La piedra es Buenos Aires como capital nacional y es también una Espada de Damócles pendiendo sobre todos los argentinos. Por ello y pese a parecer apocalíptico, soy un convencido que si no se materializa el traslado de la capital, el país se reiterará en sus desaciertos y desencuentros históricos. Argentina es mucho más que la CABA, los grupos de poder y sus medios de comunicación, pese a ello somos rehenes de lo que pasa en Buenos Aires. Nos han atrapado en un unitarismo perverso y de hecho. Encandilados por las luces de la ciudad tampoco debatimos sobre nuestras propias realidades.
A través de los años, distintos historiadores,
estudiosos, analistas, políticos y politólogos, en torno a la federalización de
Buenos Aires, han expresado que la misma se constituyó en el germen de muchos
de los males y padecimientos que han asolado a nuestro país.
Ya en su momento
figuras públicas coetáneas a la misma, se habían expresado en ese sentido y
particularmente Leandro N. Alem, desde su banca de Diputado en la Legislatura
de Buenos Aires, en su famoso debate con José Hernández, trató de alertar sin
éxito a sus contemporáneos y a las futuras generaciones sobre las implicancias
negativas de esta decisión.
A partir de la
federalización se prolonga y consolida la tendencia centralista y monárquica de
la época virreinal, devenida en unitaria y elitista en el manejo de lo cosa
pública durante Rivadavia y otros.
La reafirmación
de un país macro encefálico, sorbió los esfuerzos, sacrificios y economías de
toda la Nación, situación que en parte sigue vigente en la actualidad.
La historia
nacional, es en cierta medida, la de una Capital rica, fastuosa, culta,
avanzada enfrentada a provincias pauperizadas, con su gente desarraigada y en
constante migración hacia aquella y mendigas del poder central.
La capitalización
se constituyó en un corsé de acero para la política nacional, ejercido por las
oligarquías, los terratenientes y las élites ganaderas en una primera etapa y
luego en su continuidad histórica por las cúpulas empresariales
multinacionales, bancarias y exportadoras.
Esos sectores
fueron los verdaderos artífices y beneficiarios de dicha medida, lo que se
puede inferir de las palabras de José Hernández, al abogar a favor de la
capitalización de Buenos Aires, oponiéndose a Alem en el debate parlamentario,
cuando dice: “Ese comercio extranjero,… ha manifestado
diariamente su opinión en favor de la cuestión Capital por medio de sus órganos
más legítimos, por medio de sus órganos más genuinos en la prensa. Ese comercio
extranjero tiene en la prensa de Buenos Aires; modelo de la prensa de
Sudamérica”. “ese comercio tiene diez periódicos en Buenos Aires. Tiene dos
periódicos alemanes, tres ingleses, uno suizo, dos franceses, tres italianos y
uno español, y esos periódicos sin excepción de uno solo, están en favor de la
resolución de esta cuestión, haciendo la capital en Buenos Aires, y lo repito,
sin excepción de uno solo….éstas son las legítimas aspiraciones del comercio.”
Hoy podríamos afirmar que el Mercado y los mass-media fueron
los sectores más interesados en la capitalización y los más beneficiados por la
medida, pese a la resistencia de casi todo el pueblo de la Nación.
Sarmiento que también fue un férreo opositor, creía
que una república federal se debía resistir a la que fue la capital monárquica
y unitaria y en su defecto se debía fundar una nueva, que para él debía
radicarse en la isla Martín García y ser denominada “Argirópolis”.
Para mayores males, esos “sectores a los que le interesaba
el país”, enquistados en Buenos Aires, siempre contaron, cuando las cosas no
eran de su agrado, con la complicidad de la oficialidad egresada del Colegio
Militar de la Nación, cuyo linaje se emparentaba con esa burguesía en continuo
crecimiento, para imponer por el golpe de estado y dictaduras varias, la
vigencia de sus propios intereses por sobre los de todo el país.
Al gobierno del Dr. Raúl Alfonsín se le podrán achacar
muchos errores en su gestión, pero la historia cercana o lejana, lo tendrá
entre sus grandes próceres, fundamentalmente por: la defensa irrestricta del
sistema democrático, el juicio a las juntas militares genocidas, a las cuales
institucionalmente el peronismo le había otorgado un bill de impunidad y el intento
lúcido y estratégico, aunque no materializado del traslado de la capital.
Estoy convencido, como tantos otros, que Argentina necesita
la culminación de este proyecto.
Necesita una capital nueva, moderna, racional y confortable,
alejada de todos los entornos, lujos, placeres y presiones, lo más equidistante
posible de todos los puntos cardinales del territorio nacional y que se
constituya en la defensa de los intereses comunes y no sólo de los porteños.
Asiento institucional donde no tengan cabida las distracciones,
vicios y círculos áulicos de toda gran ciudad y que evite al decir de Alem: “la
violencia que se hacían esos señores en salir de este CENTRO DE PLACERES Y
COMODIDADES, en donde se lleva una vida tan agradable, cuando hay recursos
suficientes, cuando uno es Presidente o Ministro y está radicado aquí por
distintos vínculos.”
Las luces de la gran ciudad que atrae a muchos, que como la
de los faroles a los insectos y termina quemándolos, no es ajena a los
legisladores y funcionarios de todos los niveles que se trasladan a ella en
cumplimiento de sus funciones, a los que también atrapan y terminan presos de
sus tentaciones.
Cuántos de ellos fueron a la Capital a defender los
intereses del interior y terminaron comprando en puerto Madero, o construyendo
fastuosas residencias en los conurbanos de la misma, acabando por ser
candidatos en sus domicilios capitalinos, sin regresar nunca más a sus
provincias, ni levantar sus banderas originarias.
Pienso que cualquiera que gobierne el país, del signo
político que sea, tiene la obligación institucional, moral, histórica y social
de encarar decididamente este desafío, que evite seguir chocando siempre con la
misma piedra y la reiteración de errores, desde hace más de un siglo a esta
parte.
En particular para los radicales, ello debe constituirse en
una cruzada en base a su historia partidaria que honre por igual al fundador
del partido Dr. Alem y al Dr. Raúl Alfonsín, quizás ello les haga dejar de lado
mezquindades y egoísmos propios de las disputas políticas internas, y puedan
encaminarse en pos de objetivos superiores, que hoy no aparecen tan claros en
ese partido.
Quizás el radicalismo no sería tal, sin la convicción de Don
Leandro y la derrota en este tema, que lo llevó a renunciar a la Cámara y a sus
pertenencias políticas, hecho inédito en la actualidad, para resurgir casi una
década después con toda su fuerza y con un nuevo alineamiento en la nacional y
popular para fundar la U.C.R.
Más allá de lo que piensen algunos, creo que siempre es una
buena oportunidad para encarar proyectos de esta magnitud y que apunten a una
transformación estructural del país, en tanto y en cuanto se hagan con la
seriedad, transparencia y las consultas necesarias que el caso requiere.
Durante años los del interior han estado obnubilados,
encandilados y confusos frente a la gran capital, como Atila frente a Roma y no
alcanzaban a entender que la música que se sintonizaba en el país, era escrita
por porteños y para porteños, más allá de sus orígenes o procedencias.
Desde siempre los suspiros de la capital fueron un espasmo
para el país y se creyó que los intereses de Buenos Aires eran los de la
Nación, y así nos fue.
Por otra parte la ley de traslado se encuentra vigente y
debe ser cumplida a menos que se modifique o se derogue.
Decía Alem, en el cierre de su profético vaticinio, que
debería enseñarse en las escuelas y que a lo largo de los años se ha convertido
en una dolorosa realidad, que algunos seguimos reivindicando: “YO HE
HABLADO PARA TODOS, HE DICHO, MENOS PARA LA CAMARA, Y NO HE HABLADO SIQUIERA
PARA ESTOS MOMENTOS, SINO PARA EL FUTURO.”
Por lo expuesto, entiendo que el traslado debe ser UN PROYECTO ESTRATÉGICO, UNA NECESIDAD Y
UNA REPARACIÓN HISTÓRICA.
enviado por dr prof ricardo mas cheroni
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