jueves, 8 de octubre de 2020

DOSCIENTOS AÑOS TROPEZANDO CON LA MISMA PIEDRA , llamada Buenos Aires

   La piedra es Buenos Aires como capital nacional y es también una Espada de Damócles pendiendo sobre todos los argentinos. Por ello y pese a parecer apocalíptico, soy un convencido que si no se materializa el traslado de la capital, el país se reiterará en sus desaciertos y desencuentros históricos. Argentina es mucho más que la CABA, los grupos de poder y sus medios de comunicación, pese a ello somos rehenes de lo que pasa en Buenos Aires. Nos han atrapado en un unitarismo perverso y de hecho. Encandilados por las luces de la ciudad tampoco debatimos sobre nuestras propias realidades.

 A través de los años, distintos historiadores, estudiosos, analistas, políticos y politólogos, en torno a la federalización de Buenos Aires, han expresado que la misma se constituyó en el germen de muchos de los males y padecimientos que han asolado a nuestro país.

Ya en su momento figuras públicas coetáneas a la misma, se habían expresado en ese sentido y particularmente Leandro N. Alem, desde su banca de Diputado en la Legislatura de Buenos Aires, en su famoso debate con José Hernández, trató de alertar sin éxito a sus contemporáneos y a las futuras generaciones sobre las implicancias negativas de esta decisión.

A partir de la federalización se prolonga y consolida la tendencia centralista y monárquica de la época virreinal, devenida en unitaria y elitista en el manejo de lo cosa pública durante Rivadavia y otros.

La reafirmación de un país macro encefálico, sorbió los esfuerzos, sacrificios y economías de toda la Nación, situación que en parte sigue vigente en la actualidad.

La historia nacional, es en cierta medida, la de una Capital rica, fastuosa, culta, avanzada enfrentada a provincias pauperizadas, con su gente desarraigada y en constante migración hacia aquella y mendigas del poder central.

La capitalización se constituyó en un corsé de acero para la política nacional, ejercido por las oligarquías, los terratenientes y las élites ganaderas en una primera etapa y luego en su continuidad histórica por las cúpulas empresariales multinacionales, bancarias y exportadoras.

Esos sectores fueron los verdaderos artífices y beneficiarios de dicha medida, lo que se puede inferir de las palabras de José Hernández, al abogar a favor de la capitalización de Buenos Aires, oponiéndose a Alem en el debate parlamentario, cuando dice: Ese comercio extranjero,… ha manifestado diariamente su opinión en favor de la cuestión Capital por medio de sus órganos más legítimos, por medio de sus órganos más genuinos en la prensa. Ese comercio extranjero tiene en la prensa de Buenos Aires; modelo de la prensa de Sudamérica”. “ese comercio tiene diez periódicos en Buenos Aires. Tiene dos periódicos alemanes, tres ingleses, uno suizo, dos franceses, tres italianos y uno español, y esos periódicos sin excepción de uno solo, están en favor de la resolución de esta cuestión, haciendo la capital en Buenos Aires, y lo repito, sin excepción de uno solo….éstas son las legítimas aspiraciones del comercio.”

Hoy podríamos afirmar que el Mercado y los mass-media fueron los sectores más interesados en la capitalización y los más beneficiados por la medida, pese a la resistencia de casi todo el pueblo de la Nación.

Sarmiento que también fue un férreo opositor,  creía que una república federal se debía resistir a la que fue la capital monárquica y unitaria y en su defecto se debía fundar una nueva, que para él debía radicarse en la isla Martín García y ser denominada “Argirópolis”.

Para mayores males, esos “sectores a los que le interesaba el país”, enquistados en Buenos Aires, siempre contaron, cuando las cosas no eran de su agrado, con la complicidad de la oficialidad egresada del Colegio Militar de la Nación, cuyo linaje se emparentaba con esa burguesía en continuo crecimiento, para imponer por el golpe de estado y dictaduras varias, la vigencia de sus propios intereses por sobre los de todo el país.

Al gobierno del Dr. Raúl Alfonsín se le podrán achacar muchos errores en su gestión, pero la historia cercana o lejana, lo tendrá entre sus grandes próceres, fundamentalmente por: la defensa irrestricta del sistema democrático, el juicio a las juntas militares genocidas, a las cuales institucionalmente el peronismo le había otorgado un bill de impunidad y el intento lúcido y estratégico, aunque no materializado del traslado de la capital.

Estoy convencido, como tantos otros, que Argentina necesita la culminación de este proyecto.

Necesita una capital nueva, moderna, racional y confortable, alejada de todos los entornos, lujos, placeres y presiones, lo más equidistante posible de todos los puntos cardinales del territorio nacional y que se constituya en la defensa de los intereses comunes y no sólo de los porteños.

Asiento institucional donde no tengan cabida las distracciones, vicios y círculos áulicos de toda gran ciudad y que evite al decir de Alem: “la violencia que se hacían esos señores en salir de este CENTRO DE PLACERES Y COMODIDADES, en donde se lleva una vida tan agradable, cuando hay recursos suficientes, cuando uno es Presidente o Ministro y está radicado aquí por distintos vínculos.”

Las luces de la gran ciudad que atrae a muchos, que como la de los faroles a los insectos y termina quemándolos, no es ajena a los legisladores y funcionarios de todos los niveles que se trasladan a ella en cumplimiento de sus funciones, a los que también atrapan y terminan presos de sus tentaciones.

Cuántos de ellos fueron a la Capital a defender los intereses del interior y terminaron comprando en puerto Madero, o construyendo fastuosas residencias en los conurbanos de la misma, acabando por ser candidatos en sus domicilios capitalinos, sin regresar nunca más a sus provincias, ni levantar sus banderas originarias.

Pienso que cualquiera que gobierne el país, del signo político que sea, tiene la obligación institucional, moral, histórica y social de encarar decididamente este desafío, que evite seguir chocando siempre con la misma piedra y la reiteración de errores, desde hace más de un siglo a esta parte.

En particular para los radicales, ello debe constituirse en una cruzada en base a su historia partidaria que honre por igual al fundador del partido Dr. Alem y al Dr. Raúl Alfonsín, quizás ello les haga dejar de lado mezquindades y egoísmos propios de las disputas políticas internas, y puedan encaminarse en pos de objetivos superiores, que hoy no aparecen tan claros en ese partido.

Quizás el radicalismo no sería tal, sin la convicción de Don Leandro y la derrota en este tema, que lo llevó a renunciar a la Cámara y a sus pertenencias políticas, hecho inédito en la actualidad, para resurgir casi una década después con toda su fuerza y con un nuevo alineamiento en la nacional y popular para fundar la U.C.R.

Más allá de lo que piensen algunos, creo que siempre es una buena oportunidad para encarar proyectos de esta magnitud y que apunten a una transformación estructural del país, en tanto y en cuanto se hagan con la seriedad, transparencia y las consultas necesarias que el caso requiere.

Durante años los del interior han estado obnubilados, encandilados y confusos frente a la gran capital, como Atila frente a Roma y no alcanzaban a entender que la música que se sintonizaba en el país, era escrita por porteños y para porteños, más allá de sus orígenes o procedencias.

Desde siempre los suspiros de la capital fueron un espasmo para el país y se creyó que los intereses de Buenos Aires eran los de la Nación, y así nos fue.

Por otra parte la ley de traslado se encuentra vigente y debe ser cumplida a menos que se modifique o se derogue.

Decía Alem, en el cierre de su profético vaticinio, que debería enseñarse en las escuelas y que a lo largo de los años se ha convertido en una dolorosa realidad, que algunos seguimos reivindicando: “YO HE HABLADO PARA TODOS, HE DICHO, MENOS PARA LA CAMARA, Y NO HE HABLADO SIQUIERA PARA ESTOS MOMENTOS, SINO PARA EL FUTURO.”

Por lo expuesto, entiendo que el traslado debe ser UN PROYECTO ESTRATÉGICO, UNA NECESIDAD Y UNA REPARACIÓN HISTÓRICA.

 


enviado por dr prof ricardo mas cheroni 

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