sábado, 2 de junio de 2018

LA RIQUEZA QUE LIMPIA EL ALMA


LA RIQUEZA QUE LIMPIA EL ALMA
En la medida que cada cual haga bien su parte del deber la obra común se hará más sólida…
Lo conocí un mediodía silencioso de pueblo. Yo andaba cazando historias en Los Arabos, un municipio matancero allá en lo último de la frontera con Villa Clara y no por casualidad me lo tropecé.
Mucha gente sugirió con entusiasmo que lo entrevistara. Era un guardaparques, y me picó la curiosidad que fuese tan célebre y querido. Fui a “acosarlo”, libreta, grabadora y bolígrafo en mano; y aunque titubeó un poco ante mi insistencia reporteril, pronto se desató a hablar.
Argelio Mario Casanova Cardoso me contó, en un banco de su parque, de una existencia de trabajo, tempranamente iniciada a los ocho años; de lo bueno que era para los estudios de niño, cuando su padre no lo dejó pasar del sexto grado; y de lo difícil que le fue estudiar de grande, cuando en el trabajo le instaban pero ya la cabeza, muy vieja, no le alcanzaba para esas cosas.
Y me habló con emoción de su cooperativa, donde se ganó un carro, y de cómo la jubilación no estaba hecha para alguien que llevaba 78 años siendo útil. “En la casa me sentía como perro con bicho”.
Por eso se buscó aquel trabajito, incluso en contra de la familia que le decía que no había necesidad; pero Casanova no solo lo asumió para entretenerse, sino que se convirtió en un guardaparque modelo, de los que no toleran malas hierbas ni papeles fuera del cesto, y mucho menos gente desalmada.
Y esa dedicación de hacer bien su trabajo en un parque modesto lo había convertido en un tipo diferente de famoso; no es que su nombre fuese coreado ni que cada visitante se tomara una foto con él, sino que se le miraba con respeto y si de ejemplo se hablaba era ineludible citarlo.
Me gustó aquella entrevista con un hombre sencillo y aunque nunca tuve la oportunidad de reencontrármelo y preguntarle si le había parecido bien lo que escribí sobre él en el periódico, me gusta pensar que sí, que se sonrió ante mi intento por estamparlo en letras; y me satisface más saber que no hizo falta la llegada de ninguna periodista poniendo luces sobre su esfuerzo para que la gente lo quisiera.
A Argelio lo recordé mientras leía los comentarios del foro de Cubahora ¿Cómo participas en la creación de riquezas para nuestro pueblo? Porque, creo, al final la mayor parte de los usuarios entendió que no se hablaba de la riqueza que nos arropa por fuera y nos desnuda por dentro, sino de la que se alza desde los pequeños concursos individuales y limpia el alma, porque pone en todas las bocas pan y en todas las cabezas almohada.
Un proyecto diferente de país, como el cubano, no puede fundar su prosperidad futura sobre las ambiciones personales, que se vuelven egoístas cuando solo se concentran en las ganancias que se puedan obtener con una actitud o acción; y mientras más se gane, mejor; a cualquier costo, porque la vida “está difícil”.
No se trata de negar que hay que comer, calzarse, refugiarse bajo techo, comprarles juguetes a los niños, vacacionar en un lugar agradable… sino de abrazar una filosofía distinta en un mundo cada vez más parcelado y caníbal: pensar que un trabajo no es solo, aunque incuestionablemente lo sea, una vía para sustentar las necesidades materiales, sino un espacio para, desde el enaltecimiento espiritual propio, contribuir a un país mejor, más eficiente y agradable para sus ciudadanos.
Argelio, con sus siete décadas bien vividas, creaba riquezas  —¿quién puede dudarlo?— para su gente. En la medida que cada cual haga bien su parte del deber la obra común se hará más sólida.
El socialismo, a fin de cuentas, se trata de amor. De entender que no estamos solos en una competencia a muerte por sobrevivir, sino que en millones de encadenamientos de buenos trabajos está la solución para una mejor Isla.
Pero, claro está, esa conciencia no sale de la nada. Se funda sobre la historia, sobre los valores, sobre las vanguardias y la participación activa. Por eso, los foristas hablaron de crear riquezas trabajando en equipo, evaluando la información, escuchando a los demás; y también exigiendo calidad, el uso de los recursos para lo que han sido destinados, y eliminando barreras subjetivas.
No solo hay que capacitar a los trabajadores y estimular una cultura del ahorro y del sentido de pertenencia, sino también lograr que los tributos actúen como una forma justa de redistribuir la riqueza.
¿No serán esos mismos que viven sin trabajar, acumulando dinero por caminos torcidos y sin haber dado nada de sí, los que le rompen los bancos del parque a Argelio y patean los cestos de basura? Solo desde el sacrificio propio se puede venerar y entender el ajeno.
Eliminar los desequilibrios que han permitido crecer a los “nuevos ricos” es prioridad del Partido y el Estado cubanos. En lo honesto y legal siguen estando los fundamentos de la nación, aunque algún trasnochado no quiera entenderlo.
¿Cómo participar en la creación de riquezas? Siendo buenos podría ser una primera respuesta.(Publicado originalmente en Cubahora) / tomado de la Granma de cuba


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