Este ideal de vida se ha convertido en una terrible
pesadilla para los estadounidenses y principalmente para los que emigran hacia
«la tierra de las oportunidades»
Autor: Abel González Santamaría Solo quedan unos días para finalizar el 2016. Estados
Unidos festejó este año el aniversario 240 de su independencia del imperio
británico. El documento conocido como la «Declaración de Independencia»,
promulgado el 4 de julio de 1776, estableció algunos de los principios fundamentales
de la nación: «todos los hombres son creados iguales; son dotados por su
Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la
libertad y la búsqueda de la felicidad».
Sin embargo, la joven nación no pudo lograr la igualdad
proclamada entre sus ciudadanos y tuvo que esperar casi un siglo para declarar
la abolición de la esclavitud. El uso indiscriminado de la fuerza caracterizó a
casi la totalidad de los gobiernos norteamericanos. De la matanza de la
población originaria en las tierras conquistadas para conformar la Unión y la
usurpación de territorios hacia el sur, a las guerras imperiales de los siglos
XX y XXI, se ha entronizado la cultura de la violencia. Las posiciones
extremas, el odio y el empleo de las armas de fuego se convirtieron en los
principales postulados ideológicos de determinados grupos sociales.
La discriminación en Estados Unidos perdura en el tiempo.
Aún persisten tendencias que defienden el «ideal norteamericano» de clase media
y alta, conocidos como los «wasp» (acrónimo en inglés de «blanco, anglosajón y
protestante»). Generalmente es asociado a los estadounidenses blancos que
defienden los valores tradicionales y rechazan la influencia de cualquier
etnia, nacionalidad o cultura ajena a la suya.
Pero la realidad es que la sociedad norteamericana es cada
vez más heterogénea, polarizada políticamente y con una marcada desigualdad
social. La nación se fue conformando por constantes flujos y oleadas
inmigratorias. Constituyen el área más importante de inmigración en el mundo
actual. La mayoría abandona sus países natales para cumplir el denominado
«sueño americano»: igualdad de oportunidades y libertad que permite que todos
sus habitantes logren sus objetivos en la vida únicamente con el esfuerzo y la
determinación, encontrar un trabajo digno con perspectivas de futuro o para
montar su propio negocio, adquirir una casa, un automóvil, en fin cualquier
bien material que satisfaga sus aspiraciones. En resumen: naces pobre, trabajas
duro y te haces rico.
Se debe reconocer que Estados Unidos a primera vista
deslumbra a cualquier viajero que visite su territorio. Posee abundantes
recursos naturales, una infraestructura desarrollada y una alta productividad.
Es líder a nivel mundial en la investigación científica e innovación
tecnológica y tiene un elevado desarrollo cultural en el cine, la música, el
teatro, el baile, la arquitectura, la literatura y el deporte. Al propio José
Martí desde su arribo a Nueva York en 1880, le impactó la nueva etapa de
modernidad que experimentaba la nación norteña: «Todo empuja, precipita,
exaspera, exacerba, arrastra. Se tiene miedo de quedarse atrás […] Todo es
ferrocarril, teléfono, telégrafo».
Pero Martí también pudo apreciar la desigualdad social entre
sus habitantes, la que se fue incrementando con el tiempo. Lo que había
proyectado el presidente Lincoln en 1863 de un «gobierno del pueblo, por el
pueblo y para el pueblo», realmente se ha convertido en un sistema del «1 %,
por el 1 % y para el 1 %». Según el estadounidense Joseph E. Stiglitz, Premio
Nobel de Economía, el «sueño americano» es un mito: el 1 % de la población
disfruta de las mejores viviendas, la mejor educación, los mejores médicos y el
mejor nivel de vida. Los mercados por sí solos no son eficientes ni estables y
tienden a acumular la riqueza en las manos de unos pocos, mientras los Estados
y gobiernos que siguen los dictados neoliberales dan ventaja solo a los más
ricos.
El candidato presidencial demócrata Bernie Sanders publicó
en junio del 2016 un artículo en The New York Times, que ilustra la compleja
situación social que atraviesa su país:
Casi 47 millones de estadounidenses viven en la pobreza. Se
estima que 28 millones no tienen seguro médico, mientras que muchos otros no
poseen seguro suficiente. Millones de personas están luchando con niveles
escandalosos de deuda estudiantil. Tal vez por primera vez en la historia
moderna, nuestra generación más joven probablemente tendrá un nivel de vida
menor que el de sus padres. Es alarmante que millones de estadounidenses
pobremente educados tendrán una expectativa de vida menor que la de la
generación anterior, a medida que sucumben a la desesperación, las drogas y el
alcohol.
Diversas leyes y prácticas estadounidenses, sobre todo en
materia de justicia penal y de menores, inmigración y seguridad nacional,
violan derechos humanos reconocidos internacionalmente. Las personas que
tienen menos posibilidades de defender sus derechos ante los tribunales o a
través del proceso político ―como miembros de minorías raciales y étnicas,
inmigrantes, menores, personas de bajos recursos y reclusos― son las más
expuestas a sufrir abusos. En Estados Unidos 2,37 millones de personas están
encarceladas, lo que representa la mayor población penitenciaria del mundo.
Alrededor de 12 millones de personas pasan por cárceles de condado cada año.
Según la Oficina del Censo de Estados Unidos, en el 2014
vivían en la pobreza 46,7 millones de personas (14,8 % de la población). Los
blancos representaban aproximadamente el 77 % de la sociedad, los
afrodescendientes el 13 % y los hispanos el 17 %. Sin embargo, solo el 12,7 %
de los blancos eran pobres, en contraste con el 26,2 % de los afrodescendientes
y el 23,6 % de los hispanos.
También la situación de las mujeres estadounidenses se está
deteriorando y los niños viven en un ambiente preocupante. Por cada dólar de
salario que reciben los hombres, las mujeres de Estados Unidos reciben 79
céntimos. El porcentaje de mujeres en situación de pobreza se ha incrementado
a lo largo de la pasada década, al pasar del 12,1 % al 14,5 %. La Organización
Internacional de Trabajo de las Naciones Unidas indicó que Estados Unidos es
el único país industrializado que no cuenta con una ley general para las
prestaciones monetarias que se les dan a las mujeres durante la baja por
maternidad.
Las minorías en la nación norteamericana también estuvieron
en una grave situación en cuanto a la desocupación laboral. Según los datos de
la Oficina de Estadísticas Laborales del Departamento de Trabajo de Estados
Unidos, las tasas de desempleo en junio del 2016 fueron de 4,4 % para blancos,
8,6 % para negros y 5,6 % para hispanos. En los jóvenes entre 16 y 19 años, la
situación empeoró. El 14,1% de los blancos de este rango de edad está
desempleado; así como el 31,2 % de los negros y el 17,1% de los hispanos.
Existe un gran descenso del nivel de vida de la clase
trabajadora en Estados Unidos, que ha experimentado una baja del 10 % en los
salarios en los últimos 15 años. El descenso de los ingresos a los
trabajadores, ha creado la percepción que existe en la nación norteamericana de
que «los hijos vivirán peor que sus padres».
Otro de los males que amenaza la sociedad norteamericana es
el incremento del consumo de droga desde el 2007, como la heroína. Un informe
publicado en el 2016 por la Administración para el Control de Drogas de
Estados Unidos, reveló que la heroína está disponible en grandes cantidades, es
usada por un mayor número de personas y causa un número creciente de muertes
por sobredosis. En el 2014 murieron 10 574 estadounidenses por sobredosis de
heroína, más del triple de lo registrado en el 2010.
En un informe reciente de la agencia federal para el Control
y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, en el 2015 las muertes por
heroína (12 989) superaron a los homicidios con armas de fuego (12 979) por
primera vez en la historia del país. En el 2007 los homicidios con armas de
fuego causaban aun cinco veces más muertes que la heroína, lo que da una idea
de la magnitud de la epidemia en los últimos años de esta sustancia, que sumada
a otros opiáceos naturales y sintéticos (drogas ilegales y abuso de
medicamentos) provocaron más de 30 000 muertos en el 2015 y se pronostican
cifras peores al concluir el 2016.
También la esperanza de vida en Estados Unidos descendió por
primera vez desde hace más de dos décadas. El aumento de las muertes por
enfermedades cardiovasculares, diabetes, sobredosis de drogas y accidentes
contribuyó a que en el 2015 empeoraron las expectativas como no lo habían hecho
desde la epidemia de Sida de los años 90. En el 2015 se registraron un total de
2,7 millones de muertes, 86 000 más que en el año anterior. La tasa de
mortalidad para el total de la población creció un 1,2 % de un año para otro,
algo que no ocurría desde 1999.
La compleja situación social provocó que se incrementaran
los niveles de inseguridad en todo el país. Jardines de niños, escuelas,
universidades, iglesias, centros comerciales, oficinas y lugares recreativos
han sido escenarios de sangrientos sucesos. Durante el 2015 se produjeron 372
tiroteos masivos y 367 muertos. Pero no solo hay más asesinatos múltiples que
días. También hay más armas de fuego que personas en toda la Unión. Cada 28
horas como promedio muere un afroamericano o un latino en Estados Unidos a
manos de la policía o las fuerzas de seguridad.
El número de muertes causadas por el uso abusivo de armas
por parte de la Policía estadounidense es cada vez más preocupante. En el 2015,
965 personas murieron disparadas por la Policía y tuvieron lugar 51 675
incidentes con armas de fuego que dejaron 13 136 muertos y 26 493 heridos.
También la vida y la seguridad de las propiedades de los ciudadanos se vieron amenazadas
por los delitos violentos. De acuerdo con el informe El crimen en Estados
Unidos publicado por el FBI en el 2015, se estima que ocurrieron 1 165 383
crímenes violentos en todo el país en el 2014, de los cuales 14 249 fueron
asesinatos; 84 041 fueron violaciones; 325 802, robos; y 741 291, asaltos a
mano armada.
La realidad es que el «sueño americano» se ha convertido en
una terrible pesadilla para los estadounidenses y principalmente para los que
emigran hacia «la tierra de las oportunidades». En reiteradas ocasiones la
comunidad internacional, principalmente ante las Naciones Unidas, ha
presentado sus preocupaciones por las violaciones de los derechos humanos en
Estados Unidos; país que solo ha suscrito 18 instrumentos internacionales de
los 61 existentes relativos a esta materia.
El previsible panorama mundial para los próximos 15 años
también es bastante crítico. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
(Unicef) alertó en su informe El Estado Mundial de la Infancia 2016, del
«panorama desolador» que se prevé para el 2030. Se calcula que 69 millones de
niños morirán debido a causas evitables, 167 millones de infantes vivirán en
la pobreza, 750 millones de mujeres se habrán casado siendo aún menores y 60
millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria seguirán sin
escolarizar.
Paradójicamente, los principales responsables de esta
compleja situación, continúan politizando el tema de los derechos humanos. Por
cierto, Cuba se ha adherido a 44 instrumentos internacionales vinculados al
tema y es ejemplo de su cumplimiento en un mundo cada vez más desigual y
violento. Gracias a las políticas sociales y económicas de la Revolución,
creadas por Fidel, seguiremos haciendo realidad, con la guía de Raúl, nuestros
sueños de justicia e igualdad social para todos los cubanos. TOMADO DE LA
GRANMA DE CUBA
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