Los dueños del cielo en Varsovia por Alejandro Nadal
Hace un año, durante la Conferencia de las partes de la
Convención sobre cambio climático en Doha (la COP18) el delegado filipino Yeb
Saño exhortó a los participantes a hacer de 2012 el año en que el mundo tuvo el
valor de enfrentar el cambio climático con soluciones verdaderas.
La semana anterior a las negociaciones el tifón Bopha
había golpeado con saña en Filipinas, dejando 250 mil damnificados.
Hoy la historia se repite y la tragedia continúa. La COP19
se desarrolla en Varsovia en un ambiente de rutina y hace 10 días el súper
tifón Haiyan arrasó Filipinas, dejando un saldo de 9 mil muertos y cientos de
miles de damnificados. Haiyan tuvo una dimensión comparable al Golfo de México
con vientos sostenidos de 250 kilómetros por hora (ráfagas de 300 km/h). La ola
que levantó el meteoro rebasó los cinco metros de altura y en Leyte y Samar el
impacto fue devastador. Como dijo Yeb Saño el año pasado, siempre los más
pobres son los más vulnerables.
La magnitud excepcional del súper tifón es consistente con
las proyecciones sobre la relación entre concentraciones de CO2 (y otros gases
de efecto invernadero) y la frecuencia de eventos atmosféricos extremos. La
pregunta es entonces, ¿qué se está haciendo para reducir las concentraciones de
gases de efecto invernadero (GEI)?
Desde hace 20 años las negociaciones sobre cambio
climático se organizan alrededor del Protocolo de Kioto. Lo cierto es que
han sido incapaces de detener el aumento inexorable de la concentración de GEI
en la atmósfera. Este año las mediciones de CO2 en el observatorio atmosférico
de Mauna Loa registraron niveles de 393 partes por millón: ese nivel es el más
alto en por lo menos 800 mil años. Si se considera el boom absurdo del
gas de esquisto y de las arenas bituminosas en Estados Unidos y Canadá,
respectivamente, todo indica rebasaremos el umbral de las 450 ppm en 20 años.
Ese nivel podría desencadenar fenómenos acumulativos que conducirían a
transformaciones profundas en la biósfera tal y como la conocemos.
En profundo contraste con los pésimos resultados en lo que
concierne la estabilización de concentraciones de CO2 en la atmósfera, las
negociaciones internacionales sobre cambio climáticohan sido muy
exitosas para abrir nuevas oportunidades de rentabilidad financiera a través de
los mercados de carbono. Este año veremos cómo sale de Varsovia un esfuerzo por
consolidar y extender la falsa solución del mercado internacional de
bonos de carbono. Además de propiciar la especulación, estos esquemas
contribuyen a la permanencia de la matriz energética basada en los combustibles
fósiles y retrasan la transición al uso de fuentes de energía renovables.
Europa tiene un objetivo claro en la COP19: fortalecer su
esquema de comercio de derechos de emisiones (EU ETS por sus siglas en inglés).
Este sistema ha sido un estrepitoso fracaso por el colapso en el precio de la
tonelada de carbono. Sin embargo una poderosa coalición de proveedores y
consumidores de hidrocarburos (en especial las industrias intensivas en
energía), así como la típica fauna de acompañamiento compuesta por corredores y
‘consultores’ financieros, han sostenido este mercado y ahora lo quieren
apuntalar. Por eso están proponiendo el Nuevo mecanismo de mercado (NMM) para
aumentar el alcance de los esquemas de ‘compensación’ que ya existen, como el
muy mal llamado Mecanismo de desarrollo limpio. Estos esquemas están basados en
la idea de que una tonelada de CO2 emitida en Europa puede compensarse con
esquemas de reabsorción de CO2 en otra parte del planeta, de preferencia donde
no cuesta mucho hacer la farsa de que la absorción es real.
El NMM conlleva el peligro de la expansión de mercados de
carbono a las emisiones derivadas de la deforestación, dando nuevo impulso al
moribundo (pero muy dañino) sistema REDD. La estructura precisa del NMM está
aún por definirse, pero sus promotores desean que cubra muchos sectores de las
economías de los países subdesarrollados con graves implicaciones, en especial
por impedir la ‘descarbonización’ de las economías del planeta.
No es casualidad que este año la COP sea la más dominada por
las grandes corporaciones vinculadas a la matriz de hidrocarburos. El gobierno
de Polonia es bien conocido por sus posturas a favor del uso de carbón y en
contra de los esfuerzos más ambiciosos de la UE para frenar las emisiones de
GEI. Por eso la COP tiene este año por primera vez “patrocinadores
corporativos”, entre los que se encuentran algunos de los peores delincuentes
climáticos: ArcelorMittal, Alstom, Rio Tinto, BMW (que se ha opuesto durante
años al establecimiento de normas más rigurosas sobre emisiones de automóviles)
y muchos más. Una guía. Ahora
que se necesita más que nunca frenar el aumento de emisiones de gases de efecto
invernadero veremos a la COP19 capturada por las empresas ligadas a los
combustibles fósiles. Esas poderosas corporaciones quieren hacer su voluntad,
aquí en la tierra como en el cielo.
Alejandro Nadal es miembro del consejo editorial de
Sin Permiso y autor, entre otros, de Rethinking Macroeconomics for
Sustainability (Zed, 2011) ENVIADA EN RED FOROBA
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