Una vida de
adicciones, decepción y amistades que continúa latente
Cochabamba
Un recolector de botellas de plástico del puente Muyurina
muestra a dos de sus perros más pequeños, la semana pasada. | Daniel James
Jóvenes observan un grafiti a espaldas de las camas donde
duermen, bajo el puente Recoleta. | Daniel James
Un joven que solía vivir en los puentes trabaja limpiando
parabrisas. | Daniel James
Por Sabrina Lanza
Como pocos, Julián dejó de hacerse preguntas y se dijo a sí
mismo que el lugar donde se encuentra es parte de su destino. Casi sin noción
del tiempo y con el continuo sentimiento de decepción, duerme sin temor bajo el
puente Muyurina.
Oculto entre frazadas y edredones que lo protegen del frío,
ningún visitante logra distinguirlo a primera vista. A su alrededor, cuatro cachorros
duermen plácidamente. Cuando alguien se asoma, despierta con sorpresa.
Mientras, sus guardianes —otros perros más grandes— ladran a todo pulmón,
ahuyentando a la posible amenaza.
Segundos después, abre los ojos y su mirada recibe con calma
a los visitantes. Tomado de los tiempos de Bolivia
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