lunes, 8 de enero de 2018

CUIDAR EL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO ES IMPRESCINDIBLE

RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ
Somos un pueblo sin memoria
En los países europeos las promociones del turismo están llenas de imágenes de castillos, calles antiguas, ciudades viejas, algo con lo que en parte también se vende un sector de Cartagena.
Contrario de lo que sigue sucediendo en Antioquia y en Medellín, donde el desprecio por las construcciones antiguas es total.
Y al paso que van cayendo ese pasado rico en historias se pierde, mientras el ciudadano se queda sin referentes.
Poco se ha salvado. La lógica del antioqueño se mueve bajo el signo pesos: reparar un inmueble antiguo cuesta dinero y deja poco, pero tumbarlo y construir un edificio en su lugar deja billete.
Así de simple y de duro. Del centro de la ciudad poco queda. Tal vez el barrio Prado, que vive el mismo proceso: es caro el mantenimiento y por ahí se abre una rendija a ese modernismo mal entendido.
La Avenida Oriental arrasó con gran parte de la historia de Medellín para dar paso al tráfico automotor, ejemplo que hizo y hace carrera: pese a que existen otras soluciones, llama más la atención tumbar muros. Una vía que espantó los recuerdos del Centro
Otros barrios también perdieron referentes. La casa del millón, en Laureles, por ejemplo, que no era antigua pero sí representó una época de la ciudad de los años 60 y 70. O la de la culta y avanzada en ideas señora María Antonieta Pellicer al frente de la iglesia Santa Teresita, un jardín del arte desde mediados de los 50 que cualquier urbe del mundo desarrollado envidiaría.
Los ejemplos abundan. Hoy se ve en municipios aledaños como Sabaneta, donde de a poco las viejas casonas y casafincas son demolidas por el poder del dinero. No son patrimonio cultural ni en ellas nació nadie reconocido, entonces existe patente libre para las almádanas.
Hace pocos días acá en El Colombiano se mostró el estado lamentable de edificios del Centro de Medellín que sirvieron de oficina a la naciente clase dirigencial de la primera mitad del siglo 20. Hoy no generan dinero, no importan, sobreviven maltrechos.
Así se abandonó el Centro, porque otra zona comenzó a generar poder y dinero. Tal vez la única ciudad del mundo cuyos dirigentes desprecian el corazón de la urbe, un error que hoy no se acaba de pagar.
El pasado no da dinero. No tenemos memoria, nos vamos quedando sin la historia viva de la ciudad.

Maullido: reorganizar los venteros callejeros no es llevarlos a sitios donde no van a vender nada. Tomado de el colombiano 

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