en América, seguía directivas precisas fijadas por las Leyes de Indias, entre
otras dos pautas resultaban sencillamente sabias, prohibían edificar en
terrenos inundables y a pesar que el manejo del agua era una ciencia no muy
conocida, las ciudades se fundaban en las cercanías de un curso de agua para
poder aprovisionarse. Al respecto ordenaban: “tomar las aguas arriba y arrojar
las inmundicias aguas abajo”, como las construcciones estaban muy lejanas entre
ellas,
arrojar la “inmundicias” aguas abajo no debían crear problemas, además los residuos de esa época eran prácticamente todos biodegradables.
arrojar la “inmundicias” aguas abajo no debían crear problemas, además los residuos de esa época eran prácticamente todos biodegradables.
A pesar de esto, si
observamos las ciudades ribereñas del Rio Paraná, vemos que salvo la ciudad
homónima, todas las demás están ubicadas en el valle de inundación del rio. El
caso más trágico es Santa Fe, que a pesar de haber sido reubicada, las modernas
obras de contención no están a salvo de las inundaciones.
Un caso particularmente
analizado es la segunda fundación de Buenos Aires, por Juan de Garay, 1580 que
cumplía estas normas pero no habría ocurrido lo mismo con la primera, a cargo
de Pedro de Mendoza, en 1536. El habría inaugurado la práctica de construir sin
tener en cuenta los limitantes del medio. La primitiva Buenos Aires se fundó
junto al Riachuelo, en un lugar que durante mucho tiempo estuvo sujeto a
inundarse. Para Paul Groussac, el lugar elegido por Mendoza era la costa misma
del
Riachuelo, junto a la Vuelta de Rocha. Y Juan José de Nagera le contesta, en modo potencial con un detallado estudio geológico en el que demuestra lo absurdo que hubiera sido construir una ciudad en un lugar inundable, tratando de salvar la racionalidad del primer fundador, como si no fuera posible imaginar un error urbanístico en ese personaje histórico.
Riachuelo, junto a la Vuelta de Rocha. Y Juan José de Nagera le contesta, en modo potencial con un detallado estudio geológico en el que demuestra lo absurdo que hubiera sido construir una ciudad en un lugar inundable, tratando de salvar la racionalidad del primer fundador, como si no fuera posible imaginar un error urbanístico en ese personaje histórico.
Este autor elige la parte
superior del Parque Lezama. "En esta parte de la meseta, (dice), el suelo
ofrecía grandes ventajas para vivaquear y construir una ciudad. ¡Nada de
lagunas, lagunajos y pantanos, como en el bajo del Riachuelo!" Con el
mismo criterio, en la historia oficial de la ciudad se señala que: "En las
proximidades de la Vuelta de Rocha las inundaciones eran casi continuas.
Además, los vientos que soplaban con gran fuerza sobre esa zona especialmente
las llamadas sudestadas, la cubrían totalmente de agua durante semanas enteras,
con lo cual se descartan todas las posibilidades de que don Pedro de Mendoza
haya fundado una población en esos bañados o en los extensos
pantanos".
pantanos".
En realidad, los
argumentos apuntan a decir que ninguna persona sensata fundaría una ciudad en
lo que hoy es la Boca, pero no se ofrecen pruebas sustanciales de que haya sido
así. Más bien tenemos indicios de lo contrario, tanto en lo que hace a la
localización de la ciudad como a la sensatez de Pedro de Mendoza. Sabemos de
por lo menos una inundación importante ocurrida durante la gestión de Mendoza
afecto el área edificada. En la primavera de 1536 se destruyó completamente una
iglesia recién construida, ya que "se la llevo la corriente del río",
según afirman los mismos autores que descartan que Mendoza haya fundado la
ciudad en los bañados del Riachuelo. Esto equivale a decir que esa iglesia fue
edificada en la parte baja del Río de la Plata, quizás por haberse creído que
ya no era una barranca activa, y por no haber reconocido la vegetación
característica de las áreas anegables. Es decir, pensaron que el río no llegaría
hasta el borde de la misma, como
efectivamente sucedía en esa época.
efectivamente sucedía en esa época.
El hecho anterior es uno
más entre muchos de los que demuestran la impericia de Mendoza. De toda esta
historia nos interesa destacar la mirada de nuestros contemporáneos, que no
pueden creer que Mendoza haya fundado la ciudad en un lugar inundable y
descartan por completo esa hipótesis.
Al mismo tiempo, con
honestidad intelectual ofrecen una prueba contundente en contrario, al decir
que la primera iglesia quedó completamente destruida por la creciente. ¿Acaso
la inundación hubiera podido afectarla si Mendoza la hubiera construido en el
alto? ¿En cuántas circunstancias estaremos nosotros haciendo lo mismo, es decir, dejando de ver
los fenómenos naturales que tenemos delante de los ojos? Las inundaciones
ocurridas en los últimos cinco años en la parte central de nuestro país y el
NOA o el NEA parecerían indicar que se radicaron ciudades sin haber analizado
en profundidad las posibilidades de riesgo climático. En muchos casos se ignoró
la experiencia que ofrecían la instalación de los ferrocarriles cuyos
terraplenes rara vez son afectados por las inundaciones.
Por otra parte en agosto
der 2017 las inundaciones que afectaron a casi todo el territorio bonaerense,
provocaron daños sobre una superficie equivalente a un tercio de la producción
agropecuaria del país. Según un relevamiento de la Confederación de Asociaciones
Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap), que analizó 21,7 millones de
hectáreas en la pampa húmeda, están comprometidos el 25% de la agricultura y el
26% del ganado vacuno del país. Además, en el caso particular de la provincia
de Buenos Aires, el 60% de la producción lechera estaba en las regiones
inundadas.
Un último ejemplo es la
urbanización de la ciudad de Buenos Aires después del siglo IXX. En principio
se utilizaron los terrenos altos, pero la necesidad y la especulación
inmobiliaria llevaron a ocupar terrenos bajos y anegables, por ejemplo el
llamado “bajo Flores” un humedal que oficiaba de moderador de los desbordes de
los arroyos, que al ser rellenado perdió esta cualidad haciendo que las aguas
afectaran barrios que se creía a salvo de estas contingencias, cosa que también
está ocurriendo en la cuenca del Rio Lujan con las instalación de barrios
cerrados que afectan el escurrimiento de las aguas produciendo inundaciones en
zonas inimaginable de ser afectadas.
Lo que en épocas pasadas
fuera calificado como un desastre natural se convierte por las sucesivas
reiteraciones en un hecho permanente que debe entrar en el calendario de las
administraciones locales, provinciales y nacionales, y exige planificar medidas
de prevención para evitar las consecuencias de la escalada de estos fenómenos.
Los gobiernos son responsables ambientales y deben actuar en forma urgente en
materia de adaptación y mitigación del Cambio Climático. Esto solo será posible
con la prevención y la aplicación de medidas anticipatorias por los gobiernos
de las jurisdicciones afectadas y porque no, analizar otras susceptibles de
sufrir desastres, que evidentemente son catástrofes pero que tienen poco de
naturales ya que son producto de la intervención humana.
Según parece desde 1536 no
hemos atendido de las experiencias de don Pedro de Mendoza ni escuchado al Dr.
Alberto Einstein cuando afirmaba que; ¡DIOS NUNCA TIRA LOS DADOS!
FUENTES: El Ambiente en la
Sociedad Colonial; de A. E.
Brailovsky
Ing. Luis Antonio Blotta, del INTA Pergamino,
Sección Clima
CARBAP – Web Primicias Rurales
Periodista de
Investigación – FLACSO
Para: ASOCIACION
ECOLOGISTA RIO MOCORETA
osvaldopimpignano@gmail.com
Las imágenes fueron
tomadas de la Web
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