lunes, 30 de mayo de 2011

TRAGEDIA HUMANA

El fin del mundo ya comenzó
El fin del mundo no es un fin trágico de la historia producto de la naturaleza por mandato divino, sino que es un proceso histórico producto del ser humano.
 Escrito por Roberto Rubio-Fabián
El mismo título encabezaba esta columna de opinión a finales de 1999, en las vísperas de la entrada al nuevo siglo, donde abundaban los presagios del fin del mundo. Ahora, 11 años después, a un charlatán aprovechado, Harold Camping, se le ocurrió de nuevo el negocio de pronosticar el fin del mundo para el pasado 21 de mayo. Negocio del temor, que le dejó buena fortuna, y que ante su fracaso, pospone la fecha del apocalipsis para el 21 de octubre... para seguir amasando fortuna a base de la manipulación religiosa de las almas temerosas, desesperadas y débiles, tal como magistral y agudamente lo expone nuestro colega Joaquín Samayoa en su reciente columna de opinión.
Ante esa y otras reiteradas y comercializadas profecías de la calamidad, valga traer a cuenta algunas de las reflexiones que hicimos en aquella ocasión. “La historia de la humanidad se ha tropezado varias veces con anuncios del fin del mundo. Tradiciones, creencias o religiones suelen esculpir los temores de nuestro inconsciente con el cincel del castigo divino o con el martillo de las fuerzas del mal. Para alimentar ese temor, el final se dibuja apocalíptico, terrorífico y fulminante”.
 “Pero mientras nuestras miradas se fijan temerosas hacia el cielo, esperando la irrupción catastrófica de las bolas de fuego, nuestras pisadas seguirán insensibles y despreocupadas a una organización social y a una racionalidad económica que está acabando el planeta. El fin del mundo no es un fin trágico de la historia producto de la naturaleza por mandato divino, sino que es un proceso histórico producto del ser humano. En tanto que proceso, tampoco es un hecho fulminante e inmediato, no es un punto sino una línea de acontecimientos que marca una tendencia hacia el deterioro irreversible del planeta. Ni es un evento inesperado del futuro sino una realidad esperada que emana del desorden del presente”.
 “No creo que se necesite consultar una bola de cristal, ni pagarle a Walter Mercado para predecir lo que puede sucederle al planeta de seguir con sus actuales niveles de deterioro. Cada vez hay más evidencia del debilitamiento de la capa de ozono, del calentamiento de la Tierra, de menos agua disponible, de menos tierra fértil... Un recuento noticioso sobre los llamados desastres naturales puede resultar ilustrativo al respecto: las inundaciones más graves del presente siglo... las sequías más severas de los últimos tiempos... aumento de huracanes... tornados y tifones más violentos, las olas de calor o de frío más intensas de los últimos años. De prolongarse y acentuarse tal alteración de los ecosistemas, dentro de decenas, o con suerte, cientos de años, estos no podrán dar cabida a las actuales formas de vida que existen en el planeta, incluida la especie humana. En este sentido, el fin del mundo ya comenzó”.
 “A diferencia del fin del mundo como castigo divino... el deterioro ecológico planetario es resultado de un tipo de relaciones humanas. En efecto, la ‘globalización’ del deterioro de los ecosistemas no es ajeno a la globalización de una racionalidad económica que somete las leyes y ritmos largos de la naturaleza a las leyes y tiempos cortos de la ganancia, que maximiza beneficios y minimiza costos maximizando los desequilibrios del ecosistema y minimizando sus potencialidades. Tal deterioro tampoco es extraño a una organización social que deja sus dinámicas esenciales en manos de un Mercado que no conoce el sentimiento, que de simple instrumento de asignación económica se ha convertido en rector de voluntades y valores, y asignador supremo de nuestros destinos”.
 “Las predicciones catastróficas continuarán nutriendo nuestras angustias y temores, alimento para el bolsillo y el poder de los mercaderes del desastre. Es tiempo de vencerlos. Pero más importante y urgente es vencer aquellos temores que dificultan emprender las acciones de fondo que se necesitan para revertir el deterioro planetario: el miedo al cambio y a romper el status quo, la resistencia a abandonar las viejas ideas y políticas, las angustias frente a lo novedoso, los temores a un nuevo paradigma”.
Tomado del Editorial del Diario La Prensa de México

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