Vanesa disfruta de nadar por horas en los ríos y lagos de la
Patagonia argentina, donde vive. En su huerta, cosecha lo que come y aprovecha
sus árboles frutales para hacer dulces caseros durante buena parte del año. La
naturaleza, hoy, es un aliado incondicional. Y la tranquilidad de la vida en El
Bolsón, la ciudad donde reside, permite disfrutar de las pequeñas cosas. “Acá
nos miramos más a la cara y la gente se da cuenta cuando te cambia algo. Mis
vecinos y amigos veían que yo estaba distinta”, cuenta Vanesa Ruiz. Así
recuerda los resultados que experimentó en 2015 cuando hizo el nuevo
tratamiento para la hepatitis C, que permitió que se curara de la enfermedad.
“Rápidamente, después de una semana de iniciar el
tratamiento, me sentí mejor, tenía otro semblante y ya no tenía la piel
amarilla. El cambio fue muy grande. Y cuando los resultados del estudio
dieron que ya no tenía carga viral (es decir, que ya no tenía el virus en la
sangre), la alegría fue enorme. Fue uno de los momentos más felices de mi vida.
Un sueño hecho realidad”, señala Vanesa, quien se había infectado hace 25 años,
cuando tenía 20.
La hepatitis es una inflamación del hígado causado
comúnmente por el virus de la hepatitis. Existen cinco tipos de virus (A, B, C,
D y E) y pueden causar infecciones agudas y crónicas, y una inflamación en el
hígado que puede llevar a cirrosis, cáncer hepático e incluso a la
muerte.
En aquel momento, cuando apenas comenzaba a salir de la
adolescencia, Vanesa también se enteró de que tenía VIH. Ahí comenzó un
derrotero de tratamientos, con varios vaivenes, hasta que finalmente inició el
actual tratamiento para el VIH, que lo lleva adelante sin problemas. En su
momento, la situación también se complicó con un diagnóstico de cirrosis, que
la obligó a incorporarse a la lista de espera de un trasplante hepático. “Más
allá de que me haya curado de la hepatitis C, el trasplante de hígado lo sigo
necesitando, pero es mucho más liviana la situación. Siento muchas más
energías, ganas de hacer cosas y las mejoras que tuve también hicieron que
otros amigos con hepatitis C buscaran iniciar el tratamiento”, afirma.
“Es que antes –explica- los tratamientos te dejaban de cama
y la gente les tenía miedo, pero cuando vieron mis cambios decidieron
hacérselo. Mi hermana lo hizo y se curó. Además, otro amigo lo buscó y también
se curó, y dos amigos están haciéndoselo en este momento en El Bolsón”. Así fue
como gente cercana a Vanesa también inició los nuevos tratamientos disponibles,
los cuales tienen el potencial de curar a más del 90% de las personas
infectadas con hepatitis C, y de reducir el riesgo de muerte por cáncer de
hígado o cirrosis, aunque sólo algunos países los financian, entre ellos
Argentina.
Jubilada de su actividad como peluquera en Buenos Aires,
hoy, a los 45 años, Vanesa disfruta del paisaje montañoso de El Bolsón, su
lugar en el mundo desde hace cinco años. En pareja y rodeada de varios amigos,
siente que su cuerpo ya no tiene que “luchar tanto, que las defensas están más
altas”.
La hepatitis C se transmite por el contacto con sangre
infectada, así como por productos contaminados a través de transfusiones,
trasplantes de órganos, procedimientos invasivos (como inyecciones o tatuajes
con agujas reutilizadas) y por contacto sexual, aunque esto es menos
frecuente. Se estima que unas 7,2 millones de personas viven con hepatitis C
crónica en las Américas, sólo el 25% de ellas han sido diagnosticadas y unas
300 mil reciben tratamiento. Cerca del 90% de las personas infectadas con
hepatitis C pueden curarse si reciben el tratamiento apropiado.
Actualmente, el objetivo global es eliminar las hepatitis
virales como un problema de salud pública para 2030. Vanesa -como tantos otros-
permite percibir los avances en ese camino.
Tomado de envio de ops / oms ar ar
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