CONFRONTACIONES Y ANTINOMIAS DE UNA SOCIEDAD FRACTURADA
“El que está frente tuyo, es tu semejante.” Albert Camus
Sin duda que
muchos podrán argumentar con fundamentos, que las sociedades se consolidan y
desarrollan en torno a los enfrentamientos y conflictos permanentes, originados
por razones religiosas, políticas, filosóficas y económicas, entre tantos otros
motivos.
Sin perjuicio de
lo expresado, tampoco es menos cierto que no se puede vivir en peleas
permanentes, ya que en algunos momentos de su derrotero histórico, los pueblos
necesitan declinar su nivel de beligerancia en pos de la construcción de
ámbitos de convivencia, respeto y tolerancia.
En nuestro país,
sin grandes contrastes religiosos, como tantos otros, la política fue campo de
batalla de antinomias insalvables, no superadas por siglos o décadas.
A lo largo de nuestra breve historia,
las confrontaciones entre unitarios y federales, rosistas y antirosistas,
irigoyenistas y antiirigoyenistas, peronistas y gorilas, y en los tiempos
actuales cristinistas y anticristinistas, dejan sus huellas y consolidan una
constante de intolerancia, que poco ayuda al avance social con cierto grado de
dignidad y armonía, en pos de objetivos comunes.
Sin abrir ningún
juicio de valor, puedo afirmar que tanto el 8N y el 7D, se han transformado en casi
dos gritos de guerra, entre dos ejércitos prontos a aniquilarse, sin por ello
dejar de reconocer que es absolutamente legítimo en democracia y con estado de
derecho, que unos protesten o reclamen y otros pretendan que se cumpla la ley.
Lo que no es aceptable, es la carga de
subjetividad, agresividad e intolerancia de los grupos en pugna.
No es bueno y solo
conduce a ampliar la brecha social, con dilapidación de energías que tendrían
que estar puestas para la solución de los muchos y graves problemas que aún
aquejan a nuestro país.
También estoy
seguro que quienes medran con las divisiones, cargan las tintas en una y otra
postura, sabedores que a río revuelto ganancia de pescadores.
El mensaje
subliminal e interesado que baja desde distintos ámbitos y encuentra eco en
todos los medios de comunicación, bajo el formato de noticias o el falaz
argumento de informar, es el de la violencia y la confrontación, abarcando
tanto a los noticieros, programas de espectáculos, mesas de debates políticos,
novelas, unitarios y todo comentario de periodistas estrellas y no tanto.
Más que desentrañar quién tiró la primera piedra, lo importante es ver
cómo nos dejamos de tirar piedras, y a partir de ello y sin renunciar a
nuestras convicciones, posicionamientos e ideologías, buscar caminos comunes de
entendimiento.
En una sociedad democrática es lógica la diversidad de pensamiento y
las pujas en torno a los mismos, lo que no tiene justificación ni racionalidad
es que unos y otros se traten en términos de enemigos, traidores,
destituyentes, con las exclusiones previsibles que ello genera.
Valga lo expuesto a manera de introito, de una fecha, efemérides o
recordación poco internalizada y menos practicada de este mes de Noviembre.
Concretamente quiero referirme al 16 de Noviembre: “Día Internacional
para la Tolerancia”, instituido en Diciembre de 1996, por Resolución de la
Asamblea General de las Naciones Unidas, de conformidad a la iniciativa de la
Conferencia General de la Unesco, por cuanto en dicha fecha 1995 se había
aprobado la Declaración de Principios sobre la Tolerancia.
La recordación, debería servir de disparador para la realización de un
profundo examen de conciencia sobre nuestras actitudes y conductas para con los
demás y sobre todo en relación a aquellos que son diferentes, o no participan
de nuestras creencias, opiniones o culturas.
La historia de la
humanidad está alimentada de odios y desconfianza y muchos de los
enfrentamientos fueron producto de los prejuicios culturales y religiosos, que
a no dudarlo sirvieron también, para imponer sistemas políticos y económicos
injustos y autoritarios, que favorecieron a unos pocos y discriminaron y
marginan a los más.
Se impone encarar
un nuevo aprendizaje y un cambio de
actitud frente a los distintos o diversos, por cuanto la consagración de la
tolerancia y la confianza en las variadas formas de pensar y quienes la
encarnan, no se logran de la noche a la mañana, ya que requieren de tiempo,
apertura y esfuerzos.
La intolerancia,
la crispación y la violencia casi siempre se sustentan en la ignorancia, la
soberbia y el temor, tanto a lo desconocido, al "otro", como a otras
culturas, religiones y pueblos.
Si entendemos que
la educación es el motor de cambio de las conciencias, es fundamental trabajar
en esa dirección, permitiendo e incentivando el acceso a la misma en un marco
de amplitud y tolerancia.
No es menos
cierto, que por lo general este disvalor se internaliza a edad temprana, por lo
que es necesario e importante mejorar la educación de los niños con principios
de tolerancia, derechos humanos y libertades fundamentales.
Este Día debería
transformarse en un hito para la educación para la convivencia y el respeto,
que establezca una agenda de reflexión, impulsando debates sociales e
institucionales sobre los problemas de intolerancia que padecemos.
Si bien el dilema
es mundial, sus manifestaciones generalmente adoptan formas locales o
nacionales y se incrementan en distintos lugares de la mano de problemas
económicos, ambientales, religiosos y políticos.
Es fundamental promover una cultura para la aceptación y la
convivencia, a través de acciones y propuestas de carácter nacional, local,
pero también individual.
Cada uno de
nosotros tiene su cuota parte de responsabilidad en el tema, pero también la
posibilidad de usar herramientas a su alcance para revertir estas actitudes, de
nosotros depende hacerlo.
El involucramiento
y participación de toda la sociedad, es fundamental en la búsqueda colectiva de
un mundo libre de intolerancia.
Por último les
dejo una frase de Koichiro Matsuura, ex Director General de la Unesco: “Una
guerra medra nutriéndose en la intolerancia, la paz exige lo contrario.
Remplazar la desconfianza por una mejor comprensión de la cultura y las
aspiraciones de los demás, contribuirá a que aprendamos a avenirnos y abonará
el camino de una paz duradera.”
Ricardo Luis Mascheroni
Docente universitario
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