“Cumbre
Latinoamericana del agua para los pueblos”, fue el nombre del encuentro
internacional que se realizó el fin de semana en Catamarca, en el Aula Magna de
la sede fue la Universidad Nacional de Catamarca. donde confluyeron más de 600
personas, entre otras, Nora Cortiñas, Pérez Esquivel y Marcos Pastranade, decenas
de organizaciones socioambientales y en rechazo al modelo extractivo (minero, petrolero,
agronegocio, nuclear)
“El agua vale más que oro”, se escuchó en Esquel en lucha contra las
mineras y se esparció por todo el país. Grafica la importancia del recurso
vital ante el avance de industrias extractivas. En Catamarca opera Minera
Alumbrera, que tiene un permiso de uso de 1100 litros de agua por segundo. Las
asambleas socioambientales tienen larga experiencia en rechazo a la actividad,
acciones de lucha, represiones frente a la contaminación de Alumbrera y el nulo
cumplimiento de las promesas de trabajo y progreso.
Desde la organización Pueblos Catamarqueños en Resistencia y Autodeterminación
(Pucará, que reúne a asambleas la provincia) convocaron y organizaron la
Primera Cumbre del Agua. La sede fue la Universidad Nacional de Catamarca. Con
el aula magna repleta, Marcos Pastrana, referente del Pueblo Diaguita y un
pionero en la lucha contra la megaminería hizo un recorrido histórico desde la
mirada indígena del saqueo de los países del norte sobre América Latina.
“Si matan el agua matan la cultura y la vida de los pueblos. No hay
derechos humanos si no se respeta la naturaleza”, afirmó Pastrana. Cuestionó
que los impulsores y legitimadores del modelo extractivo dejan de lado del
saber de los pueblos y privilegian el poder del dinero. “Las mineras compran
gobernantes, compran jueces y periodistas, pero no podrán las conciencias de los
que luchan en defensa del territorio”, advirtió.
Recordó que otra forma de vida es posible, el “sumaj Kawsay”, término
quechua que refiere al “buen vivir” de los pueblos originarios, sin depredar la
naturaleza, sin consumismos.
Adolfo Pérez Esquivel, Nóbel de la Paz y titular del Servicio de Paz y
Justicia (Serpaj) hizo una lectura en clave latinoamericana, “son momentos
difíciles” y con la derecha en avance. “No estamos acá solo por el agua.
Estamos para enfrenar la dominación del capital sobre los pueblos. Cuando se
entrega territorios a las multinacionales se está perdiendo soberanía”, aclaró.
Definió a la megaminería como “un saqueo colonial”.
“Se debe cumplir el derecho de los pueblos a la autodeterminación, al
ambiente sano, al desarrollo, a la soberanía. Tenemos derecho a vivir
dignamente. Si se vulneran estos derechos deja de ser democracia”, afirmó Pérez
Esquivel.
El trabajo en comisiones luego fue puesto en común, se debatió y
buscaron consensos en plenarios el domingo. De allí surgió un documento final
que se hará público hoy a la mañana y también se dará a conocer dónde se
realizará la segunda cumbre del agua.
Un aspecto de agenda cotidiana en las asambleas socioambientales,
sobre todo luego de 2001, es el cuestionamiento a la democracia
delegativa-representativa, los “límites conservadores de la democracia actual”,
el votar sólo cada dos años y que esos representantes crean que tienen derechos
a decidir actividades extractivas en territorios alejados del centro del poder
político. Por contrapartida, las votaciones de Esquel y Loncopué (contra la
megaminería), en Misiones (1996 y 2014) son ejemplos de democracia directa
sobre territorios, donde las poblaciones afectadas deciden qué actividades
privilegian.
Otro eje es enmarcar el extractivismo como una violación sistemática
de los derechos humanos y no acotarlo a lo ambiental (como hacen sectores
políticos y mediáticos). Todo un mensaje que en la apertura de la cumbre hayan
estado Pérez Esquivel y Nora Cortiñas, de las pocas figuras que unen la
denuncia contra la última dictadura y el apoyo a las luchas territoriales del
presente.
La cumbre fue transmitida en vivo por la radio comunitaria FM Estación
Sur y la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA). Durante los dos días fue
evidente la necesidad de articular luchas, sostener la resistencia con alegría
y la construcción por fuera de los partidos políticos. “Dejamos la catarsis de
lado y tomamos nota de nuestras fortalezas, para dejar de estar a la defensiva
e ir a la ofensiva, disputar desde la calle, con nuestra capacidad de
organización, de trabajo territorial, con científicos y hacer cumplir nuestros
derechos”, advirtió Cristina Arnulphi, asambleísta de Córdoba.
Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora también
estuvo en la jornada de apertura. “No
tenemos miedo (a luchar). El agua vale más que el oro”, comenzó su discurso
y ya arranco una oleada de aplausos y gritos de aprobación. Con el emblemático
pañuelo blanco y con el verde en su muñeca izquierda, recordó a Santiago
Maldonado, a Rafael Nahuel “y a todos los
muertos que no aparecen en los diarios”.
Reivindicó la lucha de los pueblos originarios, lamentó que en
Argentina “muchos se enteren tarde” de la violación de derechos que sufren las comunidades
indígenas y remarcó que muchas de las luchas actuales son por las tierras. Unió
conceptos, actores y acciones que hacen al mismo modelo: extractivismo, pérdida
de soberanía, imperialismo, multinacionales, deuda externa. En el final, puño
en alto, llamó a “transformar la protesta
e propuesta” y a “no dejar nunca las
calles”.
El auditorio respondió de pie, puños en alto, con aplausos
interminables.
“No se vende, el agua se defiende”, fue uno de los cánticos
principales de las dos jornadas. Hubo rock y folklore, pintadas de una decena
de murales distribuidos en toda la ciudad y actividades específicas para niños.
En lo propositivo se trabajó en la agroecología (alimentos sanos, sin
agrotóxicos), soberanía alimentaria y comercio justo. “Luchamos para dejar un
mundo mejor a nuestros hijos y nietos, queremos democracia participativa. Que
sepan los gobiernos y trasnacionales que seguiremos defendiendo el agua como un
bien común, de todos, y no como un recurso natural mercantilizado. Seguiremos
defendiendo la vida”, afirmó Sergio Martínez, de la Asamblea El Algarrobo de
Andalgalá y de Pucará.
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