Triunfó la política, perdió el odio por CARLOS ALBERTO
GIRALDO MONSALVE
En septiembre de 2013, hace apenas tres años y dos meses, el
máximo jefe de las Farc, Rodrigo Londoño Echeverri, antes “Timochenko”,
escribía las siguientes líneas: “Santos, alucinado, confía en doblegarnos con
gruñidos. Estamos muy viejos para eso”.
Un mes antes, Londoño le escribió al presidente otra carta
de esas temerarias, como siempre lo hicieron las Farc, intitulada Cuando
morimos descansamos. En ella advertía que las “amenazas de muerte y las órdenes
de ejecución sin ninguna clase de juicio no sirven para intimidarnos”.
En abril de 2010, las Farc, tras varias ofertas secretas de
diálogo del gobierno Uribe, advirtieron que no dialogarían fuera del país.
Pero, “en el fin del fin”, se sentaron en Cuba durante cuatro años y
suscribieron la paz en Cartagena y la reafirmaron en Bogotá.
Hay que ser miope y necio y obtuso para no dimensionar, hoy,
las consecuencias más positivas que negativas de que las Farc terminen su
conflicto con el Estado. Y, aunque a los del No les sigan faltando 99 centavos
para el peso -con el que puedan comprar otros tantos años de soldados,
policías, guerrilleros y civiles muertos-, la realidad real es que la
confrontación con aquella guerrilla que causó muchísimo daño y dolor a Colombia
ya finalizó.
Este es un país de amnesias: cuando las conversaciones
comenzaron en La Habana, nadie creía que las partes alcanzarían un final con
resoluciones irreversibles. Las Farc reiteraron su decisión de dejar las armas
durante este mes y medio de incertidumbre. No reversaron. No echaron mano de la
excusa que les sirvió la derrota del Sí en el plebiscito. Era la salida más
fácil, si no tuviesen interés cierto de renunciar a 52 años de una guerra
irregular en la que, apegadas a la realidad militar, aún no habían sido
totalmente vencidas.
La resistencia de algunos sectores a las posibilidades de
construir un país en paz, le da razón a una frase que circuló esta semana en
las redes sociales, según la cual algunos del NO querían el NUNCA.
Pero se impuso la negociación política, con todo y sus
imperfecciones. Quedan los resquicios para que quienes deseen seguir anclados
en la violencia disparen desde la oscuridad y prefieran resucitar ese tiempo de
odios que ahora se conjuga en pasado. Se abre una perspectiva, un horizonte
mucho más enriquecedor para quienes aspiran a la reconciliación y la
tolerancia.
Para qué más presidentes que reciban cartas así: “se ufana
de haber derramado nuestra sangre como nadie en los últimos cincuenta años y
exhibe en cada mano la cabeza de un miembro del Secretariado”. Para qué unas
Farc empeñadas en arrancársela a él . tomado de el colombiano
No hay comentarios:
Publicar un comentario