El Parque Nacional del Manu y el espectáculo de la vida
salvaje [VIDEO]
Una visita al corazón de nuestra Amazonía permite a los
visitantes descubrir muchos de los secretos del mundo de la fauna que guardan
entre la tupida vegetación de la selva
ANTONIO ALVAREZ FERRANDO
El Parque Nacional del Manu tiene una extensión de más de un
millón 700 mil hectáreas entre Cusco y Madre de Dios, espacio de gran riqueza
natural en el que habitan una gran variedad de especies de flora y fauna. Es
aquí, en medio del sofocante calor, donde nos encontramos para adentrarnos en
sus entrañas y conocer más de cerca este paraíso.
Estamos en el Manu después de una aventura de nueve horas de
viaje: ocho en bus, partiendo desde el centro del Cusco hasta el puerto de
Atalaya, y una en peque-peque (bote) hasta el lodge Manu Learning Centre, donde
pasamos la noche en medio de zumbidos de insectos y cantos de aves.
Camino a Atalaya, en pleno descenso hacia el llano, hacemos
una parada en la zona de San Pedro, donde apreciamos en todo su esplendor al
gallito de las rocas, al búho pigmeo andino y el quetzal de cabeza dorada. Un
adelanto del espectáculo natural de nuestra visita.
Al día siguiente, antes de amanecer, salimos río abajo hasta
el puesto de vigilancia El Limonal, donde somos recibidos por Harol Alagón,
parte del equipo del Servicio Nacional de áreas Naturales Protegidas por el
Estado (Sernanp).
Harol comenta que esta área natural es bastante rica en
diversidad biológica, ya que es hogar de más de mil especies de aves, 1.300 de
mariposas, más de 220 de mamíferos y aproximadamente medio millón de insectos.
El Limonal es el primer puesto de vigilancia dentro del
sector río Manu. Desde aquí partimos hacia el albergue turístico Romero a
través de una trocha de nombre Limonal-Romero. En bote son aproximadamente unos
40 minutos, pero nosotros lo hacemos a pie, es decir, en tres horas.
Tres horas en medio del espeso bosque sin saber qué
encontrarás a tu paso, con qué te puedes topar o qué te puede picar. Para ello
hay que avanzar sigilosamente, pisando con suma cautela las incontables hojas
secas que alfombran el terreno. Hacer mucho ruido nos puede traer
complicaciones.
OJOS BIEN ABIERTOS
La primera indicación antes de dejar el albergue es no tocar
los árboles. Aquí habita la tangarana o palosanto, un árbol que es protegido
por hormigas de fuego, las cuales le proveen seguridad a cambio de cobijo y
alimento.
El ataque es en masa. Una vez que tocas al árbol las
hormigas saltan y te inyectan ácido fórmico, irritando rápidamente tu piel. Se
dice que los nativos usaban este árbol para castigar a las mujeres adúlteras.
Con la llegada de la religión católica se castigaba a quienes no creían en
Dios.
Pero no son las únicas hormigas de las cuales debemos
cuidarnos. También está la isula, cuya picadura genera un dolor que se asemeja
al de un impacto de bala y suele producir fiebre hasta por 24 horas continuas.
Precavidos, seguimos con nuestro recorrido.
Saltamontes, ranas venenosas y libélulas llenan de colorido
este impresionante ambiente. Hongos multiformes crecen en los troncos caídos,
mientras que los que siguen en pie sirven de columpio para los monos que van en
busca de alimento.
Mariposas que se camuflan con las hojas para evitar a sus
predadores. Polillas que simulan ser mariposas. Guacamayos y tucanes que
decoran el cielo lleno de nubes frondosas. Un espectáculo único y digno de la
selva.
Al final del recorrido pernoctamos en el albergue Romero, un
recomendable lugar para quien quiera pasar sus vacaciones en medio de la
naturaleza. Se anochece contando luciérnagas y se amanece en medio de garzas y
monos choro.
AMANECER EN LA SELVA
Muy temprano somos sorprendidos por una lluvia torrencial.
Pese a ello, abordamos el peque-peque y continuamos con nuestro recorrido hasta
la zona donde se encuentra la cocha Salvador. En esta oportunidad nuestro guía
es William Huamán de Los Heros, quien se dedica a esta labor desde 2007.
Hacemos un paseo en catamarán, un tipo de bote
multiplataforma que funciona a remo. William comenta que la cocha Salvador
antes fue alimentada por el río Manu. Hoy es el refugio de diferentes tipos de
garzas, yacanas, cormoranes y carpinteros, además de ocho tipos de guacamayos y
el tucán de cuello blanco, entre otras aves.
“Éste también es el hábitat de la nutria gigante, también
conocida como lobo de río. Aquí también vive el caimán negro”, agrega mientras
nos desplazamos para ver este espectáculo singular de la naturaleza.
Avanza la hora y cientos de aves cruzan el cielo azul, cuyas
nubes hacen contraste con el misterioso bosque que alberga jaguares, pumas,
tapires, monos araña, monos choro, osos de anteojos, águilas arpía e
incontables especies. Así culminamos nuestra visita. TOMASDO DE EL COMERCIO DE
PERU
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