¿Qué significa ser Cristiano en Tiempo de
Cambio Climático?
Santiago,
Chile, lunes 26 de febrero de 2018, por Luis Alberto Gallegos, Boletín GAL.- “Ser
cristiano es ser testigo de la resurrección de Jesús, y significa también
superar la pobreza, que es muerte, algo inhumano, contrario a la voluntad de
Dios. Si la pobreza es contraria a la voluntad de vida de Dios, luchar contra
la pobreza es una forma de decirle sí al reino de Dios.” Gustavo Gutiérrez
Merino.
En la
década de los setenta, los tiempos eran difíciles. En América Latina era un
período de opresión de sanguinarias dictaduras, pero también eran tiempos
épicos de resistencia democrática y defensa de los derechos humanos de la
ciudadanía y sus organizaciones mediante diversas formas de lucha.
El pueblo
cristiano participó activamente en aquél proceso liberador y antidictatorial,
sumándose y asumiendo roles protagónicos que hasta ese momento no había
incursionado. Y lo supo hacer con Fe, voluntad, eficacia y disciplina. La
historia del Continente está sembrada de mártires cristianos que dieron su vida
por liberarlo. Tan solo en Chile podemos mencionar a: Antonio Llidó, Joan
Alsina, André Jarlan, Miguel Woordward, Gerardo Poblete, Esteban Marie Louis Pesle,
Omar Venturelli, entre los 3.065 asesinados y desaparecidos entre 1973 y 1990.
En tiempos
recientes, otro predador se ha hecho presente en Chile y a nivel global: es el
cambio climático, que en nuestro país viene ocasionando numerosas víctimas
fatales debido a inundaciones, incendios forestales y desastres climáticos.
Tales son los casos de Valparaíso, (15 fallecidos, 2014), Antofagasta (3
fallecidos, 2015), Atacama (25 fallecidos, 2015), Santa Olga (3 fallecidos,
2017), Villa Santa Lucía (18 fallecidos, 2017), Vichuquén (3 fallecidos, 2017),
Constitución (4 fallecidos, 2017), entre otros afectados principalmente
vulnerables y pobres.
En las
actuales circunstancias de crisis climática son muchas las fuentes de
inspiración y las herramientas que los ambientalistas y el pueblo cristiano
acuden para desplegar un quehacer eficiente y con mística.
Las
herramientas
Son
diversas las herramientas científicas, técnicas y áreas del conocimiento que se
van sumando al desarrollo investigativo y conceptual de la praxis climática.
Las ciencias ambientales, meteorología, economía, física, química, ingeniería,
geología, agricultura, energía, salud, entre otras, son las disciplinas que hoy
constituyen el amplio y variado abanico de instrumentos a los que se apela a fin
de entender y ejecutar acciones frente al cambio climático. La realidad ha
cambiado, por tanto, el conocimiento también debe hacerlo.
Nos referiremos en esta ocasión a las
ciencias sociales.
Desde hace
un par de décadas los investigadores ecológicos redescubrieron un nuevo y
fundamental concepto de Carlos Marx en el volumen III de El Capital, que él
denominó la fractura metabólica entre la naturaleza y la sociedad.
Esta fractura, Marx la visualizó al momento de estudiar las contradicciones
capitalistas que se desarrollaban en el Siglo XIX en una amplia variedad de
áreas: los límites del planeta, el metabolismo del carbono, el agotamiento del
suelo, la producción de fertilizantes, el metabolismo oceánico, la explotación
indiscriminada de la pesca, la desforestación, la utilización de los incendios
forestales, los ciclos hidrológicos, la megaminería a cielo abierto, la cría de
ganado, los agro-combustibles, la apropiación de tierras a nivel mundial, y la
contradicción entre la ciudad y el campo.
Marx percibió
el carácter global de esta fractura en el metabolismo entre la
naturaleza y la sociedad, señalando que, por ejemplo, “desde hace siglo
y medio Inglaterra exporta indirectamente el suelo de Irlanda sin otorgar a sus
cultivadores ni siquiera los medios para reemplazar los componentes de aquel.”
(1)
Siguiendo
esta perspectiva, Marx señaló que el rompimiento del ciclo de la tierra en la
agricultura capitalista industrializada constituía nada menos que “una
fractura” en la relación metabólica entre los seres humanos y la naturaleza.
Dijo que la creciente población urbana concentrada en grandes centros por la
producción capitalista, acumula la fuerza motriz histórica de la sociedad.
Pero, por otra parte, perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra,
debido a que no se produce el retorno al suelo de aquellos elementos
constitutivos del mismo que han sido consumidos por el hombre bajo la forma de
alimentos y vestimenta, retorno que es condición natural eterna de la
fertilidad permanente del suelo. Para Marx, todo progreso de la agricultura
capitalista no sólo es un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino a la
vez en el arte de esquilmar el suelo; todo avance en el acrecentamiento de la
fertilidad de éste durante un lapso dado, un avance en el agotamiento de las
fuentes duraderas de esa fertilidad. (…) La producción capitalista, por
consiguiente, no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de
producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda
riqueza: la tierra y el trabajador. (2)
Marx culmina su
percepción y análisis sobre este concepto haciendo un llamado a la
sustentabilidad, es decir, la preservación de “toda la gama de
condiciones permanentes de la vida que exige la cadena de las generaciones
humanas.” En su definición más exhaustiva de la naturaleza de la producción
bajo el socialismo afirmó: “La libertad, en este terreno, sólo puede
consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen
racionalmente ese metabolismo suyo con la naturaleza poniéndolo bajo su control
colectivo (…) con el mínimo empleo de fuerzas y bajo las condiciones más dignas
y adecuadas a su naturaleza humana.” (3)
La
mística
No hay
praxis climática eficiente, profunda, masiva y de largo aliento si no está
motivada e inspirada por una mística liberadora. Es lo que se denomina espiritualidad
ecológica.
El Papa
Benedicto XVI invitó a “eliminar las causas estructurales de las disfunciones
de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen
incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente”. Recordó que el
mundo no puede ser analizado sólo aislando uno de sus aspectos, porque “el
libro de la naturaleza es uno e indivisible”, e incluye el ambiente, la
vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc. Por
consiguiente, “la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la
cultura que modela la convivencia humana”. (4)
El Papa
Francisco en su Carta Encíclica Laudato Si, señala que “el cambio climático
es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas,
distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales
para la humanidad. Los peores impactos probablemente recaerán en las próximas
décadas sobre los países en desarrollo (…) Lamentablemente, hay una general
indiferencia ante estas tragedias, que suceden ahora mismo en distintas partes
del mundo. La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y
hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por
nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil”. (5)
Sorprende
gratamente que esta Carta Encíclica sea uno de los mensajes Papales más
profundos en sus conceptos y diagnósticos científicos y, al mismo tiempo, una
de las señales más tiernas, espirituales y amorosas en su aliento al pueblo del
Planeta acerca de su rol ambiental y climático.
El Papa
Francisco señala: “Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder
económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los
problemas o en ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir algunos impactos
negativos del cambio climático. Pero muchos síntomas indican que esos efectos
podrán ser cada vez peores si continuamos con los actuales modelos de
producción y de consumo (…) Sin embargo, no todo está perdido,
porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también
pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de
todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan. Son capaces
de mirarse a sí mismos con honestidad, de sacar a la luz su propio hastío y de
iniciar caminos nuevos hacia la verdadera libertad. No hay sistemas que anulen
por completo la apertura al bien, a la verdad y a la belleza, ni la capacidad
de reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones
humanos. A cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya
que nadie tiene derecho a quitarle”. (6)
Francisco
nos invita: Si “los desiertos exteriores se multiplican en el mundo es
porque se han extendido los desiertos interiores, la crisis ecológica es un
llamado a una profunda conversión interior (…) Vivir la vocación de ser
protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no
consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia
cristiana”. (7)
Finalmente,
la Laudato Si, precisa: “Sin embargo, no basta que cada uno sea mejor para
resolver una situación tan compleja como la que afronta el mundo actual. Los
individuos aislados pueden perder su capacidad y su libertad para superar la
lógica de la razón instrumental y terminan a merced de un consumismo sin ética
y sin sentido social y ambiental. A problemas sociales se responde con redes
comunitarias, no con la mera suma de bienes individuales.. Las exigencias de
esta tarea van a ser tan enormes, que no hay forma de satisfacerlas con las
posibilidades de la iniciativa individual y de la unión de particulares
formados en el individualismo. Se requerirá una reunión de fuerzas y una unidad
de realización. La conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo
de cambio duradero es también una conversión comunitaria”. (8) FIN. VER: http://luisalbertogmz.blogia.
com/
Tomado de envío de boletín gal de chile
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