El debate de los expertos en bosques: Exóticos vs. nativos
Autor: Tania Opazo
Casi 600 mil hectáreas se han quemado en nuestro país
durante esta temporada en una emergencia sin precedentes que aún no se acaba.
En ese contexto, biólogos, ecólogos e ingenieros forestales se han visto
envueltos en una discusión sobre cuánto influyeron las plantaciones de
eucaliptos y pinos en los actuales incendios, en comparación con los bosques
nativos de Chile. Con más de 30 entrevistas a expertos, y varios papers y
columnas, intentamos llegar a una respuesta.
El debate de los expertos en bosques: Exóticos vs. nativos
Gran parte del tiempo las conversaciones y debates entre los
científicos se dan silenciosamente en congresos y publicaciones académicas.
Pero de vez en cuando algún acontecimiento los saca de sus oficinas y
laboratorios. Este verano, como nunca, está siendo el turno de los expertos en
bosques, que aparecieron en radios, canales de televisión y diarios tratando de
explicar un desastre ecológico que parece incomprensible.
“Tengo mucho sueño y cansancio acumulado”, dice en un correo
que llega a las tres de la madrugada Miguel Castillo, investigador del
Laboratorio de Incendios Forestales de U. de Chile, tras varios días en terreno
y entrevistas a numerosos medios. Él y su colega Roberto Garfias son protagonistas
de una polémica que aún no se zanja entre quienes acusan que los cultivos de
pino y eucaliptos habrían sido un factor que facilitó la propagación del fuego,
comparado con el bosque autóctono, más heterogéneo en su composición: “La
realidad es que no tienen ninguna base científica para sostener que las
plantaciones forestales tienen que ver con la magnitud del incendio. El poder
calórico de las especies exóticas (pinos y eucaliptos) no dista mucho del que
tienen las del bosque nativo”, dijo Garfias a The Clinic el 29 de enero en una
nota cuyo título comenzaba con la palabra “Cazamitos”.
La publicación agitó a la comunidad científica. “La
‘desinformación’ de estos colegas del laboratorio de incendios es curiosa”,
dice Mauro González, del Instituto de Conservación, Biodiversidad y Territorio
de la U. Austral (UACH). “Si bien no hay estudios que comparen inflamabilidad
de nativas y exóticas de forma adecuada (el estudio de Eduardo Peña
–Universidad de Concepción– al que se acoge la Corporación Chilena de la
madera, Corma, y el Colegio de Ingenieros es muy limitado), la evidencia
indirecta es pasmosa. Es como un crimen, en el que aunque no ves al asesino, la
evidencia te lleva hacia él”, dice Susana Gómez, investigadora del Centro de
Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 de la U. de Chile.
“Es decepcionante sostener lo insostenible, desinformando
sin complejos a la ciudadanía con noticias que tanto daño le hacen a nuestra
profesión de ingenieros forestales”, agrega Carlos Zamorano, doctor en Ecología
y profesor de la UACH. Sin embargo, también hay varios expertos que afirman que
es un error “demonizar” los monocultivos (plantaciones de un solo tipo de
árbol), ya que la industria forestal es parte importantísima de la economía del
país y porque, al final, en un incendio de gran magnitud como los recientes,
todo se quema.
Según Eduardo Arellano, profesor del Laboratorio de
Restauración Ecológica de la UC, “por un lado están los investigadores que
vienen de la ecología, y en otro los de la parte forestal o industrial, dentro
la misma academia”, ambos con teorías en que se hace referencia a otras partes
del mundo pero que no necesariamente se han comprobado en Chile, explica,
porque aquí no hay grupos específicos trabajando en incendios.
“La propagación del fuego nada tiene que ver con los pinos
ni los eucaliptos ni los bosques nativos, ellos son meros espectadores de la
gestión del modelo imperante, que no protege con eficacia sus recursos
naturales, ni con la debida dignidad a sus ciudadanos”, agrega Víctor Gerding,
doctor en Ciencias Forestales de la UACH.
Árboles buenos y
malos
“Un monocultivo de pinos o eucaliptos no es un bosque”, es
la primera corrección que hace cualquier ecólogo al hablar de este tema. Un
bosque es un sistema ecológico complejo con una diversidad de especies de
distintas edades. Esa variedad, afirman los expertos, les permitiría a los
bosques retener más humedad y quemarse más lento.
En cambio, una plantación se conforma de árboles de la misma
especie y edad que se colocan en un terreno en la mayor cantidad posible
(incluso 1.600 árboles por hectárea), para luego ser cortados y vendidos. Esa
misma densidad y homogeneidad, agregado a ciertas características de estas
especies, harían que las plantaciones se quemen más rápido y con más
intensidad. “En una sola hectárea tenemos muchísimo más combustible que en un
bosque nativo”, dice Mylthon Jiménez, doctor en Ciencias Biológicas de la UACH.
Los pinos y eucaliptos comenzaron a instalarse en nuestro
paisaje con más fuerza en la década del 70, en su inicio para cubrir terrenos
agrícolas que estaban fuertemente erosionados. Los investigadores afirman que
colocar estos árboles, que se adaptan incluso en suelos muy dañados, fue en
beneficio del terreno, protegiéndolos de una aún mayor degradación. Además
crecen muy rápido, lo que es ventajoso para quienes quieren explotarlos, aunque
para ello absorben mucha agua (lo que algunos afirman provocaría sequías). Los
ecólogos los catalogan como “especies pirófitas”, lo que significa que están
naturalmente adaptados al fuego teniendo ventajas en su supervivencia frente a
otros árboles y arbustos al ocurrir un incendio. Y lo más importante: se les
acusa de ser altamente inflamables.
“No es que ellos sean malos ni se tomen el agua para dejar
secos al resto. Ambos son invitados a un ecosistema al que no pertenecen donde
despliegan mecanismos para ser ellos los que se reproduzcan. Por ejemplo,
tienen compuestos en sus hojas que inhiben el desarrollo de otro tipo de
vegetación”, dice Sergio Donoso, profesor de la Facultad de Ciencias Forestales
de la U. de Chile.
El profesor de la U. de Vigo, España, Adolfo Cordero, cuenta
que el mismo debate se está dando en Galicia. “Aquí también se ha optado por
plantar pinos y eucaliptos sin control y ahora tenemos el récord de incendios
en Europa. Afirmar que no hay ninguna relación entre los incendios y el hecho
de que extensiones enormes de tierra se planten con especies de árboles
pirófitas; es sencillamente erróneo y contrario a la evidencia científica”.
Algo con lo que concuerda Dave McWeathy, profesor de la U. de Montana, quien
afirma que varias especies de eucaliptos han sido catalogadas entre las más
inflamables del planeta.
Para el profesor Klaus Puettmann, de la U. Estatal de
Oregon, son tantos los factores que entran en la discusión que es casi
imposible generalizar. Aun así afirma que las plantaciones jóvenes (de menos de
cinco años) probablemente son menos inflamables que los bosques nativos, ya que
la carga de combustible es muy baja. “Después de eso, las plantaciones pueden
ser más resistentes a los incendios superficiales de baja intensidad, pero muy
susceptibles a los de alta severidad (como los que actualmente suceden en
Chile), ya que sus densos techos contiguos permiten que el fuego viaje
rápidamente a lo largo de las plantaciones”.
El investigador del Centro de Cambio Global UC, Horacio
Gilabert, afirma que un estudio publicado el año pasado en la revista
International Journal of Wildland Fire comprueba que el pino radiata, que se
planta en Chile, es una especie de inflamabilidad baja/moderada y que de los
eucaliptos se ha confirmado que es muy inflamable la especie viminalis, pero no
la globulus, que se explota mayoritariamente en nuestro país.
Efectivamente son especies pirófitas que han evolucionado en
un ambiente donde el fuego es una alteración recurrente, pero eso no significa
que sean inflamables como algunos colegas han expresado. En el caso de los
incendios de este verano, no hace mucha diferencia si era plantación o bosque
nativo, ambas formaciones se habrían incendiado igual y de hecho fue así. La
afirmación de que estos incendios fueron favorecidos por la existencia de
hectáreas y hectáreas de monocultivos (léase plantaciones) es demasiado general
para ser tomada en serio”.
Pero quienes han experimentado de cerca los incendios en sus
zonas no tienen cuestionamientos. “Hemos llegado a un consenso en Valparaíso de
que las especies introducidas no se adaptaron y complicaron nuestra diversidad,
siendo fuertes demandadoras de agua”, dice Luis Álvarez, director del Instituto
de Geografía de la PUCV. “Existe suficiente evidencia para señalar que las
cuencas que se encuentran dominadas por plantaciones forestales contienen menos
humedad en los meses de verano (cuando se producen los incendios), que las
dominadas por bosque nativo”, agrega Alejandro Miranda, del Laboratorio de
Ecología del Paisaje Forestal de la U. de la Frontera.
Según Aurora Gaxiola, profesora de la Facultad de Ciencias
Biológicas UC, el debate es confuso en parte porque el tema simplemente no se
ha estudiado a fondo: si se buscan estudios sobre tópicos como “flamabilidad” y
dinámica de fuego en Chile, no se encuentran más de 170 artículos, y el estudio
más antiguo es de 1993. “Es decir, aún hay mucho por investigar y hacer”.
En estos días se realiza en Sevilla, España, la reunión
sobre Ecosistemas Mediterráneos, donde varios chilenos están exponiendo. “Hemos
estado conversando mucho este tema”, cuenta Aníbal Pauchard, del Laboratorio de
Invasiones Biológicas de la U. de Concepción. “Esperamos tener una declaración
conjunta que ayude a mostrar el consenso que existe en el mundo científico: que
independientemente de que toda vegetación sea susceptible a incendios
forestales, la única manera de poder reducir la probabilidad y la magnitud de
estos eventos es la planificación territorial con bases científicas y
participación ciudadana. Eso es que haya un mosaico saludable de distintos usos
de suelo (bosque nativo, agrícola, plantaciones forestales, etc.) pero bien
pensado y manejado para mejorar el bienestar de todos los habitantes del
territorio”.
Para Andrés Fuentes, del Laboratorio de Biometría de la U.
de La Frontera, la confusión se produce cuando se cruzan intereses económicos
que buscan proteger un sector importante (y poderoso) de la economía. “En
general la industria forestal no se hace cargo de las externalidades negativas
que producen sus procesos productivos”.
Juan Armesto, profesor de la UC e investigador del Instituto
Milenio de Ecología y Biodiversidad, cree que hay que enfocarse en “diseñar un
paisaje con mayor resiliencia que el que nos ha conducido a esta catástrofe”.
En ese contexto, hay que aceptar que la industria maderera es necesaria, y que
más que su existencia es su funcionamiento el que se debe que cuestionar: “Hay
que tener plantaciones forestales, ya que los muebles, el material para
celulosa, etc., tiene que salir de alguna parte”, dice Lohengrin Cavieres,
investigador de la U. de Concepción.
Una de las claves para esto es, más allá de las ganancias
monetarias, valorar los beneficios del bosque nativo para nuestro país en el
largo plazo como un reservorio de agua en las cuencas hidrográficas y hábitat
para la fauna silvestre, el control de la erosión y la sedimentación, por su
uso recreacional para el ecoturismo, sus bienes no maderables y sus servicios
ambientales. “Si estos bienes tuvieran un valor económico más alto que la
madera o la pulpa, seguramente sería un buen negocio establecer bosques
nativos, como los incentivos que actualmente existen para los bonos de carbono.
Los gobiernos deberían generar políticas orientadas a restablecer nuestro
patrimonio forestal prístino”, dice el profesor de la Facultad de Geografía UC,
Mauricio Calderón.
La Premio Nacional de Ciencias 2010 y directora del
Instituto de Ecología y Biodiversidad, Mary Kalin, afirma que al final del día
los consensos requieren que todos los actores relevantes se sienten en la misma
mesa en un ambiente de confianza mutua. Actualmente, cree que hay una suerte de
resquemor entre los empresarios del rubro forestal y los científicos, “como si
a estos últimos les importara poco el desarrollo del país y es muy por el
contrario. Nuestro sentido de territorio es profundo y bien intencionado. Como
sociedad, tenemos que encontrar formas para reducir los daños sociales, biológicos
y económicos de los incendios. Es alentador que el Ministerio del Medio
Ambiente haya puesto a las especies con problemas de conservación entre las
prioridades del recién establecido ‘Comité Nacional de Restauración Ecológica’,
pero es imprescindible que tengamos mejores datos sobre el efecto biológico de
los incendios a largo plazo, que repensemos el paisaje, y emprendamos una
campaña educativa”.
De los 32 expertos entrevistados, 25 afirmaron con seguridad
que el abuso de los monocultivos exóticos sí es un factor importante en los
incendios forestales. “Yo emplazo a la gente que llega y opina a un debate
público. Para hablar de esto hay que poner estudios sobre la mesa”, dice
Antonio Lara, profesor de la UACH e investigador del (CR)2. “Bajo el escenario
de cambio climático actual los megaincendios seguirán ocurriendo, por lo que el
diálogo entre los distintos actores es ineludible”, agrega Mauro González.
TOMADO DE LA TERCERA DE CHILE
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