La Curvita, el pueblo
salteño donde el agua lo copó todo
Tomás Segundo, en el campo de evacuados de La Curvita
Fuente: LA NACION - Crédito: Emiliano Lasalvia
Sus habitantes debieron ser evacuados, y regresarán recién
en marzo; estiman que el Pilcomayo no volverá a crecer
LA CURVITA, Salta.- Cuando hace una semana el río Pilcomayo
amenazó desbordarse en La Curvita, el cacique de esa comunidad toba del chaco
salteño dijo que debían evacuar el pueblo. Pero Tomás Segundo, de 44 años, y su
mujer Dina, de 43, sabían que eso significaba abandonar al agua todo lo que
tenían: unos 40 chanchos, algunas gallinas, la casa de adobe y todo su
contenido. "Vamos a esperar un poco más", coincidieron, aunque se aseguraron
de que sus hijos, Saúl, de 23 años, y Elizabeth, de 18, evacuaran enseguida.
Mientras la gente se iba, Tomás y Dina miraban el río
inquieto, que bajaba y subía. Hasta que las defensas cedieron y el pueblo
empezó a inundarse. Pero ni siquiera entonces Tomás y Dina se resignaron a
someterse. Durante todo ese día frenético, un tractor de una lentitud
imperturbable acarreó gente a través del camino anegado hasta una zona seca, a
tres kilómetros del pueblo. En cada viaje, 20 personas se abarrotaban sobre el
lomo de la máquina, que en total evacuó a unas 200.
Solo cuando al día siguiente el agua alcanzó un metro y
medio de altura y en La Curvita ya no quedaba más nadie, Tomás y Dina aceptaron
lo ineluctable. Entonces cargaron sobre unos troncos varios bultos con lo
indispensable, sobre los cuales se acomodaron Tarzán y Gaucho, sus dos perros,
y se fueron.
La vuelta de los evacuados de La Curvita a su pueblo está
estimada recién para marzo, cuando el lodazal que invadió sus casas se seque.
Sin embargo, la Cruz Roja aclaró que ese retorno presenta dos dificultades
graves. "Primero: muchas de las precarias casas de adobe fueron devastadas
por la correntada", explicó Cristian Bolado, director de Emergencias de la
Cruz Roja. "Luego, los medios de subsistencia de estos pueblos ganaderos
quedaron comprometidos por la incalculable pérdida de animales ahogados",
agregó.
Según las estimaciones de la Cruz Roja, el Pilcomayo ya no
volverá a crecer. En total, en el Chaco salteño aún permanecen evacuadas unas
2100 personas. Aunque su número está bajando: hasta el martes eran 2800,
calculó la Cruz Roja. Las primeras evacuaciones en la región se produjeron el
1° de febrero, luego de que el día anterior se registraran violentas lluvias en
Bolivia. Entonces el Pilcomayo alcanzó una altura de 7,26 metros, unos tres por
encima de sus valores habituales.
Tomás y Dina salieron del pueblo a las siete de la tarde, y
durante una hora caminaron en el agua a pasos lentos y vacilantes sobre un piso
resbaladizo, plagado de troncos y espinas. Dina cayó tres veces. Después cayó
Tomás y los bultos quedaron empapados, aunque no los perdió. Sin una linterna,
con la declinación del día aumentaron sus temores de toparse con un yacaré o
una víbora. Dina ya no pensaba en sus 40 chanchitos, ni en las gallinas ni el
rancho: "Sólo rogaba llegar para reunirme con mis hijos", dijo.
Por fin alcanzaron la zona seca. Y desde ahí siguieron hasta
el campamento de evacuados de La Curvita, ubicado a la vera de la ruta 54,
donde hoy se concentran 262 integrantes de esa comunidad, según cálculos de
Defensa Civil.
Debido a las dificultades de muchos evacuados de distintas
comunidades para conseguir alimentos al volver a sus hogares, el gobierno
salteño les está brindando asistencia. Los afectados pertenecen en su mayoría a
cuatro comunidades indígenas: wichi, toba, chorote y tapiete.
En el campamento de La Curvita, atestado de precarias carpas
de nylon negro, la gente solo espera. En las ollas que trajeron, cocinan con
leña de algarrobo los alimentos que les provee Defensa Civil, que cada día
procura un camión cisterna con 1000 litros de agua. Algunos evacuados asisten a
un curso para potabilizar el agua amarronada en potable.
Mario Segundo, de 54 años, hermano de Tomás, también espera
en el campo de evacuados de La Curvita para volver a su hogar. Calcula que en
su pueblo la corriente derrumbó al menos 40 casas de adobe. "Perdimos
todo", dijo. Y aunque agregó que estos desbordes brutales del Pilcomayo se
repiten periódicamente una vez cada diez años, aún no se acostumbra a este
estupor cíclico.
Por: Fernando J. de Aróstegui tomado de la nación de ar
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