Hansjörg Wyss es
multimillonario y uno de los más importantes benefactores del mundo. Es, además,
el principal donante a la Argentina de tierras para su conservaciónHansjörg
Wyss es multimillonario y uno de los más importantes benefactores del mundo.
Es, además, el principal donante a la Argentina de tierras para su conservación
Crédito: Gentileza Matías Rebak
Un día de abril de 2011, el
empresario estadounidense conservacionista Douglas Tompkins decidió llevar a
recorrer los alrededores de su estancia Valle Chacabuco, en el sur de Chile, a
dos amigos que habían viajado especialmente a visitarlo. Se había propuesto
cruzar a la Argentina por el paso Los Antiguos, manejar por aquel paisaje
semidesértico de pastizales secos hasta a otro más boscoso, de montañas y lagos
y rutas cargadas de nieve que recién empezaba a aflojarse. Obstinado como era,
y aunque su esposa Kristine McDivitt y la mujer de su amigo insistían en que
desistiera, emprendieron el recorrido. Ya sobre la ruta provincial 21, en Santa
Cruz, un bloqueo de nieve les impidió el paso. Tompkins intentó cruzarlo dos,
tres, cuatro veces sin suerte; en la última, su Nissan gris quedó varado.
Hacía poco que Hansjörg Wyss,
el amigo de Tompkins, había escalado el monte Denali -el techo de América del
Norte, en Alaska, unos 6190 metros sobre el nivel del mar-, así que ir camino
abajo 26 kilómetros hasta el puesto de Gendarmería a sus 76 años no le pareció
un desafío desmesurado. Sacó su cuerpo menudo del vehículo, estiró las piernas
y se paró como siempre, algo encorvado, sobre el ripio de aquel camino recto en
medio de la estepa blanca. Mientras Tompkins aceleraba el paso, esperó a su
pareja, la psicóloga Rosalind, y a McDivitt -todos contemporáneos y pares en su
asombroso estado físico- para empezar a caminar. Fueron cinco horas a pie de
inmensidad patagónica, con el marco de los picos nevados y con el lago
binacional Buenos Aires/General Carrera unos metros más allá; los cuatro lucían
exultantes. Y en esa travesía, Wyss, el multimillonario conservacionista suizo,
el filántropo número once del mundo según Forbes US (detrás de Warren Buffett,
Bill Gates o George Soros), decidió que gastaría un pedacito de sus 5,6
billones de dólares, mayormente del negocio de los dispositivos y los implantes
quirúrgicos, en hacer que esa tierra siguiera existiendo en aquel estado de
gracia para las generaciones que lo trascendieran, pues sostiene que al morir
los billetes no le servirán para nada.
En San Nicolás, Esteros del
Iberá, con su esposa Rosy y Sofía Heinonen Fortabat, presidenta de la fundación
Conservation Land TrustEn San Nicolás, Esteros del Iberá, con su esposa Rosy y
Sofía Heinonen Fortabat, presidenta de la fundación Conservation Land Trust
Crédito: Gentileza Matías Rebak
Tompkins estaba comprando
estancias en Chile para donarlas al Estado para lo que sería poco tiempo
después el Parque Nacional Patagonia, y Wyss haría lo mismo del lado argentino
hasta lograr que ambos parques homónimos se encontraran en uno solo: "el
parque de la paz" (así se les dice a los parques binacionales que se
proponen entre países con disputas fronterizas).
Según Wyss, Tompkins pensó que
era una maravillosa idea, tomó un pedazo de papel, un mapa y empezaron a
identificar propiedades, a hacer copias de mapas, a estudiar a los dueños y
analizar los costos. En media hora estaba todo planificado.
Cuatro años más tarde, en la
misma zona, Douglas Tompkins murió como vivió: en medio de una aventura algo
arriesgada -remaba en kayac en el lago General Carrera sin ninguna protección
para el frío cuando en una tormenta el bote se dio vuelta y las bajas
temperaturas le provocaron un ataque cardíaco-. Sin embargo, Wyss no perdió el
entusiasmo. En 2018, está a seis estancias y algunos consensos legislativos
(las principales trabas vienen del sector lanero de Santa Cruz, que teme perder
poder económico) de concretar el sueño del parque binacional y ya se ha
transformado en el principal donante al país de tierras para su conservación.
En 2013, compró y donó las
34.000 hectáreas de la estancia El Sauco, en Santa Cruz, que en 2015 se
convirtieron, junto a otros dos lotes fiscales, en el Parque Nacional
Patagonia. Ya lleva compradas ocho de las 14 estancias a su alrededor que
idealmente lo ampliarían a 500.000 hectáreas hasta tocarse con su homónimo de
Chile y cumplir así el sueño diseñado junto a su amigo Doug en 30 minutos,
aquel otoño de 2011.
Wyss, con su amiga, la viuda
de Douglas Tompkins, Kris McDivittWyss, con su amiga, la viuda de Douglas
Tompkins, Kris McDivitt Crédito: Gentileza Matías Rebak
En total, sus donaciones desde
entonces y comprometidas para 2018 -si los parlamentos provinciales y
nacionales aprueban las cesiones de jurisdicción y la creación de parques
nacionales en los territorios de su propiedad- serán de más de 85 millones de
dólares (1487,5 millones de pesos), una cifra similar al presupuesto anual de
la Administración de Parques Nacionales de la Argentina (1451,7 millones).
"Nadie me conoce y espero
que esto siga así", declaró Wyss hace unos años a un diario suizo en una
de las pocas notas que dio, cuando le preguntaron cómo hacía un multimillonario
para viajar de aquí para allá por todo el mundo, hacer safaris, escalar
montañas, meterse en la selva amazónica a explorar sin que nadie lo
reconociera, sin llamar demasiado la atención. Ahora está sentado en un sillón
del living de Rincón del Socorro, la estancia de su amiga (y viuda de Tompkins)
Kris McDivitt en los Esteros del Iberá. Y a pesar de su perfil ultrabajo, de
esquivarle a la prensa tanto como pueda, quizá porque está relajado, quizá
porque se siente seguro lejos de sus enemigos, acepta hablar.
"Mi vida fue muy
complicada y llena de errores -arranca Wyss-. Nací en 1935 en Berna, Suiza, en
una sociedad en la que todo estaba completamente organizado. Había democracia,
partidos políticos. Tenías que estudiar, ir a la escuela, ir al servicio
militar hasta los 25 o 26 años. Yo siempre pensé en hacer las cosas de manera
diferente. Apenas obtuve mi primer título como ingeniero civil, en la Europa de
posguerra, decidí que había demasiados profesionales para calcular los pesos
específicos de los edificios y los puentes, que no sería un buen ingeniero y
que iba a hacer alguna otra cosa. Me puse a trabajar para la automotriz
Chrysler y después de dos años de una especie de capacitación muy intensa
empezaron a enviarme a destinos exóticos. Mi primer viaje de trabajo fue a
Pakistán, ¿podés imaginarte? ¡En 1962! Había un solo hotel en Karachi. Todo el
mundo moría en las calles de hambre. Vi la pobreza en directo, vi un gobierno
dictatorial. Allí todo estaba controlado por un multimillonario que compraba
cada vez más compañías. Tres o cuatro veces al año les pagaba una cena con
pollo a las personas de los pueblos más pobres y ellos votaban por él. Para mí
fue un shock. Vi un niño que mendigaba en la calle morderse a sí mismo día tras
día hasta volverse un lisiado. Me encontré con otra parte del mundo que no
mucha gente vio. Hasta el día de hoy, la mayoría de mis amigos, la mayoría de
los habitantes de los Estados Unidos, no tienen idea sobre la pobreza, no saben
que hay miles de personas que no saben qué van a comer esta noche. Este viaje
hizo que observara el mundo de otra forma".
Michele Bachelet y Kristine
McDivitt Tompkins, durante la apertura del Parque Nacional Patagonia, en Chile,
en enero últimoMichele Bachelet y Kristine McDivitt Tompkins, durante la
apertura del Parque Nacional Patagonia, en Chile, en enero último Crédito:
Gentileza Matías Rebak
Pasó por Ginebra, Turquía,
Filipinas, hasta que se fue a Harvard a hacer una maestría en finanzas y se
encontró muy lejos del orden y la obediencia suiza. "Todos los días eran
discusiones y debates; estaba anonadado. Sentía que los otros eran mucho más
inteligentes, me daba miedo hablar. Un profesor pensó que no hablaba inglés y a
las seis semanas me animó a expresarme. Entonces empecé a tener más confianza
en mí".
Después de Harvard y de
trabajar un tiempo en los Estados Unidos, cuando volvió a Suiza, ya casado con
una estadounidense (tiene una hija de ese matrimonio que terminó en divorcio),
empezó de a poco a percibir lo injusto que era el lugar de las mujeres en su
país. En los años 60 no podían votar ni abrir una cuenta en el banco, tenían
que consultar a sus maridos para casi todo, si quedaban embarazadas siendo
solteras, un miembro de la comunidad debía supervisarlas. "Mi hermana, por
ejemplo, quedó embarazada. ¡Y mi madre iba a la calle a protestar porque quería
votar!", cuenta Wyss. Su padre, un mecánico de calculadoras, fue otra gran
influencia en términos de conciencia social e información sobre el mundo: Wyss
conoce sobre la dictadura de la Argentina en los 70 gracias a él.
En su vida laboral hizo un
camino ecléctico. Levantó una empresa de vestidos que sus dueños ya creían
fundida ("Se transformó en un caso testigo de aprendizaje para la Escuela
de Negocios de Harvard"), dirigió otra textil, viajó por trabajo durante
seis años piloteando él mismo los aviones y después se dedicó a vender pequeñas
aeronaves. Le vendió una a un profesor de cirugía que le cayó especialmente
simpático. Él le propuso que se mudara a los Estados Unidos para ayudarlo a
armar una compañía que comercializara tornillos para las rodillas y los huesos.
"¡Mi carrera en la industria automotriz, en la producción de vestidos y
otros productos textiles fue una perfecta preparación para entrar en la
industria de la medicina!", bromea.
Creó e hizo crecer Synthes,
una empresa de dispositivos e implantes quirúrgicos -tornillos, placas, cemento
para huesos y herramientas eléctricas- que revolucionó la industria de la
cirugía y el tratamiento para la rotura de huesos en EE.UU. "En 35 años pasamos
de ser 30 personas y recaudar 40 millones en ventas, a 12.500 y tuvimos 4,2
billones en ventas, 900 millones de ganancias netas. Se convirtió en un
tratamiento muy exitoso que los médicos recomendaban y aplicaban. Nosotros les
dábamos capacitación y consultoría, y también vendíamos los elementos para la
operación, lo que me permitió hacer mucho dinero para invertir en distintos
proyectos y ayudar en la conservación".
Se desprendió de Synthes en
2012 al vendérsela a Johnson & Johnson por 20,2 billones de dólares en
efectivo y acciones. Fue justo después de un escándalo por el que fueron
condenados a la cárcel cuatro de sus más altos ejecutivos, luego de la muerte
de tres personas en distintas operaciones tras aplicársele un producto de
Norion (una empresa comprada por Synthes) en la columna vertebral, que no había
sido autorizado aún para ese fin. La FDA (la autoridad reguladora del gobierno)
había advertido que hacían falta pruebas -largas y costosas- antes de
promocionar en el mercado aquel uso para esa especie de cemento para huesos,
algo que los ejecutivos de la empresa decidieron ignorar. La acusación del
fiscal sostiene que "la persona 7", un importante accionista y
director ejecutivo de la empresa cuando se produjo la supuesta conducta ilegal,
intervino en esta decisión. Sin embargo, el caso civil determinó que Wyss no
era responsable de ningún daño y no fue acusado en la causa penal, recalcan
fuentes cercanas al millonario, que se negaron a hacer otros comentarios sobre
el tema.
COMPROMISO SOCIAL
Wyss es un importante donante
del Partido Demócrata, ha apoyado activamente las campañas electorales de
Barack Obama y Hillary Clinton; se define públicamente como enemigo de Donald
Trump. En activistfacts.com se señala que aporta dinero "a numerosos grupos
civiles libertarios y activistas antiacciones militares de EE.UU., incluida
Human Rights Watch".
"Espero que el populismo
no esté mucho tiempo más, que no se afiance en los Estados Unidos o se extienda
a Europa, porque sería un desastre", suspira. Y agrega que a pesar de no
ser ciudadano estadounidense, hay muchas cosas que legalmente puede hacer para
que esto no suceda, como donar dinero a sus oponentes o sostener proyectos que
mejoren la calidad de vida de las personas más pobres, dándoles acceso a la salud
y a la educación y que, entonces, "puedan pensar mejor qué quieren que
suceda políticamente y sean más conscientes a la hora de votar".
Además de los republicanos, su
enemigo, confiesa entre dientes, es la Iglesia Católica. Varios de los
proyectos que apoya económicamente en distintos países de América Latina, como
El Salvador, Honduras, Brasil o Bolivia, tienen que ver con el acceso a la
salud, específicamente con la pre y posconcepción: "Hago mi aporte
seriamente para mejorar el estatus y la calidad de vida de las mujeres en el
mundo. Invertí mucho dinero en proyectos muy buenos en América del Sur, en
Europa y en los Estados Unidos, de los que no quiero hablar mucho porque tengo
serios oponentes, empezando por la Iglesia. Especialmente en América del Sur
trabajamos en seis países. Las mujeres necesitan ayuda. Han sido marginadas
toda la vida, y muchas carecen de educación. Hay que hacer algo por
ellas".
Desde que creó Wyss
Foundation, hace 27 años integra la lista de las personas ricas más generosas
del mundo. Junto a su hermana Hedi, quien escribió un libro sobre él que está
disponible en Amazon, están intentando crear un parque nacional en Rumania que
preserve los alrededores de los montes Cárpatos. También, apoya proyectos de
conservación en África.
Ahora, en Iberá, se ha vestido
para la aventura. Luce unos pantalones cargo y una camisa caqui, zapatillas
deportivas y anteojos de sol ergonómicos. Pronto se subirá a un avión privado
-que decidirá no pilotear, como excepción- para asistir a la ceremonia de
entrega de tierras de McDivitt al gobierno argentino en medio de los Esteros,
en el paraje San Nicolás. Después viajará en una lancha junto a su pareja,
Rosy, y navegará bajo el sol, a sus jóvenes 82 años, para conocer el proyecto
financiado por los Tompkins que intenta salvar a los yaguaretés de la
extinción.
"Me interesé en proteger
el espacio abierto en América cuando era un joven estudiante de 33 años. Un
verano obtuve un trabajo en Colorado y pude ver cuánto espacio abierto había a
mi alrededor y cuán hermoso era. La gente me pregunta: "¿Por qué no hacés
esto en Suiza?". ¡Porque no hay tierras que salvar! Todo está construido.
No hay animales salvajes ni tierras vastas que subsistan en sus estados
naturales; cien años atrás apareció en el bosque el último oso venido de Italia
y la población entró en pánico. Fue muy loco", se ríe.
A Wyss le gusta hacer chistes
sobre casi todo. Como jefe es bastante riguroso (hay quienes le temen), pero
mucho menos estricto que su amigo Doug. Se lo nota un hombre que siempre estuvo
acostumbrado a mandar. Parece tener los pies bien puestos sobre la tierra
("Es increíble que sea uno de los hombres más ricos del mundo",
remarcó alguien que lo conoce de cerca). Vive la mayor parte de su vida
viajando y aprendió a bailar tango de una novia argentina. Tiene predilección
por sus viñedos en California y le dedica mucho tiempo a ese negocio; es
fanático de la restauración de edificios y la arquitectura con estilo y suele
elegir los aterrizajes y los despegues -los momentos de mayor riesgo- para
comandar su avión.
La Argentina tiene hoy 40
zonas protegidas especialmente para su preservación, parques y reservas
nacionales que visitan más de 3,5 millones de personas por año. En once de
ellas se cobra entrada.
Desde que en 1934 se crearon
los parques nacionales Nahuel Huapi e Iguazú, prácticamente todos los gobiernos
inauguraron alguno. La del 90 fue la década más prolífica, con la creación de
12 áreas protegidas, pues la gestión estatal estuvo a cargo del gran
naturalista argentino Juan Carlos Chebez, muerto en 2011. Todas las áreas
protegidas de los gobiernos kirchneristas (unas siete entre parques y reservas
nacionales) fueron impulsadas por organizaciones de la sociedad civil y
producto de donaciones hechas al Estado.
"El actual gobierno tiene
en la gatera quebrar el récord de Menem tanto con donaciones como con áreas
fiscales transformadas en parques. Claramente las donaciones son un componente
fundamental", sostiene Emiliano Ezcurra, vicepresidente de la
Administración de PN. Actualmente, hay cinco parques nacionales muy avanzados,
a la espera del visto bueno del Congreso Nacional, que debe aceptar por ley la
cesión de jurisdicción: Aconquija, Iberá, Traslasierra, Yaganes y Burdowood II
(los últimos dos serán los primeros parques nacionales marinos de la historia).
En los últimos dos años se amplió la Reserva Natural Otamendi y se crearon por
decreto (no se necesita una ley) la de Isla de los Estados y la de Rincón (que
amplía el Parque Nacional Perito Moreno).
Además de las tierras para la
ampliación del Parque Nacional Patagonia (que cumplirían el sueño del parque
binacional), Wyss compró otras propiedades en el Chaco y ayudó a crear el
Parque El Impenetrable, inaugurado en 2017, pero cuya gestión comenzó en el
kirchnerismo. Y con la promesa de cederlas al gobierno nacional cuando estén
dadas las condiciones jurídicas, comprometió tierras en Santa Cruz (para
ampliar el Parque Nacional Los Glaciares), y en Córdoba (para los futuros PN
Aconquija, Traslasierra y Mar de Ansenuza). Canaliza sus donaciones desde la
Fundación Wyss a las ONG argentinas Flora y Fauna, Aves Argentinas y Banco de
Bosques, que se hacen cargo de comprar las tierras y donarlas al Estado. Hasta
ahora lleva donadas 305.000 hectáreas; para fines de este año, si las tierras
logran el marco jurídico para ser parques nacionales y Wyss cumple con su
promesa, serán 800.000.
La mayor oposición para la
ampliación del Parque Nacional Patagonia viene de los sectores ganaderos de
Santa Cruz (cuyos intereses defienden los legisladores locales radicales de
Cambiemos), que ven en la reducción y disgregación de campos laneros la pérdida
de poder económico y la atomización de las tierras. Desconfían de que la
industria del turismo vaya a generar una mejora económica para la región. Según
Sofía Heinonen, de la Fundación Flora y Fauna, solo 30 por ciento de las
tierras de lo que sería el parque ampliado son hoy laneras. "El sector
declara que se producen seis millones de dólares anuales. Si logramos atraer durante
una noche y un día a parte de las 180.000 personas que circulan por temporada
de Esquel a Calafate y pasan por la puerta, estaríamos generando al año en
turismo unos 60 millones".
Después de Wyss, en la lista
de los mayores donantes de tierras de la historia argentina siguen los
Tompkins, quienes en 2004 donaron 62.000 hectáreas para Monte León (Santa
Cruz); en 2014, unas 14.000 para la ampliación del Perito Moreno (Santa Cruz);
en 2016, fueron 155.000 cedidas para Iberá (Corrientes), y en 2014, junto a Wyss,
Danone y 3400 pequeños productores locales unas 128.000 para El Impenetrable
(en el Chaco). En tercer lugar está la familia Blaquier, que en 1980 donó
76.000 hectáreas para Calilegua (Jujuy). En 1997, Troels Myndel Pedersen, un
naturalista botánico danés nacionalizado argentino, dio 18.000 para el Parque
Nacional Mburucuya (Corrientes). En 1903, Perito Moreno cedió 8609 hectáreas
para el Nahuel Huapi. Y en 1999, la empresa de energía belga Tractebel, unas
3200 para la Reserva Nacional El Nogalar, en Salta.
Wyss sostiene que ya le empató
a la vida, que no es de esa clase de gente que se reúne a jugar a las cartas
todos los jueves durante años hasta que se muere. Que no le teme a hacerse
viejo, que se siente como de 60 porque está lleno de proyectos y que si muriera
mañana, no le importaría, porque ha hecho todo lo que quería. "¿Por qué
invierto en conservación? -retoma la pregunta-. Por él (señala a un niño que
pasa caminando). Tengo mucho dinero y no me lo voy a poder llevar conmigo a
otra vida. ¿Por qué no proteger la belleza natural? Es una respuesta simple.
Pero es la verdad. No se trata de salvar solo a los animales, sino también a
las plantas, a los bosques, la biología, la tierra. No es algo que uno haga
para sí mismo. La Argentina todavía tiene un montón de tierra virgen, pienso
que son cosas que necesitan ser hechas. Y este es un paseo hermoso.". Wyss
no quiere más preguntas, solo seguir caminando bajo el cielo de Corrientes, que
ahora está estrellado, hundirse en la oscuridad de la noche, que afortunadamente
seguirá siendo salvaje por bastante tiempo más.
Por: Luciana Mantero TOMADO DE LA NACION DE AR
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