Un tal Antonio Meucci y el teléfono
Por Osvaldo Nicolás Pimpignano
El país de Galvani y de Volta, descubridores de la electricidad
animal y de la pila, es también la patria del inventor del teléfono, Antonio
Meucci, a quien hasta hace poco nadie conocía fuera de las fronteras de Italia.
Al cabo de un siglo de su muerte, el Congreso norteamericano le ha hecho
justicia.
Antonio Santi Giuseppe Meucci, nació en Florencia 1808, estudió ingeniería química e ingeniería
industrial en la Academia de Bellas Artes de Florencia, que poseía profesorado
y laboratorios de física y química
En octubre de 1835, Meucci y su esposa emigraron hacia América. Su
primera escala fue Cuba donde trabajo en el Gran Teatro Tacón de La Habana. En 1850, los Meucci emigraron a
los Estados Unidos, y se instalaron en la ciudad de Nueva York, donde Meucci
vivió el resto de su vida.
En su nueva residencia, Meucci fue siempre respetado como un
prohombre de la comunidad italiana de Nueva York. Había instalado una fábrica
de velas y acogía a cualquier italiano que necesitara ayuda. Garibaldi pasó por
casa de Meucci durante su periplo americano.
Desarrolló un teléfono neumático (precursor de su teletrófono
posteriormente bautizado como «teléfono»,) que hoy todavía se utiliza en el
Teatro de la Pergola de Florencia y que luego lo perfeccionó en el teatro Tacón
de La Habana y posteriormente se utilizó en los barcos para transmitir órdenes.
Creó un nuevo sistema de galvanizado, un sistema de filtros para la depuración
del agua e introdujo el uso de la parafina en la fabricación de velas. También
desarrolló un sistema de electroshocks terapéuticos
En 1854 Meucci construyó un teléfono para conectar su oficina ubicada
en la planta baja de su casa con su
dormitorio en el segundo piso. Sin embargo, Meucci carecía del dinero
suficiente para patentar su invento, aunque sí patentó otros inventos que él
creía más lucrativos, como un filtro económico para la depuración del agua y el
uso de la parafina en la fabricación de velas que hasta ese momento se fabricaban
con grasa de animales, muy contaminantes y sucias.
Sin embargo su gran logro llegaría en 1860 cuando Meucci hizo
público su mayor invento, que denomino teletrófono. En una demostración
pública, la voz de un cantante se trasmitió a una considerable distancia. La
prensa de Nueva York publicó una descripción del invento pero no se materializó
ninguna de las ofertas que surgieron tras la demostración.
En la seguridad de haber concretado un gran proyecto y que podrían
robarle la patente, quiso registrarlo, pero carecía de los 250 dólares (unos
7900 dólares de 2016) que costaba la patente definitiva, tuvo que conformarse
con un cáveat. Una suerte de ‘aviso’, trámite preliminar de
presentación de documentación para el patentamiento, con vigencia de un año que
concreto el 28 de diciembre de 1871 y que pudo renovar, por 10 dólares (o 314
dólares de 2016) solo en 1872 y 1873.
Un accidente obliga a su esposa a vender los trabajos de Antonio a
un prestamista, por 6 dólares. Cuando, una vez repuesto, vuelve para
recuperarlos la casa de empeño dice haberlos vendido a un hombre joven al que
nunca se pudo identificar.
En cuanto tuvo el acuse de recibo de la oficina de Patentes,
Meucci volvió a empeñarse en demostrar el potencial de su invento. Para ello,
ofreció una demostración del «telégrafo parlante» a un empresario llamado
Edward B. Grant, vicepresidente de una filial de la Western Union Telegraph
Company. Cada vez que Meucci trataba de avanzar, se le decía que no había hueco
para su demostración, así que transcurridos dos años, Meucci pidió que le
devolvieran su material, y recibió como respuestas “que se había perdido”.
Por otro lado, en 1876, Alexander Graham Bell registró una patente
que realmente no describía el teléfono pero lo mencionaba como tal. Cuando
Meucci, que vivía en Nueva York se enteró, pidió a un abogado que reclamara
ante la oficina de patentes de los Estados Unidos en Washington, algo que nunca
sucedió. Sin embargo, un amigo que tenía contactos en Washington, se enteró de
que toda la documentación referente al telégrafo parlante registrada por Meucci
en la oficina de patentes, “se había
perdido”.
Una investigación posterior puso en evidencia un delito de
prevaricato por parte de algunos empleados de la oficina de patentes con la
compañía de Bell. En un litigio entre la empresa Bell Telephone Company (creada
posteriormente en 1877) y Western Union, afloró que existía un acuerdo por el
cual Bell pagaría a la Western Union un 20 % de
los beneficios derivados de la
comercialización de su invento durante 17 años.
Diez años después, en un proceso legal de 1886, Meucci tuvo que
demandar incluso a su propio abogado, sobornado por el poderoso Bell. Sin
embargo Meucci pudo hacer entender al juez que no cabía duda en cuanto a la
autoría del invento registrado y en una declaración pública el entonces
secretario de Estado afirmo: «Existen suficientes pruebas para dar prioridad a
Meucci en la invención del teléfono». A pesar de este reconocimiento no pudo
reclamar los beneficios económicos de su invento ya que su patente había
caducado muchos años antes.
El Gobierno de Estados Unidos inició acciones legales por fraude
contra la patente de Alexander Graham Bell, pero el proceso se empantanó en el arsenal
de recursos esgrimidos por los abogados de Bell, y los ingentes intereses
económicos de las
grandes corporaciones de Estados Unidos, hasta cerrarse en
1889 debido a la muerte de Meucci.
El 11 de junio de 2002, tardíamente, el Boletín Oficial de la
Cámara de Representantes de los Estados Unidos se publicó la Resolución Nº 269,
por la que se honra la vida y el trabajo del inventor italoestadounidense. En
la misma se reconoce que fue Antonio Meucci en vez de Alexander Graham Bell
quien inventó el teléfono. Pero Bell lo patentó y todavia hoy en todo el mundo
se lo cree su inventor. Por su parte el gobierno
de Italia lo honra con el título de “Inventore ufficiale del teléfono”.
Por Osvaldo Nicolás Pimpignano
Periodista de Investigación – FLACSO
Para: ASOCIACION ECOLOGISTA RIO MOCORETA
Las imágenes fueron tomadas de la WEb
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