Eugenio Zaffaroni: “El poder financiero mundial
se convirtió en una organización criminal”
09.08.2018 - Porto Alegre, Brasil - Redação
São Paulo
Este artículo también está disponible en: Portugués
Por Marco Weissheimer | Sul21 |
Traducción de Pressenza
La crisis financiera de 2008 fue un fraude astronómico que
costó billones (o trillones) de dólares a los contribuyentes de Estados Unidos,
la Unión Europea y otros países. El autor de ese fraude es un poder mundial que
además explota el trabajo esclavo a distancia, compra bonos de países
endeudados y después los extorsiona. Ese poder busca debilitar a los Estados y
ocupar el lugar de la política. El diagnóstico es del jurista argentino Eugenio
Raúl Zaffaroni, que estuvo en Porto Alegre la semana pasada participando de un
debate sobre la cuestión democrática y la mediatización del proceso judicial,
promovido por el Instituto Nuevos Paradigmas (INP).
En entrevista con Sur21, Zaffaroni habló sobre cómo el
sistema penal en América Latina se hizo funcional a ese poder. “En la medida en
que crean y potencian la violencia, están debilitando el Estado, que es lo
ellos quieren. Y los medios se quedan pidiendo cada vez más prisiones,
reproduciendo cada vez más violencia. Es un mecanismo totalmente funcional a
ese impulso totalitario del capitalismo financiero”, afirma. Para Zaffaroni,
que fue juez de la Suprema Corte argentina y hoy es juez de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, el objetivo de esos intereses es imponer
sociedades con 30% de integrados y 70% de excluidos. “En este escenario, van
cayendo límites éticos, morales y legales, lo que hace que ese poder vaya
transformándose en un poder criminal a nivel mundial. Y cuando digo ‘criminal’
no estoy hablando metafóricamente”, añade.
–En 1989, en su libro “En busca de las penas perdidas”,
usted analizó el proceso de pérdida de legitimidad del sistema penal en América
Latina. Para quien lee ese libro hoy, la actualidad de ese diagnóstico
impresiona. ¿Cuál su evaluación del desenvolvimiento de ese proceso en el escenario
actual?
–Creo que el escenario fue empeorando. No mejoró, empeoró.
Tuvimos una crítica criminológica que llegó a América Latina por medio de dos
grandes criminólogas de Venezuela, Rosa Del Olmo y Lolita Aniyar de Castro. De
Europa venían Alessandro Baratta, Massimo Pavarini… Bueno, todos ellos
murieron. Yo soy el último (risas). Estamos formando ahora una nueva generación
crítica. También cambió el marco del poder mundial. En el momento en que
escribí ese libro, no tenía claro lo que estaba sucediendo en el mundo. Hoy la
cosa está mucho más clara. Tenemos un poder financiero mundial con inmensas
corporaciones transnacionales, con un volumen económico que supera el de muchos
países. Eso se está convirtiendo en un impulso totalitario. No digo que ya esté
dominando todo plenamente, pero se trata de un impulso de dominio que quiere
ocupar el lugar de la política.
Esas corporaciones no están en manos del capital productivo.
En el periodo del capitalismo productivo, el explotador necesitaba de la
existencia del explotado. Lo que tenemos hoy es otra cosa. Quien comanda son
los Chief Executive Officers (CEO’s), que son gerentes
tecnócratas cuya única misión es obtener la mayor renta en el menor tiempo
posible. En este escenario van cayendo límites éticos, morales y legales, lo
que hace que ese poder se vaya tornando un poder criminal a nivel mundial.
Cuando digo “criminal” no estoy hablando metafóricamente. Si analizamos la
crisis de 2008, lo que tenemos es un fraude astronómico. La explotación del
trabajo esclavo a distancia es otro crimen. Si pensáramos en el endeudamiento
de los países y lo que se hace con esa minoría que compra los bonos de deuda de
esos países y después los extorsiona, tenemos otro crimen. Es una organización
criminal.
El objetivo de esos intereses es imponer sociedades con 30%
de integrados y 70% de excluidos. La vinculación ya no es entre explotador y
explotado como en los tiempos de Henry Ford, cuando el Estado podía actuar como
mediador en esa relación entre la producción y el capital. Ahora ya no podemos
hacer eso porque del lado del capital no tenemos a nadie más, sólo tecnócratas
que quieren la mayor renta posible en el menor tiempo. El objetivo de ese
impulso totalitario del capital financiero es debilitar a los Estados, que son
el espacio de la política. Ellos quieren ocupar ese lugar de la política. No
necesito hablar de lo que está sucediendo en otros países de la región. Es
suficiente con hablar del mío. En Argentina, tenemos un gabinete ocupado por
gerentes de transnacionales…
–No hay más intermediarios…
–No, los lobistas ya no hacen más lobby porque
están ocupando las carteras ministeriales. En esa tentativa de crear una
sociedad 70–30, en algún momento tendrán que contener los 70% de excluidos y el
modo de contenerlos es utilizando primero el monopolio mediático. No es que
esos monopolios mediáticos estén al servicio de esas corporaciones y del
capital financiero: forman parte de él.
Entonces el marco del poder hoy es muy diferente de aquel de
los años 70 y 80. El proceso de debilitamiento de los Estados que estamos
viendo en nuestra región, es muy serio. En México el Estado perdió el control
territorial y la situación de Brasil es muy preocupante. Creo que ustedes
tienen un serio problema de violencia, un problema de seguridad nacional. No
estoy hablando de la doctrina de seguridad nacional sino de la seguridad de
vida de sus habitantes, que debe ser garantizada por el Estado.
–¿Usted cree que Brasil corre el riesgo de seguir el
camino de México?
–No. Es diferente. México tiene otros problemas. Como decía
el dictador Porfírio Diaz, México está lejos de Dios y cerca de Estados Unidos.
El caso de Brasil es otro. Ustedes tienen cerca de 700 mil presos y algo entre
600 y 700 mil órdenes de detención no cumplidas, por no tener vacantes en las
cárceles. Y las cárceles brasileras, en general, se están convirtiendo
claramente –o ya se convirtieron– en verdaderos campos de concentración. El
deterioro que los presos sufren en esas cárceles es terrible. No hay asistencia
médica adecuada, la superpoblación es mayor que la recomendada
internacionalmente y las reglas mínimas de las Naciones Unidas no son
cumplidas. Toda cárcel es degradante por mejor que sea, pero estas son
particularmente degradantes. El sujeto que sale de esa cárcel es un criminal en
potencia. Eso es inevitable. Esas cárceles sólo están reproduciendo violencia.
Pero no es sólo eso. Si tenemos cerca de 700 mil presos y
cerca de 700 mil órdenes de detención no cumplidas, llegamos a un universo de
1,4 millón de personas. No se qué número de procesados hay en Brasil sin
detención preventiva determinada, pero la experiencia normal es que ese número
es mayor que el de aquellos que están con detención preventiva. Entonces
debemos tener por lo menos cerca de 3 millones de personas sometidas a un
proceso penal. Cada una de esas personas tiene padre, madre, hermanos,
hermanas, amigos y así siguiendo. Tienen un contacto directo con cinco o seis
personas por lo menos. Entonces tenemos un universo de aproximadamente 20 millones
de personas que están conviviendo con el proceso penal como si fuera una cosa
normal, que forma parte de su día a día. Hay por lo tanto una banalización del
proceso penal y todo ese conjunto es un inevitable reproductor de violencia.
Es verdad que todo sistema penal está compartimentado. Tiene
policía, juzgados, fiscalía, jueces, cárceles y así siguiendo. Cada uno actúa
según criterios de eficacia propios de su sector. Yo jamás vi una
compartimentación tan extrema como la que existe en Brasil. Cada uno dice que
está tratando de hacer lo mejor que puede en su ámbito, pero ¿y el conjunto?
Brasil no necesita tener el número de presos y de procesados que tiene. Las
cárceles están llenas de autores de pequeños robos, pequeños ladrones, de
personas que venden marihuana en la esquina. Eso genera una exclusión social
especial que se extiende a la familia. Eso está creando un serio problema de
violencia. Hay un aparato en el Estado que crea violencia.
–¿Como definiría usted la relación del sistema penal –de
modo general–, con ese poder financiero mundial que quiere debilitar a los
Estados y ocupar el lugar de la política?
–Es funcional a ese poder. En la medida en que crean y
potencian la violencia, están debilitando el Estado, que es lo ellos quieren.
Además de eso, está dividiendo la sociedad, creando esa clase medía que es
imaginaria porque no es una realidad económica. En la India crearon una casta
de parias y el resto de la sociedad se considera superior a ellos. Es un tipo
especial de racismo. Y los medios siguen pidiendo cada vez más prisiones,
reproduciendo cada vez más violencia. Es un mecanismo totalmente funcional a
ese impulso totalitario del capitalismo financiero.
–Además del crecimiento de esa cultura punitiva,
alimentada por mecanismos como estos que usted acaba de describir, tenemos
también un avance político de la derecha y aún de la extrema derecha en América
Latina. ¿Cómo ve ese escenario?
–Eso también es funcional, porque divide la sociedad y crea
una violencia social e ideológica. Estamos volviendo, con otro escenario, a
algunas cosas del periodo pre guerra. El lawfare no es nuevo, fue usado por los
nazis. No estoy diciendo que tenemos la vuelta del nazismo. Es otra cosa. El
marco del poder es diferente, pero las técnicas son antiguas. Cualquier sistema
penal es estructuralmente selectivo. No hay cómo evitarlo. Lo que podemos hacer
es disminuir el nivel de selectividad. En todas las sociedades, en especial en
las nuestras que son extremadamente estratificadas, tenemos entrenamientos
diferentes. En la favela, nadie es entrenado para crear una
sociedad offshore. Ese entrenamiento pertenece a otra clase social. Aquellos
que son creados en la favela y quieren delinquir, acaban
haciendo cosas más simples y la policía hace lo que es más fácil hacer. Tenemos
ahí, por lo tanto, una selectividad estructural. Ahora tenemos el surgimiento
también de una selectividad persecutoria, que es un elemento totalitario.
Estamos viendo ese fenómeno de modo muy claro en mi país.
–¿Cómo se está manifestando ese fenómeno en Argentina?
–En Argentina vemos la utilización de los medios para
estigmatizar opositores y la manipulación de un segmento de la Justicia
Federal, para criminalizar la oposición. Hacen eso inventando cosas. Llegaron
al extremo de hablar de traición a la Nación. Nosotros tenemos una definición
constitucional de traición a la Nación copiada de la Constitución de Estados
Unidos, según la cual no podemos tener traición a la Nación sin guerra.
Procesaron a la ex-presidente Cristina Kirchner, el ex-secretario de la
presidencia y el ex-ministro de Relaciones Exteriores por traición a la Nación.
Se dieron cuenta de que eso era una burrada muy grande y cambiaron la
acusación: no es traición a la Nación, pero sí encubrimiento. Es un proceso
claro de selección persecutoria.
–Y en el caso brasileño ¿está siguiendo el proceso del
Lava Jato que culminó con la prisión del ex presidente Lula?
–Yo no puedo hablar sobre ese tipo de situación en otros
países que no sean el mío porque son cosas que en algún momento pueden llegar a
la Corte Interamericana. Sobre la Argentina puedo hablar porque como argentino
no puedo tratar esos casos en la Corte Interamericana.
–En su opinión ¿el sistema penal tiene anticuerpos para
resistir y enfrentar esa ofensiva del poder del capital financiero a nivel
mundial?
–Yo no creo mucho en conspiraciones, porque creo que ese es
un modo de tranquilizarse. Si creemos que alguien tiene un gran ordenador con
el cual está haciendo todo eso, la solución sería fácil, sería sólo atrapar a
ese sujeto que está en el ordenador, pero la realidad es mucho más complicada.
Hay cosas que van sucediendo por una multiplicidad de factores, a veces muy
difíciles de precisar. Esa situación de Brasil a la que me refería no fue
creada por un gobierno, sino que fue sucediendo a lo largo del tiempo. ¿Qué
hace el poder financiero –como cualquier poder, de hecho? Si evalúa que un
determinado proceso es funcional, lo deja avanzar. Si en cambio es
disfuncional, intenta detenerlo. Por otro lado, ningún poder es macizo, tiene
fisuras y espacios. Si fuera macizo, nosotros no estaríamos aquí.
Por dentro del sistema penal no es muy posible resistir a
ese poder. Ustedes, brasileros, tienen que saber que tienen una responsabilidad
continental. Cualquier cosa que pase aquí, va a reflejarse sobre todos
nosotros. Eso es inevitable por la dimensión del país. Brasil está frente a un
problema de seguridad nacional que se refiere a la vida de sus habitantes. Es
necesario pararse a pensar un poco en eso, hacer un llamado a la racionalidad.
–¿Qué espacio de actuación ofrecen hoy instancias
internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para
enfrentar estos problemas?
–Hace dos semanas tuvimos una reunión con motivo del 40º
aniversario de la Corte Interamericana, en la que también participaron miembros
de la Corte Africana y de la Corte Europea. Debatimos problemas enfrentados por
esas tres cortes regionales. Uno de ellos es que estamos teniendo dificultades
para el cumplimiento de las sentencias. Los Estados están utilizando el argumento
de la soberanía. Eso es interesantísimo. No creo mucho que la realidad que
vivimos hoy pueda definirse por una polarización entre izquierda y derecha.
Creo que nuestra realidad regional responder más a una polarización entre
colonización y soberanía. Ese impulso del totalitarismo corporativo es un
impulso colonizador que perjudica nuestras soberanías. Y ellos defienden ese
impulso colonizador alegando el valor de la soberanía.
Las cortes regionales, internacionales y el sistema mundial
son un seguro. La vigencia de los derechos humanos tiene que ser empujada por
las instituciones de cada país. Las cortes regionales no pueden sustituir esa
tarea. Muchas denuncias nos llegan después de años de que las cosas ocurrieran.
No tenemos cómo actuar en la solución de conflictos tras diez, quince años.
Tenemos alguna importancia en el sentido de bajar doctrinas a los tribunales
superiores y cosas así. Si un poder judicial está fallando, no podemos
sustituirlo. No tenemos capacidad material para tanto y además sería un absurdo
desde el punto de vista institucional. // TOMADO DE ENVIO DE EDITORES RECODs
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