Fidel, artífice de la
Tarea Vida
Cuando el 25 de abril del 2017 el Consejo de Ministros
aprobó el Plan de Estado para el Enfrentamiento al Cambio Climático (Tarea
Vida), el país ratificaba una vez más su posición de avanzada a nivel mundial
en la lucha contra lo que es considerado el más grave desafío ambiental a
encarar por la humanidad en la presente centuria
Autor: Orfilio Peláez | orfilio@granma.cu
A partir de las amargas experiencias dejadas por el azote
del huracán Flora en octubre de 1963, Fidel dedicó especial atención a la
construcción de obras hidráulicas con la finalidad de evitar la repetición de
inundaciones de gran magnitud.
A partir de las amargas experiencias dejadas por el azote
del huracán Flora en octubre de 1963, Fidel dedicó especial atención a la
construcción de obras hidráulicas con la finalidad de evitar la repetición de
inundaciones de gran magnitud. Foto: Archivo
Cuando el 25 de abril del 2017 el Consejo de Ministros
aprobó el Plan de Estado para el Enfrentamiento al Cambio Climático (Tarea
Vida), el país ratificaba una vez más su posición de avanzada a nivel mundial
en la lucha contra lo que es considerado el más grave desafío ambiental a
encarar por la humanidad en la presente centuria.
Sustentado en un rico caudal de resultados científicos y
tecnológicos acumulado durante más de 20 años de investigaciones durante las
cuales pudieron identificarse los
impactos actuales y futuros de dicho proceso sobre el archipiélago cubano, se
trata de un programa conformado por cinco acciones estratégicas y 11 tareas,
dirigido básicamente a contrarrestar los posibles daños en las zonas
vulnerables, preservando ante todo la
vida de las personas.
Tan notable arsenal de conocimientos tuvo entre sus
antecedentes el estudio denominado Impacto del cambio climático y medidas de
adaptación en Cuba, desarrollado en la década de los 90 del siglo XX y donde
intervinieron alrededor de 100 especialistas de 13 centros científicos.
Su principal aporte fue mostrar que había una clara
tendencia al aumento de la temperatura media y a la elevación del nivel del
mar, además de calcular los probables escenarios del futuro comportamiento del
clima en la Mayor de las Antillas en cuatro plazos de referencia: 2010, 2030,
2050 y 2100.
Luego de una minuciosa evaluación de las afectaciones
ocasionadas por los huracanes Charley e Iván al occidente cubano en agosto y
septiembre del 2004, respectivamente, se elaboró la Directiva No. 1 sobre la
Planificación, Organización y Preparación del País para Situaciones de
Desastres, refrendada por el General de Ejército Raúl Castro Ruz el primero de
junio del 2005, en su entonces condición de vicepresidente del Consejo de
Defensa Nacional.
En cumplimiento de lo estipulado en ese documento, en el
2006 comenzaron los Estudios de Peligro, Vulnerabilidad y Riesgos, centrados
inicialmente en eventos de inundaciones por intensas lluvias, penetraciones del
mar y la ocurrencia de fuertes vientos.
Un año después y luego de analizar por primera vez el asunto
del cambio climático en el Consejo de Ministros, el gobierno dio luz verde a un
programa de enfrentamiento, que priorizó la adaptación en los sectores
económicos y sociales, enfocado hacia la zona costera y vinculado con la
reducción de desastres en el futuro.
Se acordó igualmente intensificar las investigaciones
científicas, las cuales se integraron en el Macroproyecto sobre Peligros y
Vulnerabilidad de la zona costera cubana para los años 2050 y 2100, que
involucró a cerca de 300 especialistas de 16 instituciones de cinco organismos
de la Administración Central del Estado, conducido por el Ministerio de
Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma).
Este último fue presentado en el Consejo de Ministros el 25
de febrero del 2011, aprobándose seis directivas y un plan de acción para
implementarlo en la etapa 2011-2015.
Dentro de sus resultados más notables figura haber
identificado que el ascenso gradual del nivel medio del mar es a largo plazo la
principal amenaza del cambio climático en Cuba, dada sus implicaciones futuras
en la pérdida paulatina de áreas costeras localizadas en zonas muy bajas y la
salinización de los acuíferos abiertos al mar.
Puso de manifiesto también que en lo inmediato, las
inundaciones costeras ocasionadas por la sobrelevación del mar y el oleaje
producido por huracanes, frentes fríos y otros eventos meteorológicos extremos,
representan el mayor peligro para nuestro archipiélago tomando en cuenta la
destrucción que causan al patrimonio natural y a la infraestructura dispuesta
en el litoral.
Ya en el 2016 la máxima dirección del país recomendó
presentar un Plan de Estado basado en todas las evidencias científicas
validadas y los nuevos conocimientos que obtienen nuestros investigadores sobre
las afectaciones del cambio climático en el archipiélago cubano, y las acciones
de mitigación y adaptación requeridas.
Como planteó la ministra del Citma Elba Rosa Pérez Montoya
ante los diputados a la Asamblea Nacional reunidos en el Palacio de las
Convenciones en julio pasado, la Tarea Vida tiene un alcance y jerarquía
superiores a todo lo aprobado anteriormente en relación con el tema, y su
instrumentación demandará un programa de inversiones progresivas a corto
(2020), mediano (2030), largo (2050) y muy largo plazo (2100).
Representa, sin duda, la expresión práctica más abarcadora
del compromiso del Gobierno Revolucionario de trabajar desde ahora por la
protección de las actuales y futuras generaciones de cubanos frente a las
consecuencias del cambio climático.
AMBIENTALISTA DE TALLA MUNDIAL
Solo un hombre con la fe y visión de Fidel, empeñado en
mirar el mañana como algo inmediato, pudo colocar a la ciencia y la tecnología
dentro de las prioridades de la naciente Revolución Cubana, cuando el 15 de
enero de 1960 afirmó con énfasis «El futuro de nuestra Patria tiene que ser
necesariamente un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento,
porque precisamente es lo que más estamos sembrando, lo que más estamos
sembrando son oportunidades a la inteligencia».
Fidel prestó especial atención al Acuario Nacional, sobre el
cual dijo que además de centro recreativo debía ser un sitio para el
conocimiento. Foto: Archivo
El audaz concepto fue esbozado en un contexto nacional donde
había más de un 20 % de analfabetos, existían muy pocos centros de
investigación, empezaba el éxodo de profesionales hacia el exterior, y el
número de profesores y maestros distaba mucho de poder respaldar tan ambicioso
propósito, para no pocos inalcanzable. A lo anterior se sumaba la creciente
política hostil del gobierno de los Estados Unidos.
Bajo su permanente guía surgieron nuevas instituciones
científicas, varias de ellas dedicadas
al desarrollo de las ciencias naturales,
premisa de lo que sería la preocupación constante del Comandante en Jefe
por los temas ambientales.
También concedió particular importancia a la formación de
capital humano en las más disímiles disciplinas. De no haber dispuesto de tan
valioso recurso, el país se habría visto impedido de acometer con capacidad
propia todas las investigaciones que posibilitaron concebir el Plan de Estado de Enfrentamiento
al Cambio Climático.
A partir de las amargas experiencias dejadas por el azote
del huracán Flora al oriente cubano, en octubre de 1963, dedicó especial
atención a la construcción de obras hidráulicas con la finalidad de evitar la
repetición de inundaciones de gran magnitud, como las ocurridas durante aquella
contingencia, y asegurar el agua destinada al consumo humano y al desarrollo de
la ganadería, la industria y la agricultura, en periodos de marcada sequía.
Según lo expresado por el profesor Luis Enrique Ramos
Guadalupe en su libro Fidel Castro ante los desastres naturales, la idea de
crear una red pluviométrica capaz de cubrir el archipiélago cubano para conocer
con mayor precisión la distribución espacial y temporal de las precipitaciones
(dato vital en la concepción de los nuevos planes agrícolas en marcha), y de promover
mediante la aplicación de la ciencia y la técnica procedimientos dirigidos a
incentivar la ocurrencia provocada de lluvias, cuando de manera natural estas
no se producían o eran insuficientes, pone de manifiesto cómo el Jefe de la
Revolución se adelanta en identificar al agua entre las más importantes
riquezas ambientales, y factor decisivo para la existencia humana y la
seguridad económica de la nación.
Con el decursar del tiempo, la preocupación de Fidel por los
problemas ambientales del planeta devino tema recurrente en muchos de sus
escritos y discursos.
El primero de abril de 1991, al hablar en la inauguración de
un frigorífico en Alquízar, señalaba: «Los últimos años se caracterizan por los
calores excesivos. En nuestra opinión estos ya son los resultados del efecto
invernadero, de los fenómenos de cambios que se van produciendo en la
naturaleza como consecuencia del exceso de combustibles fósiles y del dióxido
de carbono, que produce un calentamiento».
Y agregaba: «En congresos internacionales los científicos
expresan una preocupación creciente por este fenómeno, que a largo o mediano
plazo pudiera tener consecuencias peores, como es la disminución de la masa de
hielo de los glaciares y en los casquetes polares, las posibilidades de las subidas
del nivel de los mares, frecuencia mayor de ciclones alternados con sequías, y
sobre todo aumento del calor promedio».
Pero su más trascendental denuncia tuvo lugar el 12 de junio
de 1992, al intervenir en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio
Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro, Brasil.
Bastó que pronunciara la primera frase para captar de
inmediato la atención del auditorio, incluyendo la de sus más enconados
adversarios políticos: «Una importante especie biológica está en riesgo de
desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales
de vida: el hombre».
Durante el Coloquio sobre el pensamiento ambiental de Fidel,
efectuado en La Habana a principios de julio, en el marco de la XI Convención
Internacional sobre Medio Ambiente y Desarrollo, el doctor Ramón Pichs,
director del Centro de Estudios de la Economía Mundial, recordaba cómo el
Comandante en Jefe fue capaz de exponer con profundidad en poco más de cinco
minutos las principales amenazas que se cernían sobre la humanidad y la
responsabilidad histórica de las sociedades de consumo en la atroz destrucción
del medio ambiente al «envenenar ríos y mares, contaminar el aire y saturar la
atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos
catastróficos que ya empezamos a padecer».
En aquel momento, la amenaza del cambio climático estaba
bien lejos de ser reconocida a nivel internacional como un proceso inequívoco y
acelerado por la actividad del hombre, y apenas se tomaba en cuenta fuera de
los círculos académicos.
Su enérgico llamado a que se pagara la deuda ecológica y no
la deuda externa, a que desapareciera el hambre y no el hombre, estremeció
conciencias y puso la crisis ambiental del planeta en la agenda pública de
muchos políticos, partidos, organizaciones no gubernamentales y movimientos
sociales de todo el orbe.
Convencido abanderado de armonizar el progreso económico con
el estricto cuidado y protección de la naturaleza, salvaguardando la
biodiversidad, las playas, bosques, montañas y otros valiosos ecosistemas,
Fidel ha sido el artífice de la política ambiental cubana, impulsada por la
Revolución a lo largo de casi seis décadas.
Pero lo que más defendió fue la vida y el bienestar del ser
humano, a tan noble empeñó entregó sus mayores energías.
No sorprende entonces que en la introducción al Plan de
Estado para el Enfrentamiento al Cambio Climático o Tarea Vida se diga que está
inspirado en el pensamiento del Comandante en Jefe.
La siguiente cita de un discurso suyo pronunciado ante la
Asamblea Nacional del Poder Popular, el 6 de marzo de 2003, corrobora con
creces lo expuesto:
«Frente a los cambios de clima, las afectaciones al medio
ambiente ocasionadas por otros, las crisis económicas, las epidemias y los
ciclones, nuestros recursos materiales, científicos y técnicos son cada vez más
abundantes. La protección de nuestros ciudadanos ocupará siempre el primer
lugar en nuestros esfuerzos. Nada tendrá prioridad sobre esto». Tomado de la Granma
de cuba
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