Mirá el especial
multimedia de LA NACION para entender la problemática que sufren 8 millones de
personas a minutos del centro porteño
Laura
Rocha Nacer y morir en el Riachuelo
Nacer a orillas del Riachuelo es nacer condenado. En esta
cuenca contaminada que recorre 64 km y que bordea 14 municipios bonaerenses y
la ciudad de Buenos Aires viven 8 millones de personas. Casi la mitad padece o
padeció durante su vida hepatitis o diarrea; respira el aire viciado de las
áreas industriales y convive con ratas, cucarachas y otras alimañas.
Desde que nacieron, los habitantes de la cuenca escuchan
promesas de que su calidad de vida mejorará algún día no muy lejano. Pero,
generación tras generación, desde hace 200 años, sólo los acompaña el hedor y
la paciencia. Y claro, la incredulidad que los ha atrapado después de tanto
tiempo sin resultados palpables a su alrededor.
Las 1800 familias que viven en Dock Sud, en la Villa
Inflamable, en Avellaneda son parte de las 17.000 que viven en la cuenca más
contaminada de la Argentina y deben ser relocalizadas, tal como ordenó la Corte
Suprema en 2008. Según los estudios epidemiológicos, esta población es una de
las que más han sufrido la polución. Muchos chicos tienen altos niveles de
plomo en sangre.
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La mudanza es parte del plan de saneamiento que deben llevar
adelante la Nación, la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. Aunque debían ser
de los primeros en mudarse, sólo este año se aprobó la construcción de 440
casas en Isla Maciel.
Cada manzana de la villa tiene su propio caldo de cultivo
contaminante. Como no hay cloacas, todo lo que sale de los baños va a los
"pantanos", como los llaman, que se conectan con canales que mueren
en el arroyo Sarandí. Ese mecanismo de desagüe no siempre funciona; cuando
llueve, el desborde reparte materia fecal donde quiera que se mire.
"Peor es cuando se seca. Ahí quedan las ratas y los
bichos que aparecen en los fondos", explica Daniel Quiñones, que, con sus
nueve hijos, vive al borde de uno de esos canales. "Mis hijos están
contaminados. Las que más sufren son las mellizas, que se están haciendo los
estudios porque tienen plomo.", cuenta, mientras sus chicos juegan, por
turnos, a los jueguitos con una Commodore 128 recuperada.
La Organización Mundial de la Salud señala que los niños son
especialmente vulnerables a los efectos tóxicos del plomo, que puede tener
consecuencias graves y permanentes en su salud, afectando al desarrollo del
cerebro y del sistema nervioso. El plomo también causa daños en los adultos,
por ejemplo aumentando el riesgo de hipertensión arterial y de lesiones
renales. En las embarazadas, la exposición a concentraciones elevadas de plomo
puede ser causa de aborto natural, muerte fetal, parto prematuro y bajo peso al
nacer, y provocar malformaciones leves en el feto.
Un estudio comparó la salud de niños de entre 7 y 11 años de
Villa Inflamable y de Villa Corina, también en Avellaneda pero alejada del
Riachuelo. La prevalencia de plomo en sangre de los chicos de Villa Inflamable
casi triplicaba a la otra muestra, según el estudio realizado por la Agencia de
Cooperación Japonesa.
"Se constató la presencia permanente de 17 compuestos
volátiles asociados con la refinación de petróleo, como benceno y tolueno, que
son cancerígenos sin un umbral mínimo, es decir que no importa cuánto fue el
tiempo de exposición", explica la antropóloga Débora Swistun, coautora de
Inflamable. Estudio del sufrimiento ambiental, una investigación sobre la
contaminación en Dock Sud realizada junto al sociólogo Javier Auyero, profesor
de la Universidad de Austin, Texas.
La refinería Shell-Capsa es la planta más importante en esa
zona, pero el complejo incluye otra refinería, Dapsa; tres plantas de
almacenamiento de petróleo y derivados (Petrobras, YPF y Petrolera Cono Sur);
plantas de almacenamiento de productos químicos (Tagsa, Antívari y Solvay
Indupa, entre otras); una fábrica de productos químicos, Meranol; una dársena
para contenedores, Exolgan, y la usina termoeléctrica Central Dock Sud. En 2004
se anunció la mudanza de las empresas químicas y de la población, pero todo
está demorado.
En su publicación Pacientes del Estado, Auyero plantea esa
situación de constante espera por parte de los habitantes: "La espera es
lo que define la vida allí y en muchos otros sectores relegados. Siempre están,
como el coronel de García Márquez, esperando que algo suceda. En Inflamable
describimos un posible escenario de «salida» de esta situación, la sinergia
entre algún sector progresista del Estado y la acción colectiva comunitaria.
Sin una intervención externa fuerte es difícil imaginar una luz al final de un
oscuro y contaminado túnel", dice a LA NACION.
Hace ocho años un fallo de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación despertó la última esperanza de los vecinos. Una sentencia, iniciada
en una causa impulsada por habitantes de la propia cuenca, ordena a los estados
nacional, bonaerense y porteño a sanear el río. Imponía plazos, todos
inclumplidos, para una tarea que no es sencilla pero tampoco imposible.
Las cifras de ese plan oficial, que fue rediseñado este año,
asegura que fueron extraídos del agua unos 20.000 camiones de basura (cerca de
200.000 toneladas), 70 embarcaciones hundidas o abandonadas fueron retiradas
del cauce y un millón y medio de habitantes incorporados a la red de agua
potable. Un millar, de las 17.500 familias que deben ser relocalizadas, habitan
un nuevo espacio alejadas de las aguas que corren sin oxígeno.
Se liberó el camino de sirga, esos 35 metros libres que
deben existir entre las construcciones y el río. Pero cada día, los habitantes
de la cuenca siguen con los mismos problemas. Los chicos atacados por las
bronquiolitis y los problemas cutáneos; el silencioso riesgo de vivir con plomo
en la sangre; las diarreas continuas y el peligro de vivir entre ratas y
basurales.
A pesar de que el grado de contaminación por hidrocarburos o
metales pesado no se conoce, las cifras oficiales son alarmantes. La
contaminación genera que la tasa de bronquiolitis en la cuenca supere los
33.000 casos cada 100.000 habitantes; mientras que para la Argentina esa cifra
alcanza los 18.386,4 y, en la ciudad de Buenos Aires, menos de 16.000. Las
diarreas, por caso, también afectan a los más chicos: mientras en la cuenca la
tasa supera los 11.000, a nivel nacional los guarismos dan 2.825 cada 100.000
habitantes.
Contaminación
El Riachuelo no es cualquier río argentino. Es el río donde
nació el país. El curso de agua por el que llegaron los españoles y, podría
decirse, el reflejo de lo que sucede cuando las políticas públicas están
ausentes.
La Cuenca del Matanza-Riachuelo, llamado Riachuelo en su
desembocadura y río Matanza en la mayor parte de su desarrollo, comprende parte
de la ciudad de Buenos Aires y de los municipios de Avellaneda, Lanús, Lomas de
Zamora, Esteban Echeverría, Almirante Brown, Presidente Perón, San Vicente,
Cañuelas, Ezeiza, General Las Heras, Marcos Paz, Merlo y Morón.
La contaminación del río no es algo nuevo. Ya en 1811, a un
año de la Revolución de Mayo y ya con el Primer Triunvirato en el gobierno,
llegó el primer compromiso para limpiarlo. Un año antes se habían instalado las
primeras curtiembres, mataderos y saladeros en el Riachuelo, que antes de
cruzar el puente La Noria se llama río Matanza, precisamente en honor a esa
actividad.
Once años después de aquel anuncio, la sangre y los restos
de los animales mezclados con el sebo daban un color y un olor que
caracterizaban a toda la zona de influencia. Esa fue una de las razones para
que, en 1822, se dictara el primer decreto que prohibía la instalación de ese
tipo de industrias. No se cumplió.
Medio siglo pasó y la situación empeoró. En 1871, la Cámara
de Diputados bonaerense se comprometió a canalizar y limpiar el Riachuelo. Y
recordó la prohibición de instalar curtiembres y fábricas de jabón a orillas
del río. Pese a que la contaminación fue señalada como una causa de la epidemia
de fiebre amarilla en la ciudad, la ley no se cumplió. Cuatro años después se
sancionó una
norma que volvió a permitir la instalación de las industrias.
Al río se lo alimentaba, mientras tanto, con desperdicios de
todas las jurisdicciones que influyen en la cuenca. Era una vía de comercio,
pero su geografía no ayudaba. Sólo en 1913 el Congreso destinó 1.500.000 pesos
para obras de rectificación y ensanche del curso. Sin embargo, en 1982, ciento
setenta y un años después, todavía no se había terminado la rectificación.
Los trabajos de saneamiento, desde ese momento, quedaron a
cargo de la Coordinadora Ecológica Metropolitana Sociedad del Estado, que había
sido creada en 1980. Y, tras los sucesivos cambios de moneda, la inversión
había trepado a los 21.000 millones de pesos, aportados en partes iguales por
la Capital y por la provincia de Buenos Aires.
Once años más tarde, en la Secretaría de Recursos Naturales,
encabezada por María Julia Alsogaray, la osadía fue más allá: "El
Presidente nos pidió que para 1995 el Riachuelo esté saneado", contó la
funcionaria. Eran los famosos 1000 días. Se creó un comité ejecutivo para el
saneamiento de la cuenca y se adjudicó a un consorcio privado la elaboración de
un Plan de Saneamiento Integral.
Corrupción y desidia
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El cadmio, el plomo, el cinc y el cromo continúan presentes
en el agua y en el lecho de este río interjurisdiccional, que olvidó hace dos
siglos qué es el oxígeno. El cóctel que forman la desidia y la falta de
políticas de saneamiento con la corrupción es el génesis de la situación que
hoy padecen 8 millones de personas.
Si bien la Corte no adoptó expresamente una perspectiva de
derechos humanos, sin embargo planteo que el objetivo del programa de
intervención debe ser el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes y
requiere que se adopten programas sanitarios específicos para satisfacer las
necesidades de la población de la Cuenca.
El principal derecho involucrado en la sentencia de la Corte
es el derecho a la salud que se extiende a cuestiones básicas como el acceso a
agua limpia y potable y a condiciones sanitarias adecuadas y un medio ambiente
sano.
En 1995, los 1000 días habían pasado, pero la actividad
continuaba: se creó el Comité Ejecutor del Plan y empezó a tramitarse un
préstamo internacional. Dos años después, el BID aprobó el crédito por 250
millones de pesos/dólares. Los otros 250 millones tenían que ponerlos la
Nación, la provincia de Buenos Aires y la Ciudad.
Hasta 2000, el 57% de los fondos se utilizó en estudios de
consultorías; un 20%, en recolección de residuos en las márgenes y limpieza de
espejo de agua; el 17%, en proyectos ejecutados, y el 5% en obras de
saneamiento.
Después llegaron el corralito, la emergencia económica y el
default. Los intereses punitorios por no usar el crédito de fomento superaron
los 6.000.000 de dólares. Y US$ 150 millones de ese préstamo se redireccionaron
al área de Desarrollo Social. Hoy el Comité de Cuenca funciona, pero realiza
pocas obras. Se espera una definición del BID sobre el dinero restante, unos 50
millones de dólares, e intentan reformular otros 100 millones.
Pasado, presente y futuro
A pesar que sólo la memoria de unos pocos permite recordar
del disfrute de las aguas del Riachuelo, no es una utopía devolverle la vida al
río. Hay varios ejemplos en el mundo que dan cuenta de que se puede disfrutar
de estos cuerpos de agua.
El Támesis, en Londres, por ejemplo, tiene casi 350 km de
largo y una larga historia de contaminación. En 1610, las aguas ya no se
consideraban potables lo que provocó muertes por cólera. Incluso, en 1858, las
reuniones parlamentarias tuvieron que ser suspendidas por el mal olor del agua,
lo que llevó al gobierno a buscar cómo rescatar la vida en el río. Casi 30
caños después se creó una planta de tratamiento de aguas residuales con dos
estaciones que requirieron una inversión de 200 millones de libras. Quince años
más tarde, un incinerador pasó a ser un destino de sedimentos procedentes del
tratamiento de agua, generando energía para las dos estaciones. Hoy el río luce
distinto y los dos barcos que lo recorren de lunes a viernes recogen unas 30
toneladas de basura por día.
El río Rin, con aproximadamente 1.300 km de longitud, se
origina en los Alpes suizos y atraviesa seis países europeos antes de
desembocar en el Mar del Norte, en Holanda. Durante muchos años recibió los
residuos procedentes de las zonas industriales, lo que lo llevó a ser conocido
en 1970 como "la cloaca a cielo abierto de Europa".
Uno de los principales incidentes de contaminación ocurrió
en 1986 cuando 20 toneladas de sustancias tóxicas fueron arrojadas al río por
una empresa suiza. Por este motivo, los gobiernos de las ciudades afectadas se
reunieron en 1987 y crearon el Programa de Acción del Rin, en el que
invirtieron más de 15.000 millones de dólares para la construcción de
estaciones monitoreadas de tratamiento de agua. El resultado es que actualmente
el 95% de las aguas residuales de las empresas son tratadas y existen 63
especies de peces que viven allí. VER COMPLETO EN :
TOMADO DE LA NACION DE AR
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