, ¿BIENESTAR SIN MEDIO AMBIENTE?: ¡IMPOSIBLE! por Cecilia Lopez Montaño
Los que hemos asumido responsabilidades públicas en temas
relacionados con el medio ambiente, nos hemos enfrentado históricamente a un
mismo fantasma: el crecimiento de la economía, que con frecuencia es la
definición —pero incompleta—, de desarrollo.
Si el crecimiento del Producto Bruto Interno (PIB) es no
solo el que mide el éxito de las políticas económicas sino de todo el esfuerzo
público, cualquier decisión que restrinja la producción o le ponga condiciones
que eleven su costo o limiten su extensión geográfica, es un anatema. Pobre
aquel que se atreva a interferir la dinámica de una tasa positiva y alta de
expansión del PIB.
No debe sorprender, entonces, que la política ambiental, en
muchos países en desarrollo y particularmente en Colombia, se enfrente con
frecuencia a la reacción negativa y con mucho peso político de: la industria
contaminante, los productores que aman los páramos, los que envidian las
grandes extensiones de parques, o aquellos empresarios agropecuarios que ven en
el secamiento de humedales la oportunidad de su vida para extender su propiedad
(para cultivo o ganadería).
Lo interesante es que no solo la política es dinámica —como
dicen en Colombia para justificar la carencia de ideología de nuestros
líderes—.
Los graves problemas, no solo económicos, sino sociales, que
vive actualmente la humanidad, como el profundo desequilibrio entre aquellos
que todo lo tienen y otros que, por el contrario, carecen de todo, han cambiado
la gran prioridad del desarrollo.
Luego, la economía es dinámica, porque ahora de lo que se
trata es del bienestar de la población como objetivo real del desarrollo. Por
fin se acepta que el solo crecimiento económico y la desigualdad pueden ir
peligrosamente juntos. Parecería demasiado fácil, pero la nueva realidad que
enfrenta el mundo es que si el bienestar es el nuevo objeto del crecimiento
económico, se acaba la incompatibilidad entre desarrollo y medio ambiente.
Esta es la gran conclusión de la Comisión sobre la Medición
del Desempeño Económico y el Progreso Social, presidida por Joseph
Stiglitz y Amartya Sen.
Sus reflexiones son contundentes: “lo que se mide tiene una
consecuencia en lo que se hace; pero si las mediciones son defectuosas, las
decisiones pueden ser inadaptadas. La elección entre aumentar el PIB y proteger
el medio ambiente puede ser una falsa elección, si la degradación del medio
ambiente se incluye correctamente en nuestras mediciones del desarrollo
económico. Más aún, (...) es posible que la tendencia de medir cambios
progresivos no refleje los riesgos de deterioro brusco del medio ambiente como
en el caso del cambio climático”.
Y agrega: “Además, hace mucho que se estableció que el PIB
era una herramienta inadaptada para evaluar el bienestar a lo largo del tiempo,
en particular en sus dimensiones económica, medioambiental y social, algunos de
cuyos aspectos se suelen designar con el término de sustentabilidad.”
¿Se requiere algo más para eliminar el fantasma? TOMADO DE
EL COLOMBIANO
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