Masacres
La tragedia. Se recrudecieron las masacres contra
colombianos desprotegidos. Hoy son asesinados sin tregua.
¿Qué pasa en esta Colombia del gobierno de Duque que ha
visto reaparecer este fenómeno tétrico, doloroso que tiñe de sangre la tierra y
el corazón de tantas familias y millones que no hallan explicaciones claras?
Las cifras hablan. En 2019 hubo 36 masacres, el número más
alto desde 2014. Y este año, de acuerdo con la ONU Colombia, van 33 en ocho
meses y medio.
Casos en su mayoría en la Colombia olvidada, esa que no
importa a los gobernantes más que para enviar tropas y que los grupos armados
ilegales convierten en noticia con su accionar. Esa Colombia a la que no se le
resuelven los crímenes aunque investigan mucho pese al envío de cúpulas
militares, gran paradoja con la prontitud con la que se aclaran en la gran
capital.
Aterra ver cómo matan con sevicia a niños y jóvenes,
recordando las peores épocas de la violencia a finales del siglo pasado y
primera década del actual, atizada todavía por sectores retardatarios de la
sociedad.
La ONU no solo reseñó las masacres de 2020, sino los 97
asesinatos de defensores de derechos humanos, de los cuales ha verificado 47,
aparte del aumento del 10 % en el número de excombatientes muertos por
violentos en el primer semestre.
Duele y preocupa. Bien lo dice el obispo de Cali, Darío
Monsalve: “La ensangrentada soledad y estigma que vive el pueblo
humilde y desarmado, sobreviviendo a todo tipo de armados, a los que se suman
políticas arrasadoras y opresoras, exige la más grande solidaridad de nuestra
historia”.
Masacres con las cuales grupos armados llaman la atención de
su poderío y afianzan su posicionamiento en regiones donde se desarrollan
distintas actividades, desde ilegales a otras enmascaradas con el rostro de la
legalidad.
Andan envalentonados ante un gobierno que poco hace por
contrarrestarlos salvo mantener tropas y desarrollar algún operativo que no
cambia las cosas ni el mapa de la violencia.
Un gobierno representante de un Estado que nunca ha querido
ni sido capaz de mirar a la periferia y copar el territorio para llevar
desarrollo y oportunidades a comunidades en las que las grandes carencias a
estas alturas indignan, llegando solo con migajas lastimeras cuando hay sucesos
para lamentar.
Tomando las palabras de Leyner Palacios, líder
chocoano defensor de las comunidades, el gobierno debe proteger y no ser
espectador ni falsa víctima. ¿Lo hará?
Qué realidad tan dura.
Maullido: nuestros
alcaldes se volvieron grandes “desempleadores”.
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