Panorama Agencias De algún modo profundo que los
historiadores aún discuten, la Segunda Guerra Mundial terminó definitivamente
el 9 de noviembre de 1989. La caída del Muro de Berlín, que dividía la capital
alemana desde 1961, clausuró un capítulo de la historia contemporánea (el
denominado, en expresión afortunada de Eric Hobsbawm, "el corto siglo
XX") marcado por la división ideológica de Europa en dos bloques: uno
occidental, capitalista, y otro oriental, comunista.
El colapso del 'muro de la vergüenza' fue, en palabras del
historiador Mark Mazower, el "acto final del drama ideológico de
Europa". Aquel día, y casi por casualidad —por un desliz informativo de un
miembro del Politburó al ser preguntado por las medidas del Gobierno sobre los
visados al Oeste— una nueva era comenzó para cientos de miles de berlineses que
dejaban atrás la penuria socioeconómica y la falta de libertades políticas de
la República Democrática Alemana (RDA).
Un tiempo nuevo empezaba, también, para las relaciones
internacionales (marcadas desde entonces por el unilateralismo de EE UU), para
los politólogos (en shock al no acertar a predecir un colapso vertiginoso) y
para los intelectuales, enfrentados por dos concepciones del mundo enemigas.
Pero el fin de la ilusión comunista no supuso, vista desde la perspectiva de 25
años, 'ni el fin de la historia',
en sentido ideológico, ni la 'victoria' de
Occidente.
"1989 no sirve para explicar los procesos de evolución
en los flancos atlánticos", apunta Montserrat Huguet, profesora de
Historia Contemporánea de la Universidad Carlos III, "la evolución de las
relaciones entre las antiguas metrópolis y sus colonias, ahora potencias
emergentes, o los procesos de mundialización, que son previos a esa fecha".
La Caída del Muro, el evenement por excelencia del siglo,
suscitó la tentación de explicaciones simplistas y triunfalistas. También lo
que Tony Judt denominó "sirenas del determinismo retrospectivo". Es
decir: la creencia en que los regímenes del Este estaban condenados
indefectiblemente a sucumbir.
Las generaciones jóvenes desconocen el comunismo, no tienen
memoria de él ni experiencia de la guerra fría. La pujanza de la
mundialización, el desfase industrial comunista, los fallos inherentes a las
'sociedades cerradas', el activismo no violento de los sin poder, la influencia
de la televisión, el anquilosamiento de la nomenclatura… Estas fueron algunas
de las causas que contribuyeron al colapso, pero ninguna de ellas por sí solas
explica la celeridad del derrumbe de un sistema, el del socialismo real, que
había tutelado la vida de millones de personas durante más de cincuenta años.
Veinticinco años después de aquella fecha, y a pesar de las
conmemoraciones, la Caída del Muro "va perdiendo", como señala
Huguet, "su condición de mito". Protagonistas históricos del momento,
como la primera ministra británica Margaret Thatcher, el presidente checo
Václav Havel o el ministro de exteriores ruso Edward Shevernatze, han
fallecido. Otros, como Gorbachov o el expresidente estadounidense George Bush,
llevan décadas retirados de la vida política y luchan contra serios problemas
de salud. Además, las generaciones jóvenes desconocen el comunismo, no tienen
memoria de él ni experiencia vital de lo que fue la Guerra Fría. TOMADO DE
PANORAMA DE VE, SUGERIDO EN FACE DE EUGENIA
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