La UE nos da una sorpresa agradable: la ratificación
conjunta del Acuerdo de París.
Cumbre del Clima (ARCHIVO)
El viernes la UE acordó la ratificación en grupo del
Acuerdo de París y aunque esta decisión se venía impulsando en las
últimas semanas, no ha dejado de ser una sorpresa agradable.
Me parece siempre que las lecturas sobre el acuerdo de París
de cambio climático del año pasado se han movido en general entre la realidad y
el deseo: la realidad de unos resultados poco ambiciosos y el deseo de que el
acuerdo internacional impulse por fin en los gobiernos el compromiso de actuar
sobre un desafío planetario que está modificando nuestro mundo a una velocidad
impensable hace solo algunas décadas y cuyos impactos van a ser devastadores.
Aunque parezcan contradictorias, ambas lecturas son
necesarias, la que nos recuerda que con lo que hay hoy encima de la
mesa en compromisos por parte de los países no hay suficiente, ni de cerca,
para salvarnos de un calentamiento peligroso y la que, poniendo un pie
en el acuerdo de París, quiere dejar de mirar atrás y comenzar la marcha firme
hacia la descarbonización de nuestras economías.
El proceso de ratificación
Para avanzar el acuerdo tiene que entrar en vigor cuanto
antes y para eso tienen que estar ratificado por 55 paises que sumen el 55% de
las emisiones de gases de efecto invernadero. Hasta el viernes, 61 países
habían firmado el acuerdo, pero representaban solo un 48% de las emisiones de
efecto invernadero.
Lo cierto es que si lo comparamos con otros procesos, la
ratificación de este acuerdo se está produciendo de una manera rápida en muchas
regiones del mundo. Las razones son varias, una de las principales es el temor
a que las elecciones en Estados Unidos lleven a Trump al poder. El que puede
ser el peor presidente nunca imaginado cuenta entre sus numerosos defectos con
ser negacionista climático. Si Trump gana, puede ser que le resultase más
difícil bajarse de un acuerdo que ya está en vigor, por lo que los países están
acelerando su consecución. Y hay también por supuesto otras razones: que por
fin China se ha decidido a liderar, que los signos de la catástrofe que se nos
avecina son más alarmantes cada día y que los compromisos no son lo
suficientemente ambiciosos para que en los países se genere mucha oposición
interna a la ratificación. En cualquier caso el proceso hasta
el viernes iba
como un rayo, pero sin Europa.
Sin embargo, el pasado viernes 30 de septiembre, el
consejo de Europa acordó acelerar la ratificación, la firma como Unión
Europea, lo que son buenas noticias tanto para la entrada en vigor del acuerdo,
como para Europa, que si no corría el riesgo de no poder ocupar una silla en
las negociaciones de un instrumento que no había ratificado.
Pero además la firma como Unión Europea es una buena noticia
porque los europeos y europeas necesitamos que esta región siga liderando la
lucha contra la descarbonización y el impulso de las renovables, como región.
Lo necesitamos por nuestro futuro, por el futuro de otras regiones más
vulnerables del mundo, y porque necesitamos políticas europeas que vuelvan a
traer dignidad al seno de la Unión, que nos metan de nuevo en un proyecto
común, más allá de intereses nacionales y cortoplacistas. El viernes, al aprobar
la ratificación, la Unión fue un poquito más Unión.
Políticas climáticas en el corazón de la construcción de
identidad europea
En los últimos años quizás las políticas medioambientales y
de cambio climático han sido una de las pocas constructoras de una identidad
europea. Han sido años casi completamente perdidos para los proyectos comunes.
Vivimos en una Europa constituida por gobiernos que mayoritariamente no creen
en Europa ni comparten una mínima base sobre los principios en los que debe
asentarse y por una ciudadanía que se ha alejado cada vez más de sus procesos
de toma de decisiones. No es extraño que se alejen, cuando los países europeos
solo parecen ponerse de acuerdo para impulsar la falta de solidaridad, interna
a través de la austeridad, y externa, con los refugiados que huyen de guerras
largas y crueles.
Como contrapunto, las políticas contra el cambio climático
de las últimas décadas han servido para construir Europa y además una Europa
mejor. Más consciente sobre sus responsabilidades y capacidades para construir
un futuro de progreso: por ejemplo, la semana pasada, se celebraron los
100 GW de solar instalados en Europa, que se unen a los más de 142 GW eólicos.
Pero ahora que tras París, es justamente necesario acelerar
y multiplicar la ambición, la Unión Europea parece haberse quedado atrás y
pierde fuelle y duda. No hay ninguna regulación Europea sobre el tema en que se
haya sido ambicioso en los dos últimos años y eso a corto plazo resultará en
peores resultados. Para liderar una transformación tecnológica y social, hay
que ser audaz, para descarbonizar completamente las economías europeas
en muy pocas décadas, no se puede ser complaciente con lo conseguido hasta la
fecha. Muchísimo más es necesario.
Esperamos que el acuerdo par la ratificación como Unión
Europea del acuerdo de París, sea el primer paso para reactivar la ambición en
la región, la toma de decisiones conjunta y el refuerzo de una identidad
europea en la que podamos mirarnos sin temor ni vergüenza, nosotros, y nuestros
hijos e hijas.
Un último apunte, sobre España: que sea bueno que haya una
ratificación como Europa, no significa que España no pueda o deba ratificar
cuanto antes, tal como lo han hecho Francia, Alemania o Portugal. Un
gobierno en funciones, debe funcionar justamente cuando hay una amplia mayoría
parlamentaria a su favor.
TOMADO DE ENVIO EN RED FOROBA , POR OSVER POLO
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