miércoles, 19 de septiembre de 2018

CAMBIANDO COCA POR CACAO todo mejora

EL CACAO QUE CAMBIA A ARAUCA

En las veredas Las Nubes y Todos los Santos de Arauca, campesinos como María Ramos y sus hijos estudian cómo sembrar y obtener el mejor cacao con un concepto empresarial. FOTO SANTIAGO MESA
El cacao que cambia a Arauca
60535 toneladas fue la producción de cacao en 2017 en el país según la Federación nacional de Cacaoteros.
EN DEFINITIVA
En Arauca 1.300 familias campesinas le apuestan al cacao como una forma de obtener ingresos y mejorar su calidad de vida. Los jóvenes han encontrado un medio para alejarse de la violencia.
Antes de aclarar el día, y aún con los gallos dormidos en la alacena de su finca en la vereda Todos los Santos, en Arauca, María de Jesús Ramos Páez está en pie. Son los 4:30 de la madrugada de cualquier día —todos tienen la misma rutina—, y esta araucana de 49 años de edad ya tiene el alimento listo para sus hijos que van a estudiar.
“Yo hago el desayuno y dejo algo adelantado para el almuerzo. La jornada es larga y por eso me levanto temprano, para que nos rinda el día y cumplir las tareas que exige el campo”, comenta María.
En media hora su esposo se levantará, desayunará hallaca (tamal pequeño de carne) con queso y chocolate. Luego ordeñará las vacas y después ambos se internarán en sus plantíos de cacao. Desde hace ocho años decidieron hacer de este producto su sustento para sacar adelante a su familia, compuesta por esposo, dos hijos, un nieto y un sobrino que ahora está bajo su cuidado.
“Tenemos dos hectáreas, y tenemos para sobrevivir. En producción contamos con una que nos ayudado y la otra está en levante. Es una actividad muy bonita porque ahí trabajan los niños y los grandes: el uno corta, el otro carga; es una actividad familiar”, comenta la campesina.
María de Jesús Ramos Páez es una de las 1.300 personas que decidieron cambiar los cultivos de uso ilícito por otro tipo de sembrados. Dejaron de vender la leche de sus vacas para dedicarse de lleno a un fruto que, como familia, les ha permitido incluso educarse.
María de Jesús era analfabeta hasta el 2003 cuando la fundación El Alcaraván, una entidad sin ánimo de lucro de carácter privada, que lidera procesos económicos, culturales, sociales y ambientales en Arauca, le ayudó a terminar sus estudios y en el 2016 le enseñó todo sobre el negocio del cacao, guiándola a obtener el título técnica laboral y manejo integrado de este fruto.
“Recibíamos las clases viernes y sábado por parte de la fundación de 7:00 a.m. a 2 o 3 p.m.”, recuerda.
Hoy, su hija Ángela María Angarita Ramos, de 16 años de edad, sigue los mismos pasos. Estudia 11 grado y cada viernes y sábado camina una hora desde su casa hasta la vereda Las Nubes, donde tienen un invernadero con mil matas de cacao y donde 88 estudiantes de otras veredas se dedican a aprender cómo hacer de esta planta su emprendimiento.
“Nos motiva mucho porque este cultivo esta en mi casa y con eso aprendo las labores que hay que hacerle para mejorarlo. Tenemos mil matas las cuales cada estudiante tiene que sembrarlas y es una gran oportunidad para nosotros. Lo mejor, tenemos un buen tiempo y evita irnos hacia la violencia, además, mostramos una mejor cara de Arauca”, dice Ángela.
Cacao para frenar violencia
Carley Navarro Orozco es un hombre blanco y delgado nacido en Arauca pero con corazón costeño. Sus padres llegaron al departamento de 256.527 habitantes (según el censo del Dane de 2013), hace 50 años, cuando la violencia se enquistó en ese territorio, permitiendo la llegada de grupos como el Eln y en tiempos no muy lejanos, las Farc.
Después de estudiar, Carley decidió probar suerte y se fue a la costa. Cómo el mismo cuenta, anduvo calles, paseó y trabajó hasta que hace ocho años quiso volver. Con el conocimiento de explotaciones agropecuarias a cuestas, buscó a los labriegos cultivadores de cacao y les propuso asociarse para obtener mejores beneficios. Ocurrió en el 2015.
“Llevamos tres años en el proceso. Implica que no vamos a tener intermediario, vamos a producir nuestro cacao, lo vamos a vender y así al tener un fruto de calidad le vamos a poner el precio que queramos. Nuestra meta es llegar a cambiarlo dentro de la misma comunidad y transformar el de mesa porque estamos capacitados para hacer bombonería, para hacer dulces y chocolate fino”, comenta Carley, ahora profesor de la fundación El Alcaraván.
Pero más allá de un negocio, Carley ve en el cacao una oportunidad para que los jóvenes se enamoren del campo y no emigren a las ciudades a buscar “un mejor futuro”. Dice el instructor que las oportunidades de un panorama más alentador se encuentran arañando la tierra. “Este cultivo genera cambio social. Nosotros hemos enfrentado nuestra violencia de las comunidades con cultivos, el cacao esta uniendo la comunidad y al hacerlo todos trabajan para un solo lado. Allí baja el nivel de violencia”, agrega.
Explica el profesor que en las fincas de las veredas donde cultivan cacao, también se ve el plátano y la yuca y cero cultivos de uso ilícito, lo que ha permitido que los grupos armados ilegales no centren su atención en estos territorios.
Un negocio redondo
La tarea principal de Alberto Henao es que los productos nacidos del cacao cultivado en Arauca, el segundo departamento productor de este fruto en Colombia con cerca de 17 mil hectáreas cultivadas y una producción aproximada de 10 mil toneladas al año, lleguen a los estantes de los principales supermercados del país.
Henao es gerente comercial de Lok Foods, empresa que busca posicionar el cacao colombiano en el mundo —en especial el araucano—, y es intermediario entre el productor y el grupo Éxito, donde venden los chocolates finos.
“Están involucradas en el proceso más de 1.300 familias a las que se les hace la compra con una prima del 20 por ciento superior al precio del mercado por calidad, más de 1.500 nuevas hectáreas de cacao en siembra, 500 hectáreas de mejoramiento de proceso y 48 puntos de acopio”, cuenta.
Para Henao, lo más importante es que la historia de pequeños cacaoteros que trabajan para cambiar sus vidas con cultivos de paz se conozca, y el chocolate colombiano siga ganado premios internacionales como los obtenidos hasta ahora. “La gente puede llegar con un kilo o toneladas y tiene garantizada la compra. Buscamos que las familias aprendan de los procesos y hay hijos y otros familiares que ya iniciaron el proceso del chocolate”, explica Alberto Henao.

En esa misma línea, Pablo Montoya Dávila, jefe de Sostenibilidad del grupo Éxito, indica que Arauca tiene magia al producir el mejor cacao del mundo. “Esto refleja lo que hacemos en muchos otros campos y tenemos una puesta de comprar colombiano”.
María de Jesús Ramos Páez, su hija Ángela María, y otro puñado de campesinos, no entienden la magnitud del negocio del cacao ni cómo se comercializa ese fruto en los mercados del mundo.
Lo único que saben, y entienden, es que en sus fincas, internadas en llanuras araucanas, donde el calor se tolera poco y se siente como un fuego que arde en la piel, se produce el mejor cacao del mundo. De allí nace finos chocolates que terminan en la mesas de los colombianos y así quieren pasar la violencia que ha golpeado por años a los araucanos.
*Invitado por el Grupo Éxito
¿CÓMO FUNCIONA? EL PROCESO DEL CACAO AL CHOCOLATE
La semilla de cacao se siembra en bolsas negras y se mantienen por dos meses en un invernadero hasta que se trasladan a campo. En la zona de siembra se plantan árboles que inicialmente sirven para obtener algunos ingresos como el plátano, pero que después sirven de sombra para las matas de cacao que tardan dos años en dar su primera cosecha. Cuando sale el fruto, las semillas se llevan a fermentar por siete días (este proceso se llama licor de cacao) y luego pasan al secado. Después de estar secas, son llevadas a la industria donde pasan por varias máquinas que las trituran y les hacen un proceso que las convierte en chocolate cremoso. De allí pasan a refrigeración y luego al empaque. Por úlitmo salen en diferentes presentaciones que se exhiben en las tiendas de Colombia y los ha
llevado a ganar concursos en todo el mundo.
JAVIER ALEXÁNDER MACÍAS Amo el periodismo, y más si se hace a pie. Me encantan los perros, y me dejo envolver por una buena historia. Egresado de la Universidad de Antioquia.

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