Brecha digital: conectados vs. desconectados, la peor
grieta
Crédito: Federico Camarero
Uno de cada tres argentinos no tiene acceso a Internet,
la mayoría no sabe usarla y la señal es lenta, precaria y cara, también en los
celulares; según el Gobierno, hay mejoras y se verán especialmente los dos
próximos años
Carlos M. Reymundo Roberts
Sin ocultar su frustración, encaró el micrófono, frente a
muchos periodistas, e hizo oír su reclamo: "No puede ser que apenas
salimos a la ruta 2 se nos corte el celular". El indignado no era un
viajero frecuente a Mar del Plata, ni un dirigente de la oposición, ni
pertenecía a una entidad de defensa del consumidor. Era el presidente Mauricio
Macri, y estaba hablando, al cabo del retiro con sus ministros en Chapadmalal,
el mes pasado, de conectividad: el acceso a Internet y a las nuevas tecnologías
de información y comunicación. Las ya célebres TIC, que han dividido la
historia en antes y después. En el Primer Mundo, la conectividad es un tema
virtualmente superado; en la Argentina, llega a ser dramático.
Según cifras oficiales, uno de cada tres argentinos no
está conectado a una red de banda ancha fija, y los que sí están no pueden
cantar victoria: probablemente su conexión es precaria -lenta, insegura- y, en
muchos casos, cara. Además, al menos el 40% de los que acceden a la Web no
saben usarla. La distancia entre unos y otros, entre los que la han incorporado
a sus vidas a tal punto de no imaginarse ya sin ella, y los que quedan afuera,
al desamparo, se denomina "brecha digital". Una suerte de grieta
tecnológica, acaso más traumática y disfuncional que la política.
Mal de muchos, consuelo de argentinos. En el mundo hay
unos 4500 millones de personas (dos tercios de la población) a las que no les
llegan las nuevas tecnologías. La otra brecha se da entre quienes les sacan
provecho y los que no saben usarlas. Este déficit, que hace estragos en la
calidad de vida, tiene un nombre: analfabetismo digital.
En buena parte del país, comunidades enteras no tienen
Internet, están tecnológicamente aisladas, y muchas otras reciben ese caudal
con cuentagotas.
El de los excluidos digitales es un mundo de flagrante
desigualdad, porque tienen infinitamente menos oportunidades en el campo
laboral, social, educativo, de la salud, comunicación e información. Algunos
sostienen incluso que hablar de brecha es un eufemismo, porque lo que existe es
una fractura feroz, un abismo.
Sustentable: cosecha de quinua en Mina Pirquitas (Jujuy);
empezaron a cultivarla en cantidad hace dos años y la venden a través de
InternetSustentable: cosecha de quinua en Mina Pirquitas (Jujuy); empezaron a
cultivarla en cantidad hace dos años y la venden a través de Internet Crédito:
Federico Camarero
La exclusión no es solo un drama de localidades del
interior, alejadas de los grandes centros urbanos. Una encuesta de Microsoft
entre 100 chicos de 15 a 18 años de la villa 31, de Retiro, reveló que ninguno
de ellos tiene Internet en sus casas, salvo en sus celulares y si disponen de
crédito. En este caso, la brecha se cuenta en metros: la banda ancha y el Wi-Fi
aparecen en la Avenida del Libertador.
La referencia del Presidente a la conectividad no fue casual
ni aislada: en la Jefatura de Gabinete dicen que es, junto con la
infraestructura y el turismo, la niña de sus ojos. Al frente del Ministerio de
Modernización, encargado de achicar la brecha, puso a alguien que hizo gran
parte de su carrera ejecutiva en el Grupo Macri y al que primero llevó a Boca,
como gerente general, y después al gobierno porteño, también en Modernización:
el economista Andrés Ibarra.
Como el objetivo "pobreza cero", el plan de
inclusión digital parece estar en pañales. Ibarra lo matiza: "Sobre 12
millones de hogares que hay en el país, hoy tenemos 8 millones conectados a
Internet, y en los próximos dos años vamos a conectar dos millones de hogares
más. Es cierto que se venía creciendo muy lentamente, pero a partir de este año
vamos a dar un gran salto: el tendido de fibra óptica está avanzando
muchísimo".
Reconoce, sí, un déficit estructural: la velocidad de
conexión. Unos 3,5 millones de hogares -prácticamente la mitad de los
conectados- tienen una banda ancha lenta. En el campo digital, desarrollo y
subdesarrollo se miden en cantidad de megabits por segundo (mbps: la velocidad
de descarga de datos). La Argentina, con un promedio de 6,3 mbps (ver gráfico),
está a distancia sideral de países como Corea del Sur (el de mayor promedio:
28,6 mbps), Japón (20,2) y Estados Unidos (18,8). La Unión Europea oscila entre
15 y 20. También está por debajo, aunque mucho menos, de sus vecinos Uruguay
(9,5), Chile (9,3) y Brasil (6,8). El mundo ya había llegado a la velocidad
promedio que hoy tiene la Argentina hacia 2008. "Atrasamos 10 años",
se lamenta Ibarra.
"Mi hijo, que vive en Amsterdam, en su casa tiene 30
megas [mbps], ¡y gratis!", dice Enrique Hofman, director del máster en
Business & Technology de la Universidad de San Andrés. Para personas de
mercados tecnológicos avanzados, llegar al país es, en ese rubro, una suerte de
regresión a la edad de piedra. Hoy, cuando más del 50% de tráfico mundial de
Internet son videos e imágenes, tener poca velocidad de descarga equivale a
desplazarse por una ruta en el lomo de un burro.
En la geografía digital de la Argentina conviven el
burro, la moto y las 4x4. "Algunas ciudades tienen buena conectividad,
pero muchísimas localidades están desconectadas o con conexiones malas",
dice Enrique Carrier, experto en telecomunicaciones y tecnología digital.
Muestra el mapa del país (ver infografía) para señalar las desigualdades: de
más de un 50% de hogares con banda ancha fija en Capital, Buenos Aires,
Córdoba, La Pampa, Chubut, Neuquén y Tierra del Fuego, se pasa a menos de 30%
en Santiago del Estero, Chaco, Formosa, Corrientes y Misiones.
Recorrer el norte por la mítica ruta 40, que atraviesa el
país desde Santa Cruz hasta La Quiaca, es encontrarse con una sucesión de
postes blancos clavados a un costado del camino. De solo un metro, hay que
acercarse para leer en letra chica: fibra óptica. Esos postes no llaman la
atención del turista, pero son como maná caído del cielo para los lugareños.
Quizá no sepan que es la mejor tecnología digital, pero sí saben que ahí debajo
está el cable salvador, el que los conectará con el país y con el
mundo.
Carrier sostiene que si bien el Gobierno está atacando el
principal déficit estructural, que es llevar la fibra óptica a todo el país,
con eso no alcanza. "Está perfecto extender la red, pero es como una gran
autopista: se necesitan bajadas y después calles que lleguen hasta las casas.
Una autopista sin bajadas no sirve".
En Modernización argumentan que ese tramo final de la
conexión, el que va del cableado subterráneo hasta los hogares -lo que se
denomina "última milla" o capilaridad- es responsabilidad del sector
privado: empresas telefónicas o de TV por cable, y cooperativas. "Perdimos
10 o 15 años de oro. Estábamos bien y nos quedamos -dice José Crettaz,
especialista en comunicaciones y director de la licenciatura en Ciencias de la
Comunicación de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE)-. Se llevan
gastados hasta 20.000 millones de pesos en distintos planes de desarrollo y el
atraso subsiste. Los más pobres son los que peor conectividad tienen, si es que
tienen, y la pagan más cara". Atribuye este rezago a cuatro factores:
mezquindad política de los gobiernos kirchneristas, que lo veían como una
oportunidad de condicionar a los medios; ignorancia de los legisladores; poca
inversión privada, y falta de presión social.
Llamada desde la
Puna
En la secretaría privada de Ibarra recibieron, en agosto
de 2016, una llamada inesperada: Rufino Llampa, comisionado municipal de Mina
Pirquitas, 350 kilómetros al norte de San Salvador de Jujuy, pedía una
entrevista con el ministro. Un par de días después estaba en Buenos Aires.
Llampa, piel cobriza, retacón, de 34 años, es un
personaje. Nacido en Loma Blanca, una de las cinco localidades (en total, 1600
habitantes) que conforman la comuna de la que él es una suerte de intendente,
su primer trabajo fue en la mina de plata y cinc que le dio nombre al caserío
de trabajadores que fue creciendo a sus pies: Mina Pirquitas. Ahí, en la mina,
conoció Internet, y también ahí descubrió su vocación por lo público. Las dos
cosas le cambiarían la vida. También a esos parajes de la deslumbrante Puna
jujeña, a 4100 metros de altura y a 90 km de la frontera con
Bolivia.
Gracias a esa conexión pudo estudiar a distancia una
tecnicatura en Seguridad e Higiene y una diplomatura en Gestión Pública. En
2010 lo eligieron presidente de la comunidad de Loma Blanca, y lo primero que
hizo fue gestionar la instalación de una antena satelital que pudiera darles
señal de Internet y telefonía. Lo consiguió en 2013. Hoy lo recuerda casi entre
lágrimas: "Fue increíble. El pueblo festejaba en las calles, porque por
fin íbamos a dejar de estar aislados". Al poco tiempo llegaron las
primeras PC, y la
gente, dice, "no se animaba a tocarlas".
En diciembre de 2015, Llampa ganó las elecciones, como
candidato del PJ, para el cargo de comisionado municipal de las cinco
localidades, con cabecera en Mina Pirquitas. Su mayor preocupación era que esas
comunidades dejaran de depender de la mina, que más de una vez había cerrado (la
última, en 2016), lo que provocó un shock económico y social en la zona. Con
ese reclamo se presentó ante el ministro Ibarra. Le explicó que necesitaban un
desarrollo sustentable y que estaban empezando a cultivar quinua, un grano que
se da bien en la Puna y es muy requerido en todo el mundo por sus propiedades
nutritivas. "Pero necesitamos más y mejor Internet, señor. Sin Internet no
se la podemos vender a nadie".
Meses después, Mina Pirquitas ya había mejorado
sensiblemente su conexión satelital y el equipamiento, se abrieron nuevos
"puntos digitales" (oficinas públicas con banda ancha, PC y cursos de
capacitación) y el Gobierno los ayudó a hacer su primera página web, orientada
a la producción. "Ahora tenemos mail -suspira Llampa-. Empezamos a recibir
órdenes de compra de quinua y eso incentivó a otros a sembrar. Un día nos
escribieron de Italia: ¡querían una tonelada por mes! Imposible llegar a esos
volúmenes, pero poco a poco vamos incrementando la producción. Es increíble lo
que estamos consiguiendo. El gobernador Morales, que también está colaborando
mucho, ya vino tres veces a visitarnos".
El bendito cable: avance de la red de fibra óptica -la
mejor tecnología digital- entre Mar de Ajó y San Bernardo; faltan 8000
kilómetros para que llegue a todo el paísEl bendito cable: avance de la red de
fibra óptica -la mejor tecnología digital- entre Mar de Ajó y San Bernardo;
faltan 8000 kilómetros para que llegue a todo el país Crédito: Federico
Camarero
A las afueras de Loma Blanca, Gabriel Martínez (19 años)
revisa una plantación de quinua, el nuevo emprendimiento de su familia. Antes
tenían un esquema de autosustentación: verduras, gallinero y algunas cabras. El
año pasado, su primera cosecha, de media hectárea, les rindió 600 kilos: unos
54.000 pesos. "Nos fue muy bien. Ahora vivimos de la quinua y vamos a
sembrar un terreno más grande", dice.
"El padre de Gabriel me contó que jamás en la vida
había visto tanta plata. En esta zona, 54.000 pesos rinden mucho", cuenta
Llampa.
En Coranzulí, una localidad a 55 kilómetros de Mina
Pirquitas, la mayor atracción no es un bar, el almacén de ramos generales o el
polideportivo. Es el Colegio Secundario N° 18, que tiene la única bajada de
Internet. Entre las 18 y las 21, cuando ya no quedan alumnos, las autoridades
del colegio dejan pasar a los vecinos para que puedan usar el Wi-Fi. Y los
fines de semana lo dejan prendido para que se puedan conectar desde afuera.
"Vienen familias enteras y toman la señal en la vereda", dice Nirma
Lamas, directora de la primaria.
Alfabetización
tecnológica: clase de computación para adultos en un Punto Digital (centros
públicos con conexión gratuita a Internet) en el partido bonaerense de
QuilmesAlfabetización tecnológica: clase de computación para adultos en un
Punto Digital (centros públicos con conexión gratuita a Internet) en el partido
bonaerense de Quilmes Crédito: Federico Camarero
Coranzulí, de 570 habitantes, no parece menos
desarrollada que localidades vecinas, pero la desconexión casi total y la falta
de trabajo están provocando un lento éxodo de su población. "Hace 16 años
que estoy en la escuela -dice Lamas-. Tuvimos hasta 300 alumnos y hoy apenas
son 45".
En el pueblo hay una sola cabina telefónica, que muchas
veces no funciona. "Vivimos en un gran aislamiento. Hasta que no llegue la
fibra óptica, estamos sonados -dice Fidel Sosa, encargado de Obras Públicas de
la comisión municipal-. Yo también reparo radios y televisores, y cuando me falta
un repuesto tengo que ir a capital porque acá es muy difícil meterse en
Internet para buscar algo".
La brecha digital tiene números que asustan. Sobre 2400
municipios, la red de fibra óptica llega a 400, y en los próximos dos años,
según el Gobierno, serán 1300. A muchos les faltará todavía la "última
milla". Cuando la red esté completa tendrá una extensión de 34.000
kilómetros; hoy son 26.000, de los cuales 14.000 se hicieron en los últimos dos
años.
La mayoría de las localidades de menos de 10.000
habitantes no tienen "gobierno digital": seguir online trámites,
licitaciones, compras, control de la gestión. "Cuando asumimos, miles de
localidades ni siquiera tenían página web. Ya hicimos 348 e instalamos 334
puntos digitales", dicen en Modernización.
El impulsor: Rufino Llampa (izquierda); comisionado de
Mina Pirquitas (Jujuy), y un colaborador junto a una antena satelital; Llampa
promovió la llegada de Internet para quebrar el aislamientoEl impulsor: Rufino
Llampa (izquierda); comisionado de Mina Pirquitas (Jujuy), y un colaborador
junto a una antena satelital; Llampa promovió la llegada de Internet para
quebrar el aislamiento Crédito: Federico Camarero
Además, confían en que ahora vendrá "un despliegue
grande" de las telefónicas, al haberse destrabado un viejo conflicto por
el reparto de frecuencias. "El 4G se extenderá a todo el país",
prometen en las empresas.
¿Los celulares son una solución para achicar la brecha?
La opinión de los expertos está dividida. Para algunos, sí, porque el mundo
tiende a conectarse a través de ecosistemas móviles. Para otros, la realidad
del país indica que un porcentaje menor de los celulares en uso (38%) son
inteligentes, y que la conectividad es todavía cara, además de frágil. Macri lo
comprobó en la ruta 2.
Hofman dice que no hay que estar tan atentos a la fibra
óptica, satélites, 4G. Que todo eso, más temprano o más tarde, va a estar.
Pueden pasar dos o tres años y llegarán. Lo que le preocupa es el analfabetismo
digital. "Construir comunicación es fácil. Pero estar conectado no
significa nada si no se sabe utilizar esa tecnología. Nuestro déficit en
infraestructura es mucho menos grave que el déficit en conocimiento",
dice.
Para Hofman, la brecha más grande está ahí. "Si
tenés una mala educación escolar, la conectividad no te sirve, no mejora tu
calidad de vida. Si no hablás inglés, ¿para qué querés estar conectado con el
mundo?".
Crettaz comparte ese criterio: solucionar el problema de
infraestructura, sostiene, llevará mucho menos tiempo que instruir a la gente en
el uso de las nuevas tecnologías. "No se está viendo talento humano como
para generar un 'Sarmiento digital'. Para educar se necesitan educadores, y me
pregunto dónde se están formando los educadores digitales".
En Coranzulí encontrará una parte de la respuesta. La
directora de la escuela dice que prefiere trabajar con los libros que con la
computadora; que usa muy poco el celular, incluso cuando va a su casa de la
capital, y que no lamenta mucho que no haya buena conectividad: "Los
chicos solo usan Internet para jugar, y los grandes. los grandes se ponen como
locos".
"La
tecnología debería servirnos para incluir"
Estenssoro, de la Fundación Equidad, dice que la
principal brecha es la desigualdad
"Gracias, eternamente gracias por enseñarme para qué
servía ese aparatito que resultó llamarse mouse y al que no me atrevía a tocar
cuando iba a limpiar una casa. Gracias por sacarme del analfabetismo digital en
el que estuve inmersa 52 años".
El testimonio es de María del Carmen González, egresada
de uno de los cursos de informática de la Fundación Equidad, que presiden la
periodista y exsenadora María Eugenia Estenssoro y su marido, Haroldo Grisanti.
Era tanta su gratitud que quiso dejarla por escrito: "No imaginan siquiera
lo valioso que resulta aprender en su escuela y lo agradecidos que estamos de
haber conocido eso tan importante llamado tecnología".
Con la carta en sus manos, Estenssoro reflexiona:
"La principal brecha es la desigualdad, y la tecnología puede servir para
igualar, equiparar, dar el gran salto, o, al contrario, para dividir".
Dice que ese fue el objetivo de la creación de Equidad: convertir la tecnología
en un instrumento de inclusión.
Nacida en 2001, la fundación trabaja con personas de
sectores vulnerables para promover, mediante cursos, su integración social,
educativa y laboral a través del uso de las nuevas tecnologías. En diciembre de
aquel año llevó adelante en Manzano Amargo, un pueblito de Neuquén, la primera
conexión de una escuela rural a la Web.
Desde entonces ha corrido mucha agua, pero algunas cosas
progresaron muy poco. De un total de 2800 escuelas rurales que hay en el país,
solo 540 tienen conectividad. El Gobierno promete que a partir de este año se
va a llegar a cientos de escuelas más mediante señal satelital. "No hay
forma de justificar que a estas alturas ya no estén conectadas todas las
escuelas del país, rurales y no rurales -dice Estenssoro-. Si los chicos que
están en el colegio estudiasen con computadoras personales e Internet como
nosotros usábamos el pizarrón, el salto sería extraordinario".
Al igual que muchos especialistas, insta a ir a
"otra pedagogía", trabajar en las aulas por proyectos, por objetivos,
y fomentando tanto la autonomía personal como la integración de equipos.
En Equidad sostienen que hoy la educación pública es una
"educación pobre para los pobres", y que si no se hace algo urgente,
los sectores postergados serán cada vez más amplios porque quedarán excluidos
del mercado laboral.
Desde hace varios años, la fundación imparte en la ciudad
de Buenos Aires, con fondos asignados por el Ministerio de Desarrollo Social
del gobierno porteño, cursos gratuitos de tecnología digital destinados
exclusivamente a personas de bajos recursos -en su mayoría, vecinos de villas,
desempleados, beneficiarios de planes sociales- que no han completado sus
estudios. En la actualidad asisten anualmente unos 1000 alumnos de entre 25 y
60 años.
Estenssoro vuelve a mostrar la carta de María del Carmen,
la señora que no se animaba a tocar el mouse. "Es muy lindo todo lo que
escribió, pero al mismo tiempo nos debe hacer pensar. Es imperdonable que
estemos así". Por: Carlos M. Reymundo Roberts TOMADO DE LA NACION DE AR
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