Asusta el nivel de analfabetismo científico de nuestros
políticos y dirigentes. Como dice el presentador, divulgador y científico Bill
Nye, un líder así nos pone en peligro a todos.
El grave problema en este caso es que las consecuencias no
siempre se notan o pueden ser a largo plazo. Estamos llenos de decisiones
perjudiciales de nuestros gobernantes por desconocimiento de los hechos que
pone en evidencia la ciencia, bien sea sin intención, aunque muchas veces lo
hacen con premeditación (y alevosía también).
La Corte Constitucional ordenó al Gobierno construir en dos
años “una investigación científica y sociológica en la cual se identifiquen y
se precisen las conclusiones gubernamentales respecto a los impactos de la
actividad minera en los ecosistemas del territorio”. Hace mucho debería saberse
dónde puede hacerse qué y cómo, y dónde no.
Como lo expresó en un artículo la directora del Instituto
Humboldt, Brigitte Baptiste, la manera de resolver las contradicciones, dice,
empieza con el adecuado conocimiento de los efectos de los proyectos debatidos,
más allá del estudio de impacto ambiental.
Podría citarse el caso de la navegabilidad del río
Magdalena: todos los científicos han mostrado que es contraproducente, pero
ríos, selvas, páramos y demás ecosistemas no pesan para el poder político (si
no cree, diga que una vía 4G afecta un sistema natural para que oiga rabiar al
vice).
Y acontece en los planos regional y local: medidas y planes
van contra estudios serios que, lógico, se pueden controvertir pero al mismo
nivel de interlocución.
Dos casos: investigaciones sugieren que ciclistas que
transitan junto a vías de alto tráfico automotor reciben altas dosis de
contaminantes, pero acá ciclorrutas se construyen por esos lugares. E igual en
lo urbanístico: vivir al lado de vías congestionadas aumenta la incidencia de
enfermedad y muerte por causa cardiovascular. Pero como es a largo plazo...
La decisión de la Corte debería extrapolarse a todos los
ámbitos de la actividad pública que comprometan ecosistemas y en general el
bienestar de los ciudadanos: hay que atender lo que digan los estudios y dejar
de lado ese estribillo insensato de que “se demoraría más y costaría más”.
Con frecuencia es al revés: resulta más costosa la decisión
apresurada. Ejemplos abundan, como atestigua la moribunda Ciénaga Grande de
Santa Marta.
Maullido: calladitos sacaron los alumbrados del río. POR
RAMIRO VELAZQUEZ GOMEZ , TOMADO DE EL COLOMBIANO
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