miércoles, 21 de diciembre de 2016

DESPERTANDO DEL SUEÑO AMERICANO

 Las realidades del «sueño americano»
Este ideal de vida se ha convertido en una terrible pesadilla para los estadounidenses y principalmente para los que emigran hacia «la tierra de las oportunidades»
Autor: Abel González Santamaría  Solo quedan unos días para finalizar el 2016. Estados Uni­dos festejó este año el aniversario 240 de su independencia del imperio británico. El documento conocido como la «De­claración de Independencia», promulgado el 4 de julio de 1776, estableció algunos de los principios fundamentales de la nación: «todos los hombres son creados iguales; son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».
Sin embargo, la joven nación no pudo lograr la igualdad proclamada entre sus ciudadanos y tuvo que esperar casi un siglo para declarar la abolición de la esclavitud. El uso indiscriminado de la fuerza caracterizó a casi la totalidad de los go­biernos norteamericanos. De la matanza de la población originaria en las tierras conquistadas para conformar la Unión y la usurpación de territorios hacia el sur, a las guerras impe­riales de los siglos XX y XXI, se ha entronizado la cultura de la violencia. Las posiciones extremas, el odio y el empleo de las armas de fuego se convirtieron en los principales postulados ideológicos de determinados grupos sociales.
La discriminación en Estados Unidos perdura en el tiem­po. Aún persisten tendencias que defienden el «ideal norteamericano» de clase media y alta, conocidos como los «wasp» (acrónimo en inglés de «blanco, anglosajón y protestante»). Generalmente es asociado a los estadounidenses blancos que defienden los valores tradicionales y rechazan la influencia de cualquier etnia, nacionalidad o cultura ajena a la suya.
Pero la realidad es que la sociedad norteamericana es ca­da vez más heterogénea, polarizada políticamente y con una mar­cada desigualdad social. La nación se fue conformando por constantes flujos y oleadas inmigratorias. Constituyen el área más importante de inmigración en el mundo actual. La mayoría abandona sus países natales para cumplir el deno­minado «sueño americano»: igualdad de oportunidades y libertad que permite que todos sus habitantes logren sus ob­jetivos en la vida únicamente con el esfuerzo y la determi­nación, en­contrar un trabajo digno con perspectivas de futu­ro o para mon­tar su propio negocio, adquirir una casa, un au­tomóvil, en fin cualquier bien material que satisfaga sus aspiraciones. En resumen: naces pobre, trabajas duro y te haces rico.
Se debe reconocer que Estados Unidos a primera vista deslumbra a cualquier viajero que visite su territorio. Posee abundantes recursos naturales, una infraestructura desarrollada y una alta productividad. Es líder a nivel mundial en la investigación científica e innovación tecnológica y tiene un elevado desarrollo cultural en el cine, la música, el teatro, el baile, la arquitectura, la literatura y el deporte. Al propio José Martí desde su arribo a Nueva York en 1880, le impactó la nueva etapa de modernidad que experimentaba la nación norteña: «Todo empuja, precipita, exaspera, exacerba, arrastra. Se tiene miedo de quedarse atrás […] Todo es ferrocarril, teléfono, te­légrafo».
Pero Martí también pudo apreciar la desigualdad social entre sus habitantes, la que se fue incrementando con el tiempo. Lo que había proyectado el presidente Lincoln en 1863 de un «gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo», realmente se ha convertido en un sistema del «1 %, por el 1 % y para el 1 %». Según el estadounidense Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía, el «sueño americano» es un mito: el 1 % de la población disfruta de las mejores viviendas, la mejor educación, los mejores médicos y el mejor nivel de vida. Los mercados por sí solos no son eficientes ni estables y tienden a acumular la riqueza en las manos de unos pocos, mientras los Estados y gobiernos que siguen los dictados neoliberales dan ventaja solo a los más ricos.
El candidato presidencial demócrata Bernie Sanders publicó en junio del 2016 un artículo en The New York Times, que ilustra la compleja situación social que atraviesa su país:
Casi 47 millones de estadounidenses viven en la pobre­za. Se estima que 28 millones no tienen seguro médico, mientras que muchos otros no poseen seguro suficiente. Millones de personas están luchando con niveles escandalosos de deuda estudiantil. Tal vez por primera vez en la historia moderna, nuestra generación más joven probablemente tendrá un nivel de vida menor que el de sus padres. Es alarmante que mi­llo­nes de estadounidenses pobremente educados tendrán una expectativa de vida menor que la de la generación anterior, a me­dida que sucumben a la desesperación, las drogas y el alcohol.
Diversas leyes y prácticas estadounidenses, sobre todo en materia de justicia penal y de menores, inmigración y segu­ridad nacional, violan derechos humanos reconocidos inter­nacionalmente. Las personas que tienen menos posibilidades de defender sus derechos ante los tribunales o a través del proceso político ―como miembros de minorías raciales y étnicas, inmigrantes, menores, personas de bajos recursos y reclusos― son las más expuestas a sufrir abusos. En Estados Unidos 2,37 millones de personas están encarceladas, lo que representa la mayor población penitenciaria del mundo. Alrededor de 12 millones de personas pasan por cárceles de condado cada año.
Según la Oficina del Censo de Estados Unidos, en el 2014 vi­vían en la pobreza 46,7 millones de personas (14,8 % de la población). Los blancos representaban aproximadamente el 77 % de la sociedad, los afrodescendientes el 13 % y los hispanos el 17 %. Sin embargo, solo el 12,7 % de los blancos eran pobres, en contraste con el 26,2 % de los afrodescendientes y el 23,6 % de los hispanos.
También la situación de las mujeres estadounidenses se está deteriorando y los niños viven en un ambiente preocupante. Por cada dólar de salario que reciben los hombres, las mujeres de Estados Unidos reciben 79 céntimos. El porcen­taje de mujeres en situación de pobreza se ha incrementado a lo largo de la pasada década, al pasar del 12,1 % al 14,5 %. La Organización Internacional de Trabajo de las Naciones Uni­das indicó que Estados Unidos es el único país industrializado que no cuenta con una ley general para las prestaciones mo­netarias que se les dan a las mujeres durante la baja por maternidad.
Las minorías en la nación norteamericana también estuvieron en una grave situación en cuanto a la desocupación laboral. Según los datos de la Oficina de Estadísticas Labora­les del Departamento de Trabajo de Estados Unidos, las tasas de desempleo en junio del 2016 fueron de 4,4 % para blancos, 8,6 % para negros y 5,6 % para hispanos. En los jóvenes entre 16 y 19 años, la situación empeoró. El 14,1% de los blancos de este rango de edad está desempleado; así como el 31,2 % de los negros y el 17,1% de los hispanos.
Existe un gran descenso del nivel de vida de la clase trabajadora en Estados Unidos, que ha experimentado una baja del 10 % en los salarios en los últimos 15 años. El descenso de los in­gresos a los trabajadores, ha creado la percepción que existe en la nación norteamericana de que «los hijos vivirán peor que sus padres».
Otro de los males que amenaza la sociedad norteameri­cana es el incremento del consumo de droga desde el 2007, como la heroína. Un informe publicado en el 2016 por la Ad­mi­nis­tración para el Control de Drogas de Estados Unidos, reveló que la heroína está disponible en grandes cantidades, es usada por un mayor número de personas y causa un nú­mero creciente de muertes por sobredosis. En el 2014 murieron 10 574 estadounidenses por sobredosis de heroína, más del triple de lo registrado en el 2010.
En un informe reciente de la agencia federal para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, en el 2015 las muertes por heroína (12 989) superaron a los homicidios con armas de fuego (12 979) por primera vez en la historia del país. En el 2007 los homicidios con armas de fuego causaban aun cinco veces más muertes que la heroína, lo que da una idea de la magnitud de la epidemia en los últimos años de esta sustancia, que sumada a otros opiáceos naturales y sintéticos (drogas ilegales y abuso de medicamentos) provocaron más de 30 000 muertos en el 2015 y se pronostican cifras peores al concluir el 2016.
También la esperanza de vida en Estados Unidos descendió por primera vez desde hace más de dos décadas. El au­mento de las muertes por enfermedades cardiovasculares, dia­betes, sobredosis de drogas y accidentes contribuyó a que en el 2015 empeoraron las expectativas como no lo habían hecho desde la epidemia de Sida de los años 90. En el 2015 se registraron un total de 2,7 millones de muertes, 86 000 más que en el año anterior. La tasa de mortalidad para el total de la población creció un 1,2 % de un año para otro, algo que no ocurría desde 1999.
La compleja situación social provocó que se incrementaran los niveles de inseguridad en todo el país. Jardines de niños, escuelas, universidades, iglesias, centros comerciales, oficinas y lugares recreativos han sido escenarios de sangrientos sucesos. Durante el 2015 se produjeron 372 tiroteos masivos y 367 muertos. Pero no solo hay más asesinatos múltiples que días. También hay más armas de fuego que personas en toda la Unión. Cada 28 horas como promedio muere un afroamericano o un latino en Estados Unidos a manos de la policía o las fuerzas de seguridad.
El número de muertes causadas por el uso abusivo de ar­mas por parte de la Policía estadounidense es cada vez más preocupante. En el 2015, 965 personas murieron disparadas por la Policía y tuvieron lugar 51 675 incidentes con armas de fuego que dejaron 13 136 muertos y 26 493 heridos. También la vida y la seguridad de las propiedades de los ciudadanos se vieron amenazadas por los delitos violentos. De acuerdo con el informe El crimen en Estados Unidos publicado por el FBI en el 2015, se estima que ocurrieron 1 165 383 crímenes violen­tos en todo el país en el 2014, de los cuales 14 249 fueron asesinatos; 84 041 fueron violaciones; 325 802, robos; y 741 291, asaltos a mano armada.
La realidad es que el «sueño americano» se ha convertido en una terrible pesadilla para los estadounidenses y principalmente para los que emigran hacia «la tierra de las oportunidades». En reiteradas ocasiones la comunidad in­ter­nacional, principalmente ante las Naciones Unidas, ha presentado sus preocupaciones por las violaciones de los derechos humanos en Es­tados Unidos; país que solo ha suscrito 18 ins­trumentos internacionales de los 61 existentes relativos a esta materia.
El previsible panorama mundial para los próximos 15 años también es bastante crítico. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) alertó en su informe El Estado Mun­dial de la Infancia 2016, del «panorama desolador» que se prevé para el 2030. Se calcula que 69 millones de niños mo­ri­rán debido a causas evitables, 167 millones de infantes vivirán en la pobreza, 750 millones de mujeres se habrán ca­sado siendo aún menores y 60 millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria seguirán sin escolarizar.

Paradójicamente, los principales responsables de esta com­pleja situación, continúan politizando el tema de los derechos humanos. Por cierto, Cuba se ha adherido a 44 ins­trumentos internacionales vinculados al tema y es ejemplo de su cum­plimiento en un mundo cada vez más desigual y violento. Gra­cias a las políticas sociales y económicas de la Revo­lución, creadas por Fidel, seguiremos haciendo realidad, con la guía de Raúl, nuestros sueños de justicia e igualdad social para todos los cubanos. TOMADO DE LA GRANMA DE CUBA 

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