De capitales del delito a ciudades modelo: claves para
reducir la violencia urbana
Soluciones del mundo para problemas del país La
inseguridad,Nueva York con un sistema de detección zonal, Medellín con vigilancia
en tiempo real y Glasgow con un enfoque social lograron
bajar las tasas de
criminalidad
Chicos de 12 años con bombas de combustible, armados con
cuchillos, palos y bates. Menores apuñalados en la calle en pleno día. Más de
170 pandillas habían convertido a Glasgow, Escocia, en el epicentro del knife
crime (crimen con arma blanca). Los jóvenes lo entendían como una
"violencia recreativa", una guerra territorial sin fin cuya pertenencia
era hereditaria.
Pero, en 2008, la policía escocesa incorporó un programa que
abordó el problema como un tema de salud pública. Identificaron a las pandillas
y luego convocaron a sus miembros a participar de un programa
multidisciplinario, además de aumentar las penas por portar un cuchillo. Así
fue como la tasa de homicidios se redujo a más de la mitad: de 5,3 homicidios
cada 100.000 habitantes en 2007 a 2,3 en 2014.
Como Glasgow, casi todos las ciudades del mundo tienen
problemas con la violencia y han iniciado acciones para detenerla. Algunas con
más éxito que otras. Nueva York, con su sistema estadístico CompStat, y
Medellín, con su plan de vigilancia por cuadrantes, lograron reducir las tasas
de homicidio que habían escalado a cifras récord. Aunque lejos de esos niveles
de criminalidad, Australia llevó adelante uno de los programas de control de
armas más efectivo del mundo.
La iniciativa de la ciudad escocesa llegó luego de que
varias encuestas oficiales revelaron que miles de habitantes tenían miedo de
salir de noche y tres cuartos de la población sentía que las calles no eran
seguras después del atardecer. Esa sensación de inseguridad es muy similar a la
que se vive en la Argentina, donde, según la última Encuesta de Victimización
del Indec de 2017, un 44% de los encuestados dejaron de salir de noche por
motivos de seguridad, y casi el 60% de los padres no
permiten que sus hijos
salgan solos.
En la Argentina, la tasa de homicidios es relativamente baja
en contraste con las de la región: seis de cada 100.000 habitantes fueron
víctimas de un homicidio en el país en 2016, mientras que la tasa de homicidios
en América Latina es de 21,5, muy por encima de la tasa global que se sitúa en
siete.
Sin embargo, según los expertos, en la Argentina faltan
políticas públicas multiagenciales, es decir que generen espacios de
cooperación entre distintas áreas estatales -como educación, trabajo y
desarrollo social- para prevenir el delito. Además es necesario combatir la
sensación de impunidad que genera la falta de condenas por parte de la
Justicia. Y tiene que ponerse al día con las estadísticas criminales de un
fenómeno que se concentra en algunos asentamientos y barrios de las ciudades
más pobladas del país. De hecho, el 73% de los robos y homicidios ocurren en
cinco de las 24 jurisdicciones: las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa
Fe, Mendoza y la ciudad de Buenos Aires.
En Glasgow, para enfrentar la curva de crecimiento que la
llevó a ser la capital del crimen en Europa, se mapearon todas las pandillas
durante la primera etapa de la Iniciativa Comunitaria para Reducir la Violencia
(CIRV, por sus siglas en inglés), y después convocaron a 600 de sus miembros
para que escuchen testimonios de médicos, policías, padres y asistentes
sociales, sobre el efecto de los delitos en la comunidad.
"Se trata de darle a la juventud otra opción, porque si
siguen por el camino del delito serán arrestados. El proyecto les propone dejar
de luchar y portar armas, para poder beneficiarse de una serie de
intervenciones que incluyen deporte, educación, ayuda de servicios sociales,
capacitación laboral y hasta vivienda propia", dijo Peter Donnelly, médico
especializado en salud pública de la University of St Andrews, en Gran Bretaña.
Para Donnelly, lo más valioso fue la capacitación laboral y
las oportunidades de trabajo que recibieron los jóvenes, ya que gracias a eso
"su comportamiento cambió notablemente, seguido de una caída de las
ofensas violentas en un 50% y la portación de armas en un 85%".
Vigilancia en tiempo
real
Medellín, en Colombia, que en 1991 registró la tasa más alta
de homicidios del mundo con 86 asesinatos cada 100.000 personas, experimentó
una caída del 85% entre 2002 y 2014. Fue el resultado de transformaciones en
las prácticas policiales, la recuperación de territorio que estaba en manos de
criminales y la colocación de más cámaras de seguridad. Ya en 2017 logró su
índice más bajo en 30 años: 23,3 homicidios cada 100.000 habitantes.
¿Cómo cambiarían los barrios porteños si supiéramos quién
vigila las cuadras en tiempo real y con acceso online? Este es el caballo de
batalla de Medellín: el Modelo Nacional de Vigilancia por Cuadrantes, que se
basó en parte en el exhaustivo sistema de datos georreferenciados sobre delitos
del que ya disponía la Policía Nacional. Esos datos les permitían a los jefes
policiales tener un conocimiento detallado de la dinámica delictiva en cada
zona. Este año se sumaron patrullajes con helicóptero equipados con un
"ojo de Dios" (un sistema de luces capaz de identificar objetivos a
más de 1000 pies de altura) para controlar el narcotráfico, la guerrilla y los
homicidios.
Pero la violencia es solo prevenible, no inevitable. Robert
Muggah, director de investigación del Instituto Igarapé, think tank de
seguridad con asiento en Río de Janeiro, cree que "hay ciudades en América
Latina que son extremadamente violentas, pero que han visto disminuciones notables,
gracias a experimentos exitosos en seguridad pública y prevención que
impusieron cambios en las prácticas de aplicación de la ley, en la solución de
problemas en puntos focalizados de delito y en mapeos del crimen en tiempo
real".
"De entre las decenas de estrategias que tienen efectos
positivos, la vigilancia policial de los puntos conflictivos y la disuasión
focalizada que ayuda a cambiar el comportamiento de un pequeño número de
individuos para prevenir la delincuencia han sido sumamente exitosas",
dijo Muggah.
En América Latina, el 75% de los homicidios involucran un
arma, mientras que el promedio global es del 40% y en Europa, del 20%. En la
década de los 90, Australia vivió una seguidilla de sucesos que marcaron un
antes y un después para el país. Luego de 14 tiroteos masivos y 127 muertos en
solo 10 años, firmaron un Acuerdo Nacional de Armas de Fuego (NFA, por sus
siglas en inglés) que, luego de su implementación en 1996, logró reducir las
muertes relacionadas con armas en un 50%. Entre las estrategias del programa,
se destacó una iniciativa de recompra a gran escala (pagado con un aumento de
impuestos por una única vez) que resultó en la recolección y destrucción de más
de 820.000 armas automáticas, semiautomáticas y escopetas.
En los últimos 22 años no volvieron a tener otra masacre.
Pero no solo se trata de tener leyes de control de armas, sino una aplicación
efectiva de las mismas. "Para los australianos las armas no son la
solución, sino parte del problema -dijo Philip Alpers, profesor de salud pública
en la University of Sydney-. Y vemos que en toda América hay una epidemia de
violencia armada que no es fácil de resolver ya que tienen muchas rutas de
tráfico de armas facilitadas por la falta de controles limítrofes".
"Luego de los tiroteos, la población australiana empezó
a ver a los hombres con armas de fuego como una amenaza. Y en 1996, el 95% de
los votantes estaba convencido de que las restricciones a las armas de fuego
debían ser más estrictas", afirmó Alpers.
Calles salvajes
La ciudad de Nueva York registró 1814 homicidios en 1980,
tres veces más que hoy. Las drogas, como la heroína y el crack (una
"piedra" de muy bajo costo similar al paco y fabricada con residuos
de cocaína) habían infestado cada rincón oscuro de la ciudad. Los policías eran
sobornables y en el subte había más de 250 delitos graves por semana. Pero todo
empeoraría: hacia 1990, los homicidios alcanzaron su cúspide con 2245 en solo
un año, un promedio de seis asesinatos por día.
Con una corrupción que llegaba hasta la columna vertebral de
la policía, parecía imposible revertir la situación. Pero después de 20 años de
trabajo lo lograron, y el motor del cambio fue CompStat, un sistema estadístico
para rastrear el crimen. Las últimas cifras de 2017 confirman que hubo menos de
300 asesinatos por año, el número más bajo en 70 años.
La herramienta fue introducida en 1994 por el comisionado de
la policía Bill Bratton y, 24 años después, se le atribuye una reducción del
50% del crimen. Identifica "puntos calientes" donde se concentra
violencia y delitos. Una vez detectados, las fuerzas de seguridad pueden
enfocar sus recursos para prevenir y reducir el crimen, lo que se conoce como
hotspot policing.
Después de ocho años al frente de la ciudad, Rudolph
Giuliani se hizo conocido por su lucha contra el crimen en Nueva York gracias a
su programa de "tolerancia cero", parte de una estrategia agresiva
que adoptó la teoría Broken Windows, que alienta a los policías a
"atacar" los delitos menores para prevenir otros más graves. La
disuasión implicó una serie de medidas contra la posesión de drogas, los robos
y los grafitis que logró resultados, aunque tuvo sus detractores.
Un CompStat criollo sería de utilidad, pero también existen
otras medidas con impacto inmediato para desincentivar el delito, como las
sentencias alternativas. "La encarcelación por sí sola no tiene ningún
efecto sobre las tasas de reincidencia, debe haber otro tipo de condenas y
sanciones desde la primera alerta para controlar el delito con smart
punishment: ni duro ni blando, sino inteligente", dijo el especialista en
seguridad Diego Gorgal.
Más allá de las condenas duras o inteligentes, de cada 100
denuncias de delitos, solo hay 0,31 condenados en la Justicia nacional, según
uno de los últimos trabajos de la Universidad Nacional de Tres de Febrero
(Untref). También se desprende del último informe del Sistema Nacional de
Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (Sneep 2016), publicado por el
Ministerio de Justicia de la Nación, que solo el 51,6% (39.373) de los presos
están condenados; el resto están procesados sin condena firme. Gorgal sugirió
que el país necesita aumentar la cantidad de condenas que genera por año, sin
que necesariamente se traduzca en un aumento de encarcelamientos, ya que la
sobrepoblación carcelaria no resuelve todos los problemas de seguridad.
La realidad es que en la Argentina "hay una falta de
prevención de la reincidencia y de programas de reintegración social de
delincuentes, combinado con un hacinamiento que transforma a la cárcel en un
ambiente criminógeno", concluyó.
"Proponemos un nuevo paradigma, que se basa en la
investigación y tareas de inteligencia criminal para desbaratar al crimen
organizado -afirmó la ministra de seguridad, Patricia Bullrich-. Pusimos en
marcha un programa de carácter federal de reducción de delitos que nos permitió
bajar la tasa de robos en un 11,2% de 2015 a 2017, y la tasa de homicidios en
un 21,5% en el mismo período".
Pero los expertos coinciden en que es esencial mirar a otros
países para entender las alternativas de prevención que implementaron, pero
siempre con una mirada comunitaria, y con mucha planificación.
Centros de monitoreo,
una medida para luchar contra la delincuencia
En 1994, la ciudad de Nueva York inauguró el sistema
computarizado de seguimiento del crimen CompStat. Durante décadas hubo 19
sistemas de data criminal dentro del Departamento de Policía (NYPD), y casi
nadie tenía acceso. Gracias a esta tecnología, identifican patrones delictivos
y "zonas calientes", que proyectan en pantallas gigantes. En la Argentina,
en 2017, la Policía de la Ciudad inauguró un nuevo Centro de Monitoreo Urbano,
con la intención de expandirlo y acercarse a la versión neoyorquina. En el
nuevo edificio hay acceso a todas las cámaras de monitoreo de la policía, se
gestionan las llamadas al 911 y se movilizan las patrullas.
1. Control de armas de fuego
La restricción de compra y acceso a armas, los límites de
portación, secuestrarlas en el acto y destruirlas son solo algunas de las
estrategias que han funcionado en el mundo para reducir los delitos con armas
de fuego y los suicidios
2. Apelar a una disuasión focalizada
Es una de las estrategias con efectos más inmediatos.
Requiere de programas que involucran a instituciones estatales y comunitarias
para cambiar el comportamiento criminal y prevenir conductas delictivas desde
la primera infancia
3. Vigilancia de zonas violentas
Buena parte de la violencia se concentra en ciertos barrios.
Allí se necesita de más vigilancia policial para identificar incrementos
repentinos de delitos y enviar oficiales para evitar que se convierta en un
problema mayor Por: Vanesa Listek / tomado de la nación de ar
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