¿Y si la ciencia no
es eso que tú crees?
El último Nobel de Medicina critica la “tiranía” de las
revistas especializadas en la carrera investigadora
Las publicaciones defienden su seriedad
Por qué revistas como ‘Nature’, y ‘Science’ hacen daño a la
ciencia
JAVIER SAMPEDRO Archivado en: Nature Science Cell Network
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Nuestro mundo se rige por la ciencia en mayor medida de lo
que creemos. Un gobernante puede creer que su raza —o su aldea, ya puestos— es
superior a las demás, pero no podrá salirse con la suya sin una ciencia
independiente y de calidad que lo apoye; un magnate pagará un montón de dinero
para hacer creer a la gente que su pasta de dientes, su fuente de energía o sus
medios de comunicación son superiores a los demás, pero fracasará si no puede
aportar evidencias científicas. Los alimentos que comemos, la información que
creemos y los medicamentos que tragamos dependen crucialmente de una ciencia
solvente, honrada y evaluada con criterio y transparencia.¿La tenemos?
El último premio Nobel de Medicina, Randy Schekman, cree que
no. Y no se engañen: la mayoría de los galardonados con esa cima de las
distinciones científicas dedican su visita a Estocolmo a mayor gloria de sí
mismos, o simplemente a hacer turismo. Schekman ha preferido montar un pollo, y
uno bien importante, si hemos de ser justos. En una columna publicada por The
Guardian y reproducida íntegramente bajo este artículo, Schekman sostiene que
las revistas científicas de élite, en particular Nature, Science y Cell,
distorsionan el proceso científico o, peor aún, ejercen una “tiranía” sobre él
que no solo desfigura la imagen pública de la ciencia, sino incluso sus
prioridades y su funcionamiento diario.
El premiado dice que no publicará más ‘papers’ en estas
cabeceras
Para reforzar su punto de vista, el premio Nobel —que
recogió ayer su galardón en la capital sueca— ha anunciado su decisión solemne
de no publicar nunca más en Nature, Science y Cell, las tres revistas
científicas con más índice de impacto, una medida de su influencia en otros
científicos. Schekman admite que ha publicado todo lo que ha podido en esas
tres revistas, incluidos los papers (artículos técnicos) que le acaban de valer
el premio Nobel. Pero que, ahora que se lo han dado, ya no va a publicar más
ahí.
Su intención es denunciar —con unas dosis de autocrítica que
se echan de menos en la clase política y otras— las distorsiones que esas
grandes editoriales científicas ejercen sobre el progreso del conocimiento.
Schekman denuncia que la admisión de un texto puede estar sujeta a
consideraciones de política científica, presiones o incluso contactos
personales.
Schekman ha fundado su propia revista electrónica, eLife,
una de las publicaciones científicas “en abierto” que pretenden estimular una
nueva era en la evaluación, presentación y divulgación del progreso científico,
o una ciencia tres punto cero.
Dos de los tres objetivos prioritarios de Schekman. Las
revistas Nature y Science, son premio Príncipe de Asturias de las ciencias.
Pero hay otro galardonado con el mismo premio, el biólogo Peter Lawrence de la
Universidad de Cambridge, que no solo apoya a Schekman, sino que viene
sosteniendo posturas similares desde hace 10 años. “Este asunto viene de lejos
y se ha ido volviendo peor en los últimos años”, dice a EL PAÍS desde
Cambridge.
Busca denunciar las distorsiones de las editoriales sobre el
avance del saber
Lawrence y otros científicos han escrito artículos en las
revistas científicas y presentado quejas ante los centros de decisión, pero no
han logrado gran cosa, ni siquiera elevar el tema a la opinión pública. El
científico de Cambridge se confiesa contento de que Schekman haya aprovechado
su premio Nobel para remar contra corriente e intentar empujar lo que considera
una buena causa. La autocrítica es inmanente a la ciencia: es lo que mejora sus
experimentos y teorías, y lo que puede mejorar sus formas, su financiación y su
comunicación pública.
“Muchos investigadores son plenamente conscientes de cómo la
evaluación del trabajo científico y su tasación por los burócratas está
asesinando la ciencia”, dice Lawrence con característica elocuencia. “Por
supuesto que todos somos culpables de haber representado nuestro papel, y así
lo admite el propio Randy (Schekman); pero es bueno que esté utilizando su
premio Nobel para publicitar sus opiniones, y espero que ello incremente la
percepción pública de por qué la ciencia ha perdido su corazón”.
Lawrence escribió un artículo de referencia sobre este
asunto hace diez años, curiosamente en la propia revista Nature. “Cuando lo
escribí en 2003, recibí casi 200 cartas, en su mayoría de jóvenes que sentían
que los sueños que les habían llevado a convertirse en científicos habían sido
rapiñados; el punto principal, entonces y ahora, es que los artículos científicos
se han vuelto símbolos para el progreso en la profesión científica, y los
verdaderos propósitos de comunicación y registro están desapareciendo”.
Otro científico relevante que apoya la protesta del Nobel
Schekman es Michael Eisen, profesor de la Universidad de California en Berkeley
y uno de los fundadores de Public Library of Science (PLoS), la primera y
principal colección de revistas científicas publicadas en abierto, y con una
voluntad de transparencia que les ha llevado, por ejemplo, a hacer pública la
identidad de los dos o tres científicos, o reviewers, que revisan los
manuscritos y deciden sobre su publicación.
El biólogo Peter Lawrence lleva 10 años protestando por esto
mismo
“Lo que ha dicho Randy (Schekman) es importante”, dice Eisen
a EL PAÍS. “Si otros científicos siguieran esa vía, podrían enmendar muchos
problemas de la comunicación científica en un solo movimiento”. Pero el
investigador y editor no alberga grandes esperanzas: “Hablando como alguien que
ya abandonó esas revistas (Nature, Science y Cell) hace 13 años, y que ha
estado intentando convencer a sus colegas para que hagan lo mismo desde
entonces, me temo que la estructura de incentivos que Randy denuncia es tan
poderosa y ubicua que ni siquiera el liderazgo de un premio Nobel tan brillante
y respetado podrá disolverla”.
Eisen no cree que un boicot a esas tres revistas de élite
sirva de mucho. “Si realmente queremos arreglar las cosas”, concluye,
“necesitamos que todos los científicos ataquen el uso de las publicaciones para
evaluar a los investigadores, y que lo hagan siempre que tengan ocasión: cuando
contraten científicos para su propio laboratorio o departamento, cuando revisen
las solicitudes de financiación o juzguen a los candidatos a una plaza”.
Este diario ha solicitado su perspectiva a los editores de
Nature, Science y Cell, los principales objetivos de los dardos de Schekman. Lo
que sigue son sus respuestas.
“Si otros científicos siguieran esta vía se podría
enmendar”, dice Michael Eisen
“Nuestra política de aceptación no se rige por
consideraciones de impacto”, dice a EL PAÍS Monica Bradford, editora ejecutiva
de Science, “sino por el compromiso editorial de proveer acceso a
investigaciones interesantes, innovadoras, importantes y que estimulen el
pensamiento en todas las disciplinas científicas”. La revista Science, prosigue
explicando Bradford, se publica por la AAAS (Asociación Americana para el
Avance de la Ciencia, siglas en inglés), que es una organización sin ánimo de
lucro, “y trabaja duro para garantizar que la información científica revisada
por pares se distribuye al mayor público posible”.
Las revistas de primera fila reciben tal cantidad de
manuscritos cada semana que, por simples consideraciones materiales, tienen que
rechazar cerca del 90% de esos trabajos. La cuestión sería un mero dilema
editorial si no fuera porque la carrera de cualquier científico, sobre todo de
los jóvenes, depende estrictamente del número de publicaciones que consiga con
su investigación, en particular en las grandes revistas de más impacto. Pese a
ello, Bradford asegura que “los presupuestos para el número de páginas y los
niveles de aceptación de manuscritos han ido de la mano históricamente; tenemos
una gran difusión, e imprimir artículos adicionales tiene un gran coste
económico”.
Emilie Marcus, editora de Cell, comenta más específicamente
sobre el desafío del Nobel Schekman. “Desde su lanzamiento hace casi 40 años”,
dice, “la revista Cell se ha concentrado en una visión editorial fuerte, un
servicio al autor de primera fila en su clase con editores profesionales
informados y accesibles, una revisión por pares rápida y rigurosa por
investigadores académicos de primera línea, y una calidad sofisticada de
producción”.
“La razón de ser de Cell”, prosigue Marcus, “es servir a la
ciencia y a los científicos, y si no logramos ofrecer esos valores a nuestros
autores y lectores, la revista no prosperará; para nosotros esto no es un lujo,
sino un principio fundacional”. Tomado de el pasi de uruguay, por sugerencia de
face de Daniel Macías
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