Moroy nos lleva a cien metros de altura para hurgar dentro de los generadores eólicos.
Uruguay fue un avanzado cuando desde 1930 tuvo aquellos fantásticos “molinetes” que parecían un anuncio al viajero, diciendo que allí vivía un granjero inteligente y progresista luchando contra el oscurantismo.
Recuerdo que en el departamento de Colonia los había en casi todos los cascos de minifundios, esa modalidad tan despreciada. Compartían el viento con el molino para extraer agua límpida de un pozo bien profundo donde alguna rana se encargaba gratuitamente de mantenerlo libre de impurezas. Todo eso lo enseñaba el fantástico Almanaque del Banco de Seguros.
Luego el tendido eléctrico llegó a casi todos lados y el viento pasó de moda sin una lágrima de despedida. La fuerza eólica daba para mucho más, como lo explica Alberto Moroy.
Lo que no tiene explicación es por qué demoró tanto Uruguay en permitir que esos mismos granjeros progresistas instalaran mecanismos de producción eléctrica, cualquiera que fuera y vendieran sus excedentes, alejando el temible momento en que los combustibles fósiles colapsen. Es simple, comprás o arrendás uno de esos molinos (en el caso de que tu campo sirva para eso) y ponés un contador al revés. En lugar de pagarle, UTE es la que te paga. ¡Calláte antes que venga el inspector de monopolios y te sancione!
Lo que ven en la portada es un cargador aereo marca Vestas V90 ( Diametro en metros del barrido de sus palas), similar a los que se estan instalando en el parque eolico de Magdalena en Punta Tigre y supongo que en los futuros, ya que es “el cargador”. Su torre mide 100 metros de altura. Tecnicamente produce alrededor de 2.000 kw/h con una velocidad de viento de 12 m/s (43 KM/H) , arranca con 2,5 m/s, el area barrida es de 6.362 m2 la velocidad de giro 14,9 rpm.
En Uruguay llegó alrededor de 1930. Al parecer los trajo Manuel Guelfi, también ofrecían las baterías estacionarias “Willard” y “Hércules”, que tenían vasos grandes de vidrio prensado y doble aislamiento. En aquella época en la que se buscaba la sustitución de importaciones, en el caso de las “Hércules”, se hacían en la fábrica Willard del Uruguay con el contralor técnico de la fábrica Willard de los EE.UU. Durante años los trocos de madera con el cargador arriba fueron parte del paisaje Uruguayo, hasta que llego la luz eléctrica o los motogeneradores se hicieron mas accesibles.
Tomado del Diario El Pais de Uruguay
Uruguay fue un avanzado cuando desde 1930 tuvo aquellos fantásticos “molinetes” que parecían un anuncio al viajero, diciendo que allí vivía un granjero inteligente y progresista luchando contra el oscurantismo.
Recuerdo que en el departamento de Colonia los había en casi todos los cascos de minifundios, esa modalidad tan despreciada. Compartían el viento con el molino para extraer agua límpida de un pozo bien profundo donde alguna rana se encargaba gratuitamente de mantenerlo libre de impurezas. Todo eso lo enseñaba el fantástico Almanaque del Banco de Seguros.
Luego el tendido eléctrico llegó a casi todos lados y el viento pasó de moda sin una lágrima de despedida. La fuerza eólica daba para mucho más, como lo explica Alberto Moroy.
Lo que no tiene explicación es por qué demoró tanto Uruguay en permitir que esos mismos granjeros progresistas instalaran mecanismos de producción eléctrica, cualquiera que fuera y vendieran sus excedentes, alejando el temible momento en que los combustibles fósiles colapsen. Es simple, comprás o arrendás uno de esos molinos (en el caso de que tu campo sirva para eso) y ponés un contador al revés. En lugar de pagarle, UTE es la que te paga. ¡Calláte antes que venga el inspector de monopolios y te sancione!
Lo que ven en la portada es un cargador aereo marca Vestas V90 ( Diametro en metros del barrido de sus palas), similar a los que se estan instalando en el parque eolico de Magdalena en Punta Tigre y supongo que en los futuros, ya que es “el cargador”. Su torre mide 100 metros de altura. Tecnicamente produce alrededor de 2.000 kw/h con una velocidad de viento de 12 m/s (43 KM/H) , arranca con 2,5 m/s, el area barrida es de 6.362 m2 la velocidad de giro 14,9 rpm.
En Uruguay llegó alrededor de 1930. Al parecer los trajo Manuel Guelfi, también ofrecían las baterías estacionarias “Willard” y “Hércules”, que tenían vasos grandes de vidrio prensado y doble aislamiento. En aquella época en la que se buscaba la sustitución de importaciones, en el caso de las “Hércules”, se hacían en la fábrica Willard del Uruguay con el contralor técnico de la fábrica Willard de los EE.UU. Durante años los trocos de madera con el cargador arriba fueron parte del paisaje Uruguayo, hasta que llego la luz eléctrica o los motogeneradores se hicieron mas accesibles.
Tomado del Diario El Pais de Uruguay
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